martes 23 de abril de 2013, 17:57h
Acertó Juan Ramón Jiménez al atreverse a decir
que escribía para la inmensa minoría, desde aquel entonces hasta hoy
los libros siguen siendo un objeto de culto; otra cosa es escribir. En
España no lee casi nadie pero sí que escribe cualquiera y eso es
incompatible con la cultura porque hacemos de los libros un espectáculo
televisado, aquí no hay cocinero, ni ex gran hermano que no tenga libro
para firmar, aquí hacemos reportajes de autoras con glamour y nos
olvidamos de su estilo (literario), aquí se ha publicado la biografía de
Casillas cuándo no había llegado a los veinte años.
Escribir libros es un acto heroico del que le queda al autor una
mínima parte en concepto de derechos, pero mucho más le queda a la
editorial o al distribuidor, luego uno escribe para hacer ricos a otros y
asume con total naturalidad que la Literatura puede que os haga libres
pero antes os hará pobres. La relación hoja escrita/salario de escritor
no llega ni al mínimo interprofesional, por lo tanto los autores son
unos valientes que desdeñan el oro.
Una vez al año conmemoramos la muerte de Cervantes y acudimos a la
lectura de "El Quijote" que es libro de libros. Bien está festejar el
día del libro pero antes tendríamos que celebrar por todo lo alto el día
del lector. A pesar del incremento del IVA, a pesar de que cada vez son
mas las librerías que tienen que cerrar, encontrarse con un lector es
una alegría inmensa. Los autores deberíamos ir casa por casa de los
lectores para darles un abrazo y agradecer el esfuerzo de buscar un
libro y tener la valentía de llevarlo abierto en el autobús cuando la
mayoría escucha la radio o juega con el móvil. De nuevo ese concepto de
"mayoría" de Juan Ramón y la sensación de vacío que conlleva la soledad
de escribir a la luz de un quinqué aunque las lámparas sean con bombilla
halógena. La verdadera fiesta es cuando lo escrito es devuelto a la
vida por los ojos de un lector, ahí rejuvenecen las musas.
Bendito sea el lector que se atreve a adaptar a Cervantes a los
tiempos modernos y se compra un libro electrónico para seguir a sus
autores favoritos. Entre tanta burricie que nos cerca y nos llena la
cabeza de mensajes prescindibles hay que leer aunque sea en defensa
propia: los niños para crecer mas sanos, los jóvenes para llenarse de
aventuras y los más veteranos para no perder la ilusión juvenil y estar
en lo cierto porque leer y vivir son la misma cosa.
Detrás de los libros de consumo inmediato que anuncian famosos en
la televisión hay estanterías llenas de excelente literatura, solo
acercarse a esos libros es un acto de extrema libertad sumamente
recomendable.
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Comentarios
Últimos comentarios de los lectores (1)
20469 | Rosa Paredes - 23/04/2013 @ 20:32:16 (GMT+1)
¡Como han cambiado las cosas! Antes el "oficio" de escritor tenía renombre. Por supuesto que sigue teniéndolo porque las buenas plumas nunca podrán morir y perdurarán en el tiempo dejando profunda huella de su paso por la vida. Lo que sí me parece curioso, es ir a una librería y encontrarme con todo tipo de personajillos famosos expuestos en el escaparate. Escribir un buen libro, es muy serio.
Y yo me pregunto ¿qué sería de mi vida sin los libros? Se llenaría de vacío. Dicen que el perro es el mejor amigo del hombre. No me cabe duda alguna. También añadiría a ese fiel animal que nunca nos abandonaría, un libro. Los considero mis mejores amigos y palían, de alguna manera, esa soledad que siempre está sola. Rodeada de ellos me siento arropada y acompañada.
No me gustan los libros electrónicos. Necesito tener ese ejemplar entre mis manos y palpar el papel...
En cierta ocasión se me preguntó:
- Rosa, ¿has viajado mucho?
Mi respuesta fue rápida y afirmativa. Mis libros me han cogido de la mano y me han llevado a recorrer el mundo. Siento una tremenda tristeza por las personas que no conocen el placer de la lectura. ¡Lo que se pierden!
Desde temprana edad me aficioné a la lectura.
En el hogar paterno se oía desde el fondo del pasillo una voz imperiosa que decía:
- ¡! Apagar la luz ¡!
No se puede decir que he sido una niña iluminada.
Obedeciendo la voz de mando, se daba al conmutador de la luz y esa estancia quedaba a oscuras. Esperaba con impaciencia a que la casa se quedara dormida. Era entonces cuando extraía de mi mesilla de noche una pequeña linterna. Horas y horas robadas al sueño, pero que hacían las delicias de una niña pequeña. De aquellas horas usurpadas al sueño, me ha quedado una miopía que ilumina mi mirada.
¿Qué sería de mi vida sin los libros?
No la concibo.
Rafael, gracias por su artículo
http://rosaparedes-rosa.blogspot.com
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