Uno
creía que los ataques desde los salmones anglosajones contra la economía
española estaban amainando, una vez logrado el objetivo de que el nuestro sea
un país barato para invertir. Pero no: vuelven las cantinelas sobre que España
no es lugar seguro y un diario británico presuntamente respetable ha llegado a
imprimir el consejo de que quienes tengan dinero en España lo saquen mientras
aún tengan tiempo para hacerlo. Da lo mismo que el Fondo Monetario
Internacional y las perezosas estructuras europeas hayan negado que nuestro
país esté en bancarrota; el mal ya está hecho y el euro, que probablemente era
de lo que se trataba, ha recibido un nuevo varapalo que lo deja tiritando aún
más. La pérfida Albión, cuyos ministros incluso se quieren bajar del tren de la UE, sigue desestabilizando a la Vieja Europa, sin importarle
las consecuencias de lo que hace, porque esas consecuencias son buenas, creen,
para el espléndido aislamiento de la
Isla.
Dirá
usted, amable lector, que acaso exagero: esta vez ha sido un solo periódico, y
ni siquiera de los salmónidos, el que ha aconsejado a quienes puedan hacerlo
que tomen el dinero que tienen en España y corran. Pero no exagero: el daño que
se ha hecho a España desde los comentarios de medios internacionales
presumiblemente respetables ha sido mucho mayor incluso que ciertos traspiés de
nuestros propios gobiernos, y ya es decir. Y nada de eso es casual: claro que
respeto la libertad de expresión, claro que no quiero jugar con tesis
conspirativas; pero hay patrones que imponen modas, y moda es ahora sacudir de
manera inmisericorde a una nación llena de ciudadanos pesimistas y desalentados
que no quiere, puede o sabe defenderse adecuadamente y cuya 'marca España'
simplemente no funciona porque no saben/sabemos cómo hacerla funcionar.
De
paso, diré que tampoco marcha bien la 'marca Europa', y por las mismas razones.
Estos 'cabezas de huevo' instalados en el eurocracia no se dan cuenta -o sí se
dan, lo que es peor-- de que un ataque subrayando la presunta insolvencia de
España tiene al euro como diana. Luego pasa lo que pasa y nos enteramos de que
más de la mitad de los ciudadanos europeos ya son convencidos euroescépticos.
Cui prodest?
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