El suicidio de las instituciones
martes 09 de abril de 2013, 18:24h
Las palabras, que tratan de reflejar la
profundidad de la crisis, se descontextualizan por su uso reiterado sin
efectos terapéuticos. Pierden sentido porque cuando revelan tragedias y
urgencias, en la política española, ninguno de los afectados recurre a
la catarsis.
La democracia española está desnaturalizada y ha perdido la
virtualidad de permitir una sociedad transitable. Las encuestas son
tozudas e indiscutibles. Se han roto los nexos de unión de la mayoría de
los ciudadanos sus representantes y las instituciones.
Es casi imposible encontrar una institución en la que confíen los
ciudadanos. La lista sería interminable, pero desde luego no se salvan
ni los partidos, ni los sindicatos, ni los organismos reguladores de la
vida económica, ni las organizaciones empresariales. Y tampoco la
Monarquía. Este barco que es España, tiene tantas vías de agua que no
admite recomposiciones; no sería exagerado hablar de una refundación
como país.
La pasividad de los responsables de esta situación indican
claramente que les falta coraje porque entienden que, desde la comodidad
aparente de su situación actual, los cambios imprescindibles reducirían
sus privilegios. Sencillamente no están por la labor.
La Monarquía es la última institución que ha entrado en la
trituradora social. Siempre estuvo sujeta por alfileres, anclada en la
creencia de que había sido una herramienta útil de la transición. Fue
implantada con fórceps, como solución de un tránsito de la dictadura, en
la que la figura del entonces príncipe había estado comprometida, a la
democracia posible. Entonces, el riesgo de involución, la insoportable
realidad del terrorismo y el poder que tenían todavía los militares del
franquismo, nos empujó a los brazos de una corona reinventada. Ese
idilio forzado por la tozudez de los hechos, se ha roto.
No hay entusiasmo republicano y hay desafección monárquica. La
Constitución tiene las costuras rotas por la falta de consenso de la
conceptualización de España y por la incapacidad de dar respuesta
práctica a las demandas imprescindibles de los ciudadanos.
La única solución para evitar el caos es una refundación de la
democracia española que parta de un nuevo proyecto constituyente. El
problema es que el tiempo es limitado y mañana puede ser demasiado
tarde.
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Comentarios
Últimos comentarios de los lectores (1)
19989 | Esteban - 10/04/2013 @ 18:44:52 (GMT+1)
No estamos en una crisis del sistema, sino de uno de los modelos en que éste se materializa; en particular, el modelo "Construcción-Consumo Efecto Riqueza-Endeudamiento", la democracia no está en riesgo, lo está la partitocracia, la reforma electoral, la separación real de poderes, la reforma del sistema autonómico, etc., todo eso puede esperar. Antes de hacer nada de eso es imprescindible echar a la calle a los miles y miles de enchufados a las mamandurrias de : ayuntamientos, mancomunidades, fundaciones, consorcios, empresas públicas o semipúblicas, cargos de confianza, asesores, hablando en plata "adelgazar la ADMON. Y también lo es acabar de un plumazo con cualquier subvención cuyo objetivo no sea fomentar la I+D en algún área estratégica.
Obligar quien ha defraudado-robado dinero público a devolverlo, ponerlos en manos de la Justicia para que paguen por ello, cárcel, inhabilitación para ejercer cargos públicos de todos aquellos que hubieran tenido cierto grado de responsabilidad en el desastre actual, Banca-Cajas, Preferentes y corrupción en general, seguido de leyes que castiguen con ejemplaridad cualquier tipo de clientelismo y corrupción en el futuro.
Y ya, después, nos ponemos con el resto de asuntos de estado.Parece que la Ley de Transparencia que anunció la ínclita Cospedal es en diferido, hace ya dos meses de ello, no digamos ya la auditoría de su partido, que ha pasado a mejor vida
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