martes 30 de abril de 2013, 11:25h
El silencio
de la ministra Báñez fue lo único bueno que nos pasó el maldito
jueves de Abril en el que la EPA nos despertó brutalmente de esa
especie de duermevela en la que nos habíamos instalado con algo de
mala conciencia: sabíamos muy bien que algo muy malo nos estaba
ocurriendo pero nos librábamos de preguntarnos qué seríamos
capaces de hacer para afrontarlo con la excusa de desconocer las
magnitudes exactas de la tragedia. Ahora el duro despertar nos deja
frente a la crudísima realidad.
Fueron tres
meses en los que muchos asumimos como simples boutades las meteduras
de pata de Fátima Báñez.
Aquellas declaraciones de la ministra de empleo y Seguridad Social en
las que hablaba de los signos "esperanzadores de la economía",
la "movilidad exterior" de nuestro jóvenes o de las ayuditas del
manto de la Virgen del Rocío eran en sí provocaciones para un país
en caída libre. Pero siendo magnánimos habría que conceder algún
desahogo a la persona del Gobierno de Mariano
Rajoy a la que le había tocado caer con la
tarea más dura e ingrata pese a que tan solemnes tonterías no
dejaban de ser en sí una provocación. Pero aquel jueves nefasto la
ministra decidió que estaba mejor calladita. Y muchos se lo
agradecimos. Aunque quedó patente la cobardía de todos sus
compañeros de Gobierno.
Lo malo es
que otros de mayor renombre han tomado el relevo en las
provocaciones verbales. El ministro Luis de
Guindos fue el primero. Su buena crianza
liberal y acreditada ortodoxia tecnocrática le hacen ver la
bestialidad de la tragedia del desempleo nacional solamente como
-sic-"una de las debilidades de la economía española en los
mercados". Así visto los 6.200.000 parados no son tanto seres
humanos con graves problemas económicos, sociales, familiares y
personales, 6 millones largos de tragedias sin esperanza; simplemente
constituyen un indicador, una magnitud, un vector, una fría variable
se ve que negativa en su cuadro macroeconómico tan valorado en
Bruselas. Y luego nos hizo saber que "los indicadores adelantados
de nuestra economía son buenos" para pronosticar que las propias
previsiones del Gobierno, las que certifican que la Legislatura
acabará con no menos de 1,3 millones de parados más que cuando
comenzó, son "extraordinariamente conservadoras".
El relevo lo
tomó el presidente Mariano Rajoy una vez pasado un día de silencio
gubernamental y otro, el siguiente, en el que la vicepresidenta y sus
ministros económicos dieron malamente la cara, ninguna noticia
positiva y sí muchos motivos para la indignación. Y de nuevo otra
provocación: el presidente nos pide ahora paciencia y dice que esas
previsiones es como ponerse en lo peor para conseguir que no sean
ciertas. Y así, si sale bien, menudo alegrón nos vamos a llevar. El
presidente se nos pone realista: "Podíamos haber hecho otras
previsiones- dijo-, pero creemos que es mejor explicar la realidad,
que decir otra cosa y que luego tengamos que contar que ha habido un
millón de parados más de los previstos. Eso no es jugar limpio con
los ciudadanos, y por eso no lo hemos hecho".
Todo un
sarcasmo. Al escuchar semejante demostración de fair play
presidencial no he podido evitar preguntarme si Moncloa no habrá
estado practicado hasta ahora todo lo contrario, el juego sucio, con
todo lo que nos ha venido contando, lo de los sacrificios que nos
iban a dar sus frutos, lo de la recuperación y creación leve de
empleo "al final del año 13", el optimista cuadro macroeconómico
inicial y el contenido de los presupuestos para este año, lo de que
"sabemos lo que tenemos hacer". Por no hablar de la famosa foto
del entonces líder de la oposición en la oficina de empleo,
aquellas declaraciones suyas y de los suyos cuando consideraban
"insoportables" los 5 millones de parados de José
Luis Rodríguez Zapatero...
Por esa
senda de realismo parece que se ha adentrado también y por primera
vez la ministra Fátima Báñez al reconocer ayer en el Senado que
"no se puede crear empleo con seis trimestres sucesivos de
recesión" o que la situación del "empleo juvenil es una
emergencia nacional".
Aunque mucho
me temo que esa conversión no deja de ser una pose más para ir
ganando tiempo mientras escampa. Por cierto que no me parece nada
realista ni mucho menos extraordinariamente conservadora esa nueva
previsión del Gobierno, en su nuevo cuadro macro, de que en todo el
año nos vamos a quedar con la tasa del 27,1 de paro que es el
que teníamos, según la EPA, al finalizar Marzo. Sería muy positivo
que todo el Gobierno se sumiera en el realismo como norma de
comportamiento. Les llevaría a admitir el grave error de las
políticas aplicadas hasta ahora, a dejar de provocar a los
ciudadanos con engaños, análisis tecnocráticos y solicitudes de
paciencia a los ciudadanos y, sobre todo, a pedir ayuda. Para eso
deberían servir las demás fuerzas políticas y los interlocutores
sociales. Pero me cuesta creerlo.