Sobre la Infanta Cristina, una teoría equidistante
viernes 05 de abril de 2013, 11:37h
Como casi siempre
en este país, no es que haya gustos para todo, es que hay pasiones desatadas que
defienden y atacan lo que sea con la virulencia secular que nos caracteriza. Y
no está mal ni bien ese feroz
apasionamiento que nos ha llevado a grandes tragedias y a grandes
triunfos.
Y ahora nos llega
la imputación de una Infanta de España en un caso incomprensible protagonizado
por un señor que lo tenía casi todo, su marido Urdangarín, y que
incomprensiblemente parece que no se conformó y quiso más y para conseguirlo,
presuntamente aun, no sólo se pasó al otro lado de la Ley sino también de la
ética más elemental salpicando en esa carrera absurda hacia el dinero a una
institución básica -nos guste o no- como
es la Monarquía.
¿Y cuál es la
teoría equidistante? Pues que parece lógico que se impute a la Infanta por
varios motivos: porque aparece como miembro de esas sociedades o fundaciones
que se investigan, porque existen correos que pueden implicarla y, sobre todo,
porque la gente dice, con razón, que cuando una pareja se compra un chalet de
no sé cuántos millones, lo normal es que los dos sepan de dónde ha salido ese
dinero. Y aquí viene mi equidistancia.
Uno, que ha
tenido una empresita en su vida, gracias a Dios olvidada y desparecida hace
muchos años, cuando la constituyó puso como socios a una serie de personas
porque así lo exigía la Ley y, naturalmente, eché mano de unos cuantos
familiares cercanos con participaciones mínimas que se limitaron a firmar la
constitución de la sociedad pero que nunca pidieron cuentas de su marcha ni
explicaciones sobre los muy escasos contratos ni sobre los casi nulos
beneficios que se iban haciendo.
Sé que los casos
no son comparables pero me pregunto -y es lo que el juez instructor querrá
saber- hasta qué punto la Infanta Cristina estaba involucrada en "los eventos"
de esas fundaciones y, sobre todo, hasta qué punto su marido le explicaba las
sucias cañerías por las que llegaba tanto dinero a casa. Porque una cosa es
desconocer que la pareja se enriquecía -lo cual es absurdo- y otra la
información que recibía doña Cristina de esa riqueza. No es fácil imaginar a la
esposa preguntando al marido si las operaciones eran o no legales o revisando
los contratos que se firmaban; imagino
que daba por hecho que todo estaba bien y que Urdangarín y su socio eran unos
linces. Pues no. Todo parece indicar que eran más bien unos golfos -presuntos,
claro- que se aprovecharon de su privilegiada posición y, seguramente, hasta es posible que del nombre de la hija de
Rey.
¿Quiero decir que
no se debería haber imputado a doña Cristina? En absoluto, al contrario; quiero
decir que hace bien el juez en tomar esa decisión pero que también existe la
posibilidad -y no me parece nada descabellada- de que ella no fuera cómplice
consciente de los chanchullos de su marido y el socio. Será complicado
demostrar tanto su implicación directa como su inocencia absoluta, pero para
eso está la Justicia y lo que todos esperamos es que se llegue a la verdad.