¡Que no nos falte de na, que no, que no!
jueves 18 de abril de 2013, 08:17h
Tímidamente, como si sintieran vergüenza ajena, algunos
organismos públicos y privados han vuelto este año a ofrecer sus habituales
recepciones, suspendidas estos años atrás, en la Feria de Sevilla. La cuestión
no es baladí porque supone un leve síntoma de que, o bien ya nos hemos
acostumbrado a la consabida crisis, o ésta se está tímidamente superando.
Aunque el Ayuntamiento de Juan Ignacio Zoido continúe con su política de
recortes y la caseta municipal no abra sus puertas a los antiguos festolines de
jamòn y langostinos gratis total, algunos partidos políticos, empresas e
instituciones sí han retomado su copa ferial para poder sobrellevar lo mejor
posible con Cruzcampo fresquita, manzanilla helada o rebujito los casi cuarenta
grados que soportan cada tarde los miles de feriantes que acuden al Real de Los
Remedios. Y es que el tema que monopoliza las conversaciones no es otro que la
calor, no el calor, sino la hartá de calor que se deja sentir por todos los
poros y que traspasa camisas, corbatas, chaquetas y trajes de gitana a lo largo
y ancho del recinto.
¡Ohú, qué caló!, es la frase más repetida mientras los abanicos tratan de
mitigar sudores. Ni la condena de la Pantoja ni el atentado de Boston ni
la media verónica de Morante de la Puebla ni los EREs de Griñán son
capaces de quitarle protagonismo alguno al sofocón de la tarde. Y una
curiosidad malsana, mientras en la mayoría de las casetas ha desaparecido
totalmente el fino de Jerez, siendo sustituído por la manzanilla sanluqueña, ¿a
qué no saben en qué recepción sí había medias botellas de fino Tio Pepe sobre
cada mesa? No, no hay que ser un lince, en la del PP. ¿Les suena? Elemental,
querido Mariano. Por suerte para los populares, ese día se libraron de
los escraches y los únicos que acosaron al personal de la caseta fueron los
vendedores de lotería, tabaco y claveles. No apareció nadie vendiendo abanicos.
Se hubiera hecho de oro.
En la calle Juan Belmonte, junto a una conocida caseta de periodistas
llena a reventar del personal de Canal Sur, me encuentro con unos sevillanos de
toda la vida que, a la sombra de un árbol, combaten los estragos del sol. En su
mano, una jarra de rebujito con mucho hielo y dos catavinos. Ambos visten el
terno de moda, chaqueta celeste, camisa a rayas finas, corbata azul con dibujos
de toros de Osborne en rojo, y pantalón azul marino o gris marengo. Contemplan
impertérritos al personal que deambula por la Feria, Pascual Márquez arriba,
Gitanillo de Triana abajo, sin una mísera caseta donde reponer fuerzas,
que por desgracia aquí son la gran mayoría. Muchos de ellos han llegado de
fuera atraídos por la llamada de la fiesta. Contemplan boquiabiertos el paseo
de caballos, la decoración de las casetas, y el baile por sevillanas de dos
pedazo de morenas de veinte años de uno ochenta de estatura y cuerpo
escultural, enfundadas en sus ceñidos trajes de gitana de tonos blancos y topos
rojos. ¡Que no nos falta de na, que no, que no...sonaba la sevillana. Los
enchaquetados, ajenos al bullicio de la calle, a los empujones y a las gitanas
ofreciendo claveles, practican un extraño ballet con los brazos extendidos y
los vasos a modo de capote. Aunque uno no es asiduo a la Maestranza, ni que
decir tiene que hablaban de la famosa media verónica de Morante.
Alguien, ajeno al mundo del toro, apostillaba acertadamente: "Pues menos
mal que sólo fue media, que si llega a dar la verónica entera le hacen un
monumento como a Curro".
No todos los pobladores de esta fiesta universal están conformes en como se
desarrolla la misma. Hay algunos críticos que, desde el interior de su caseta y
bajo el fresco aire de los ventiladores, pontifican sobre la catetería y el
ombliguismo de los responsables políticos de la Junta de Andalucía y del
Ayuntamiento hispalense, aunque una y otros sean de muy distinto color
político. El ínclito, al que jalonan numerosos éxitos deportivos bajo su
mandato, se mostraba bastante explícito por diversas jornadas celebradas en
Madrid y en Nueva York para potenciar la marca Sevilla. "Lo que no puede
ser es que siempre vayan los mismos, ya sabes, Siempre Así, Luismi
Martín Rubio, Carlos Herrera y algún otro de los habituales en estos
saraos, mientras que a los que de verdad podrían hacer algo importante por la
ciudad, se quedan al margen y nadie los conoce. Pero ya sabes, Sevilla es como
es y tenemos lo que nos merecemos" Puede llevar razón. Uno no entiende
como una ciudad más del treinta por ciento de su población activa en el paro,
puede permitirse esta Feria. Claro que, si lo la hubiera, miles de personas no
sacarían esta semana un sobresueldo que les alivie algo de sus penurias. Y todo
ello pese a los inspectores de Cristóbal Montoro. ¡Que no nos falte de
na, que no, que no!
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