Basta con poner un nombre en circulación -ya lo
estaba, por cierto-para volver a desatar el estrépito de la renovación
interna en el PSOE, partido que no registra, desde hace más de un año, apenas
alzas de nuevos militantes y en el que se aprecian conmociones íntimas, un
cierto desbarajuste y una indudable lucha soterrada por el poder. Y, sin
embargo...
Y, sin embargo, digámoslo de entrada, y aunque sea de forma
incompleta y desordena, el Partido Socialista, que sigue siendo el principal de
la oposición, es el único que está proponiendo fórmulas nuevas para salir de la
situación de atonía política en la que nos encontramos.
La semana, a este respecto, registró dos novedades: la
presencia-conferencia de
Pere Navarro, secretario general de los socialistas
catalanes, en un acto importante en Madrid, y el rumor, no confirmado (ni
desmentido) por el interesado, de que el aún joven socialista vasco
Eduardo
Madina estudia lanzarse al ruedo de la sucesión de
Pérez Rubalcaba. Sobre
Madina apenas tengo opinión, más allá de que parece un personaje serio, tímido,
concienzudo y moderado. No es tan carismático como
Patxi López, otro de los que
suenan, ni tan dinámico como
Carme Chacón o el alcalde de Toledo,
Emiliano García-Page;
tengo para mí que le costará tomar una decisión definitiva: se lleva bien con
Rubalcaba, que está en patente retirada y procurando poner orden en el cotarro,
y podría ser el delfín 'oficial' ante unas primarias que
absurdamente se han colocado demasiado cerca de las próximas elecciones
generales.
Me interesa más saber qué harán el presidente andaluz,
José
Antonio Griñán, que perdió-ganó las elecciones autonómicas para quedarse al
frente de la federación más importante del PSOE, y algunos veteranos,
señaladamente un Felipe González que anda por sus propios derroteros, con sus
propias 'vendettas' a cuestas.
Pero le hablaba, querido lector, de Pere Navarro. El PSC se
ha convertido en el problema y la solución del socialismo español. Está forzado
a mantener una cierta ambigüedad en lo que se refiere al nacionalismo catalán,
pero habla de la permanencia inequívoca en España, con consulta sobre la secesión,
sí, porque es imposible mantener una presencia política en Cataluña, más allá
del PP y de Convergencia, sin aceptar esa suerte de referéndum. Pero el PSC, aceptablemente
bien dirigido ahora por Navarro, es, ante el desvarío permanente de
Artur Mas y
de Convergencia, el único eslabón con la realidad española como nación, y habría
que cuidarlo, pienso, como especie en vías de extinción.
A
Rubalcaba le toca dejar restañadas las heridas,
profundizar en las reformas -constitucional, federalismo, regeneración de
la vida pública-que ha ido proponiendo, incluso forzando de una vez el
gran pacto con el PP para fortalecer la Corona...Y, claro, dejar la casa ordenada
para una sucesión que ha ido posponiendo. Creo que, incluso con sus errores y sus
deficiencias, a Rubalcaba hay que reconocerle muchos méritos, y muy sectario
será quien no admita que, al menos, ha intentado ese pacto, ahora ya casi
imposible desde que pidió públicamente la dimisión de
Rajoy, una de sus
equivocaciones.
Miro con esperanza ese terremoto interno en el PSOE, porque
necesitamos una alternativa que ilusione al ciudadano hasta donde la ilusión aún
sea posible. Me dicen que el mes próximo, una conferencia sectorial en Gijón,
preparada por
Ramón Jáuregui, hará propuestas más concretas que hasta ahora en
puntos como la reforma del Senado, la regeneración interna de los partidos o la
normativa electoral. Confío en que, efectivamente, este partido, que sigue, aun
en su debilidad, teniendo un enorme poder en España, sea capaz de emprender un
vuelo creíble y digno de confianza. Lo necesitamos, votemos a quien votemos y
creamos en los postulados que creamos.
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