Llega con una maleta pesada. Le cuesta trabajo
arrastrarla, aunque tiene ruedas. La sube con esfuerzo a una silla, la abre y
empieza a sacar su pequeño tesoro. Lingotes de palabras envueltas en tinta y
celulosa, que contienen historias con las que pretende enamorar a quienes hoy
van a sentarse frente a ella.
Cristina tiene "Un cuarto propio" (
uncuartopropio.com) desde
hace tiempo. Se enamoró de
Virginia Woolf y terminó por convertir su profesión
de librera en la vocación de recetadora de libros. Para el mal de amores, "La
lectora de Jade". Para el fanatismo religioso, "Lamentaciones de un prepucio".
Para los niños que no quieren dormir con la luz apagada, "El monstruo que se
comió la oscuridad". Y así hasta completar un catálogo cambiante, que lo mismo
se adapta a una reunión de embarazadas que a unos treintañeros ávidos de
páginas picantes o a una cumpleañera que ve la vida en libro.
La crisis le obligó a cerrar su librería en Ciudad Real,
pero aquello fue solo el comienzo de una nueva manera de ganar lectores. O
clientes. Como prefieran. Porque decidió cambiar la obligación del alquiler por
la aventura de la itinerancia, la esclavitud del horario comercial por la libre
disposición de un horario 24 horas hecho a medida del reloj online, un bicho de
agujas que nunca duermen. Y así nació el tupperbook, reuniones en casas,
bibliotecas y hasta cafeterías de hospital en las que en lugar de cacharros de
plástico (para guardar comida o para alimentar orgasmos) se venden libros.
Aunque ese, el de vender, es el último paso. Porque para Cristina Serrano lo
importante es "que los lectores descubran nuevos títulos, que se enganchen a
leer aquellas cosas que verdaderamente les interesan, o que sepan qué libros
regalar a amigos y familiares... y no fallar en el intento".
Cuando una librería cierra, hay libreros que abren una
ventana en forma de estantería ambulante. Solo falta dejar que los libros
acerquen a ti.
Lea también:-
Cuerda lleva su humor al libro: 'Si amaestras a una cabra, llevas mucho adelantado'