¿Estamos en buenas manos? Este martes hemos estado sometidos a una especie
de ducha escocesa: titulares que nos decían que los Presupuestos para 2013 son
ya 'papel mojado' tras las previsiones aventadas por el ministro de Economía,
Luis de Guindos, en la prensa extranjera (nada que ver las que hace dos semanas
avanzó el propio Rajoy), frente a otros que se regocijaban porque la prima de
riesgo bajó de los 300 puntos por primera vez en catorce meses. El Banco de
España calcula que la recesión se frenó en 2013 frente a otras voces que pronostican
que estaremos en recesión hasta, al menos, comienzos de 2014. Al menos. ¿A
quién creer, hacia dónde mirar?
Y lo peor de todo es que estas informaciones --¿informaciones?-contrapuestas
vienen, todas ellas, de fuentes más o menos oficiales. Te reúnes, periodista al
fin, con unos y te hablan de la botella medio llena; los otros, quizá en el
mismo Ministerio, la ven irremisiblemente medio vacía. El desconcierto es
palpable, y no solamente a escala española: en la UE son bastantes los que
empiezan a tener dudas sobre los efectos de sus políticas de austeridad,
mientras que otros continúan pregonándolas. Resultado: los portavoces cada vez
tienen más miedo a salir a explicar sus previsiones, porque las hemerotecas
están ahí, para recordar en qué fallaron, cuáles fueron las contradicciones. Y
esos silencios oficiales y oficiosos no sirven para tranquilizar los ánimos
mucho más que las palabras que desmienten palabras anteriores.
¿Estamos en buenas manos? La pregunta, como siempre, es pertinente. Ocurre
que los estadistas forjan la realidad, mientras que los simples gobernantes han
de limitarse a constatar que la realidad es cambiante, volátil, caprichosa, y
van por donde ella les dicta. Claro que siempre hay algo peor: el gobernante
que se empeña en ser estadista sin serlo, o siendo más bien un personaje débil,
más cercano a la opereta que a la épica. Yo diría que Rajoy es un ejemplo de
gobernante honrado, pero no de estadista, y Artur Mas, que no hace otra cosa
que sacar a pasear los tambores guerreros, se acerca más a la caricatura.
Rubalcaba está la misma órbita de Rajoy, pero sin tener más poder que el de
sugerir medidas que nunca se plasmarán, a este paso, en el 'Boletín Oficial del
Estado'.
Lástima que nunca se haya
consumado el pacto entre los dos, un pacto que ahora ya empieza a semejárseme
imposible. Dentro de las muchas contradicciones y del doble lenguaje al que nos
acostumbran, el proclamado deseo de consenso del jefe del Gobierno y del de la
oposición no ha podido resultar más fallido, o más mendaz. Si lo hubieran logrado estaríamos ante dos
estadistas; si uno solo nos hubiera logrado convencer de la sinceridad de sus
proclamas de acción común en lo importante, aprobaría, sin duda, en las encuestas
que tan catastróficos resultados ofrecen para la imagen de los políticos. Pero,
hoy por hoy, estadistas, lo que se dice estadistas, me parece que no tenemos demasiados
en este país nuestro.
Llegados a este punto, me parece que cabe repetir una vez más la
pregunta: ¿estamos en buenas manos? Qué quiere usted que le diga. En estos días
afloran corruptelas, corrupciones mayores y desmanes practicados en el pasado por
casi todos los sectores políticos y por los representantes de algunas instituciones.
Sinceramente, creo que son cosa del pasado y que en el presente muchas de ellas
no podrían producirse, pero no podremos decir que estamos en buenas manos hasta
que los gobernantes del presente no se atrevan a denunciar, al coste que sea, a
quienes se involucraron en tan malas prácticas, para que sean castigados.
Cuánto me gustaría, querido lector, poder decir que ahora sí vamos por
el camino del acierto concertado, que se intuyen nuevos modos de gobernar, que
esa proclamada transparencia es algo más que una palabra contenida en un
proyecto de ley que no va a ser un papel más, que nadie quiere cumplir. Cuánto
me gustaría constatar que Gobierno y oposición se alegran por los mismos logros
y se entristecen por idénticos fracasos de la nación. Cuánto, cuánto, me
alegraría que el 'y tú más' quedara enterrado para siempre, que mentir en las
previsiones sea castigado con el ostracismo político, que... Sé que a usted,
querido lector, le gustarían las mismas cosas. ¿Estamos, entonces, en manos de
quienes quieren propiciar todo lo antedicho, o más bien en las de quienes
pretenden más de lo mismo? Prefiero, querido lector, que sea usted mismo quien
responda; yo hoy no estoy demasiado optimista.
fjauregui@diariocritico.com
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