viernes 19 de abril de 2013, 12:21h
Estuve
hace unos días con el ministro del interior, Jorge Fernández. Me contó su viaje
a Roma como consecuencia de la entronización del Papa Francisco. Me narró la
llamada de éste al Prepósito General de la Compañía de Jesús y me comentó que
el Papa tenía que viajar a Ávila a alguna conmemoración de Santa Teresa. Le dije
que seguramente pasaría por Loiola y Xabier con más tiempo que Juan Pablo II. Y
siempre que me ve Fernández me recuerda la deuda que hay con Ildefonso
Moriones, profesor de Historia Eclesiástica, que editó un librito en 1976
titulado "Euzkadi y el Vaticano" sobre la historia de una viaje de diputados y
burukides del PNV a Roma en tiempos de la República.
Monseñor
Pizzardo era subsecretario de Estado en Enero de 1936, cuando con burukides del
EBB el Grupo parlamentario vasco hizo visita al Vaticano. Pretendían los
diputados vascos realizar una labor de paz espiritual y de concordia ciudadana,
aprovechando su condición de católicos y sus excelentes relaciones con los restantes
grupos democráticos peninsulares. Entendían que las diferencias podían ser
resueltas por el diálogo y la comprensión. Iba a ser aprobado el Estatuto de
Autonomía política, que dotaba a los vascos de una situación, desde la cual
podrían influir poderosamente en la búsqueda de la paz civil. Había por otra parte
problemas eclesiásticos pendientes: los nombres vascos en el bautismo daban
lugar a penosas incidencias; la predicación en euskera era tomada como actitud
política; la designación de los obispos no tenía en cuenta la norma de la
Iglesia, según la cual, los prelados deben conocer el idioma de sus
congregaciones. Renunciado por la República el derecho de presentación, el
nombramiento de los obispos dependía solamente del Vaticano, que era donde había
que plantear el problema. A todo esto fueron a Roma aquellos diputados. Previamente
fue anunciada la visita y obtenido el placet para la audiencia.
Cuando los diputados llegaron a Roma, habíase disuelto el Parlamento de la
República y estaban convocadas las elecciones a diputados. En la Subsecretaría
de Estado, monseñor Pizzardo, el subsecretario, comenzó por pedir que tan numerosa comisión fuera reducida a
tres miembros, a los que recibió. Antes de que los diputados pudieran desarrollar
los temas que les llevaban al Vaticano, monseñor Pizzardo les espetó a la cara
la siguiente oración: "En España han sido convocadas elecciones generales.
En ellas luchan de una parte Cristo, de la otra Luzbel. Los católicos se han
unido todos para luchar juntos en una sola candidatura. Los únicos católicos
que se niegan a unirse con los restantes son los vascos. Si ustedes no firman
una carta comprometiéndose a luchar en las elecciones con los restantes
católicos, ni el Santo Padre ni el cardenal secretario de Estado les recibirán.
Para la Iglesia, hoy, el problema mayor es el de ganar las elecciones
convocadas".
Los diputados se
quedaron estupefactos. Contestaron a monseñor que ellos no
habían acudido al Vaticano a recibir consignas electorales; que si la Iglesia
jugaba la carta electoral podía ganarla o perderla; pedían que se midiera la
responsabilidad y contingencias que pudieran sobrevenir si se daba esta última
solución, añadiendo que lo regular era que las izquierdas obtuvieran las
mayorías en las capitales y en las provincias del Sur de Madrid, Cataluña y
Asturias, sumando en total dos terceras partes de los puestos de la Cámara. No
lograron impresionar a monseñor, ni fueron recibidos por el secretario de
Estado, cardenal Paccelli, ni por el Papa, Pío XI a la sazón. Ignoramos la
parte que el secretario de Estado y el Pontífice pudieran tomar en la actitud
de monseñor Pizzardo.
Aquella espina histórica quedó clavada y en 1988
Joseba Zubia, Emilio Olabarría, Ignacio Echeverría y quien esto escribe
quisimos repetir la experiencia que una vez más resultó fallida. Conseguida la
audiencia con Juan Pablo II una larga mano de la embajada la malogró.
Ante la elección del nuevo Papa he querido saber si
Monseñor Bergoglio había tenido alguna relación con la colectividad vasca en
Argentina. El Centro Laurak Bat de Buenos Aires me remitió esta nota:
"Recordamos con cariño cómo el año pasado en la celebración
de la fiesta de San Ignacio de Loiola, santo patrono de nuestro Centro y entre
los actos conmemorativos de los 135 años de su fundación, iniciamos los
festejos con una misa que se llevó a cabo en la iglesia de San Ignacio, la más
antigua de la ciudad de Buenos Aires, que cumplía también 300 años.
La misma fue oficiada por el entonces arzobispo de Buenos
Aires y primado de la Argentina, cardenal Jorge Mario Bergoglio. En su homilía
evocó la personalidad de quien fuera fundador de la Compañía de Jesús a la cual
él pertenecía. Tuvo también palabras de reconocimiento y afecto para con
nuestra institución y la colectividad vasca.
En la ceremonia hicieron guardia de honor nuestros
dantzaris, con la bandera argentina y la ikurriña y al final de la misma
bailaron un aurresku en el templo en honor de nuestro patrono. El cardenal
Bergoglio saludó cordialmente en el atrio a la numerosa concurrencia y con la
sencillez que lo caracteriza se retiró calladamente.
Por otro lado cabe destacar que actualmente tenía a su lado
en el Arzobispado de Buenos Aires como vicario general y uno de sus más
directos colaboradores a Mons. Joaquín Mariano Sukunza, un vasco nacido en
Pamplona, quien pasó gran parte de sus años de niñez y juventud en nuestra
casa, el Laurak Bat, compartiendo nuestra cultura y tradiciones".
Seguramente a Jorge Bergoglio le hubiera gustado llamarse
como Papa Ignacio, no en vano es jesuita, pero la Compañía de Jesús es todavía
un hueso duro de roer en algunas instancias y ha elegido Francisco. Veremos lo
que dice cuando visite Loiola. Ojalá le haga caso a lo que le ha dicho Jon
Sobrino.
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Comentarios
Últimos comentarios de los lectores (2)
20374 | Cuquiña - 21/04/2013 @ 16:44:45 (GMT+1)
Pintoresco, lo de algunos vascos es increíble, igual os abrazáis con fervor a San Ignacio que nombráis Presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento Vasco a un asesino múltiple como Josu Ternera. ¿Los abrazos a los santos los hacéis para disimular, porque no se puede servir a dos señores, a Dios y a los asesinos. Así de indecentes.
20329 | Au contraire - 19/04/2013 @ 12:42:22 (GMT+1)
Parafraseando al comisario Renault en Casablanca "¡Qué escándalo, he descubierto que en el Vaticano se hace política!" ¿Cinismo? "Los diputados se quedaron estupefactos. Contestaron a monseñor que ellos no habían acudido al Vaticano a recibir consignas electorales" Aquellos diputados debían ser aún más tontos que los de hoy. Y eso que los actuales de medio pelo, contigo Iñaki, a la cabeza, no se quedan muy atrás si en 1988 quisisteis repetir la experiencia.
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