lunes 08 de abril de 2013, 12:51h
El frivolidad de
las encuestas cuando apenas se ha rebasado un año de nuevo gobierno, es,
precisamente, ese: que son encuestas. Pero para ver la tragedia no hace falta
sino mirar las mismas cifras desde otra óptica: si cuando apenas se ha rebasado
un año de gobierno, las encuestas ya dicen lo que dicen, qué pasará cuando se
cumpla la legislatura y haya que volver a las urnas. Pero se mire como se mire,
la debacle que apuntaba el sondeo de "El País" el pasado domingo debería hacer
reflexionar tanto al partido en el poder como a la oposición.
Ya sabemos todos
la respuesta oficial ante estas cosas: el único sondeo válido es el de las
urnas. Y además es verdad porque luego, en España al menos, las intenciones de
voto y los votos reales suelen diferir bastante y nadie es capaz hoy por hoy de
prever como irán las cosas dentro de tres años si es el que el PP aguanta
entero su mandato. Pero precisamente
porque los resultados difieren, hay un
detalle en estos sondeos que merece la pena tenerse en cuenta.
Cuando a un ciudadano se le pregunta sobre
estos temas sin nada inmediato, sin elecciones, ni campañas, ni otra cosa que
la cotidianeidad aburrida -en España esa cotidianeidad lleva mucho sin ser
aburrida, pero se me entiende- yo estoy seguro que se contesta desde el corazón,
desde el impulso primario sin más; luego, cuando debe verdad toca elegir, ya
estamos más mediatizados y nos dejamos llevar por otras razones que van desde
el miedo al cambio a la necesidad y hasta el deseo que tenemos de creer lo que
se nos cuenta. Por creo que reflejan mejor el estado ánimo de la ciudadanía estos
sondeos sin motivo aparente que los que se puedan hacer próximos a unas
elecciones.
Y el resultado
que reflejaba el estudio encargado por "El País" es, en este sentido,
absolutamente revelador de un enorme cabreo nacional con los dos grandes partidos de la
democracia, una insatisfacción manifiestamente declarada y aclarada donde se
rechaza por distintos motivos, lógicamente, la forma de estar en la vida civil
tanto del PSOE como del PP. No nos gustan, nos sentimos engañados,
traicionados, manejados y, sobre todo, absolutamente lejanos de unas siglas que
ya no nos son lo que eran y de unas promesas y de unos planteamientos que ya no
nos creemos.
Imagino que el
único consuelo que nos queda es que aquí no hay ni payasos -en el sentido
estricto- ni una extrema derecha fascista ni una extrema izquierda real al
margen de los antisistemas que no son nada por su propia definición. Están UPyD
e IU como alternativas no ya arañando votos sino llevándoselos en cubos y los
partidos nacionalistas con una parroquia por ahora fiel (aunque convendría que
ni PNV ni CiU perdieran de vista la realidad).
Pero son sondeos,
claro. Luego, como antes he dicho, cuando ya se empiecen a imprimir las
papeletas, las cosas cambian un poco y aunque no es fácil que ni PSOE ni PP obtengan
grandes resultados, seguramente no será el despeñamiento que ahora se vaticina.
La única posibilidad para el actual Gobierno es aguantar en todo caso el tirón
y confiar en Merkel y/o Europa para que de aquí a tres años el panorama haya
cambiado. Al PSOE le hace falta un líder y una cierta coherencia tanto por el
Sur como por el Noreste. Lo que está claro es que o empiezan a tomarse en serio
su propia debilidad o para gobernar España va a haber que hacer encaje de
bolillos.