Ayer, otra
vez, volvió a los mentideros el cambio
de manos de Alfaguara, que habría
pasado ya a Mondadori. Pero en seguida hubo un desmentido oficial. Y
los malvados del twiter, que se preguntan qué será de sus autores, sin el apoyo
de El País.
Nuestra vida
está cruzada por los tópicos. En todos los años que llevo en este raro oficio
de la información y la crítica cultural y de libros, hay dos que nos persiguen
y nos perseguirán de por vida: el primero, la excelencia del cultural de ABC, incluso tras la defección de Ansón y Blanca Berasátegui, que se llevaron el chiringuito a El Mundo. El segundo, la "pesadez" y las
"barbas" de Babelia, y su servidumbre
a los intereses del grupo Santillana.
Y los dos son falsos.
Los dos
suplementos -y hasta el tercero- han pasado por fases y etapas distintas, y en
los dos ha habido momentos más estelares
que otros. Ninguno pasa ahora por el mejor, creo, pero ni era cierto que en uno
había más información, ni era verdad que el otro favoreciera mayoritariamente
los libros del mismo grupo empresarial. Ni que sus críticos, que algunas veces
se enrocaron, fueran más abstrusos... En mis años de profesional intermitente
allí, y han sido muchos entre pitos y flautas, mi atención a los libros de Alfaguara y a sus autores no ha sido
superior a otros. A lo mejor, al contrario. Y eso que su catálogo es bastante
ejemplar, en gusto y en calidad. Y en criterio, y en riesgo, con las variantes
que ustedes quieran barajar. No creo que, en caso de que finalmente se
concretara esa venta -que a mí me han confirmado fuentes de solvencia-,
tuvieran mucho qué temer sus autores, aunque, de hecho, y ante el temor y
temblor de los últimos meses, buena parte de ellos están fichando por otros
sellos.
El problema
de la crítica literaria va por otro lado, tengo la impresión. He defendido
siempre su no inocencia. Una crítica de combate, de defensa y extensión de determinadas
estéticas, con las que el crítico coincide. Esas afinidades electivas que
siempre existen, se cuente o no. Y he defendido que se cuente. Los gustos y las
ganas cambian, claro, y hasta la voluntad de combate, que al fin y al cabo,
para qué.... Pero el problema de la crítica está en la retroalimentación y en la
prevaloración. Antes incluso de que aparezca el libro, se le guarda un hueco
predeterminado (el tamaño, la situación, el tratamiento). Y se decide el
crítico que se ocupe. Depende el que te encarguen, y su importancia previa, así
crecerá la tuya, querido crítico. Conste que yo, como crítica doméstica,
también me dosifico. Y que también me baso en la información que me van
enviando las editoriales, sus departamentos de comunicación, a los que
agradezco su esfuerzo titánico. Es así como van el negocio y sus
contradicciones.
Volviendo a Alfaguara, y su venta a Mondadori, sólo como ejemplo, me
pregunto qué es lo que escandaliza al medio. Y sé lo que me asusta a mí, aparte
cierto dolorillo sentimental. No es que la calidad de los libros vaya a bajar:
el grupo Bertelsmann publica muchísimos
y estupendísimos en sus numerosos sellos, y estas lágrimas han sido testigas de
muchos de ellos, y lo seguirá haciendo. Tampoco que se trate de una
multinacional alemana, con intereses en revistas y papeleras: el capital,
decíamos de pequeños, no tiene patria, y ya se está viendo en los paraísos
fiscales, y más en la globalización. Es la concentración de poder, a lo mejor
un poco excesiva, en tan pocos consejos de administración.... Por ahí hay ya
agoreros que hablan de la desaparición del escritor profesionalizado de clase
media, ese que podía vivir de unos cuantos artículos, unas conferencias y el adelanto
de un libro cada dos años.... Quien puede -y no es el único grupo poderoso ni
multinacional- bajará los precios. Y más, si no hay competencia ni subasta. Y
no creo estar "dando ideas": ya lo saben, y ya lo hacen.
Yo soy
partidaria de la biodiversidad, que parece que sólo garantizan los libroemprendedores, los pymes del libro. El editor Javier Fórcola, ha twiteado hoy mismo: "Editoriales:
los grandes, se comen a los grandes. En el reino de los dinosaurios, los que
sobreviven son los ratones". Si, los pequeños editores sobrevivirán. Los
críticos, también. Lo que no sé es qué
va a pasar con los autores, sin los cuales malamente ni unos ni otros.
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