Veinticuatro millones de esclavos
miércoles 03 de abril de 2013, 16:27h
¿Se imaginan una cárcel con veinticuatro millones de
esclavos sin esperanza ni futuro? ¿Qué tipo de barrotes y celdas han de
construirse para sepultar en la oscuridad a tanta gente? ¿Cómo es posible mirar
para otro lado en un momento en el que tanta gente agoniza?
La monarquía de Corea del Norte resuelve sus problemas
internos amenazando con bravuconería a sus vecinos del sur y consigue, al menos
a corto plazo, apretar los grilletes de tantos hombres y mujeres que debieran
ser libres.
Un personaje ajeno a toda humanidad, Kim Jung-Un -quien
heredó el gobierno del país de su padre Kim Jong-Il, y éste, a su vez, tomó la
dirección del yugo de su abuelo Kim Il-sung-, sostiene una férrea dictadura sin
que nadie en occidente y oriente haga nada por apiadarse de tanta gente.
La Guerra de Corea (1950-1953) dividió la península en dos
naciones que admitieron separarse para siempre por una línea imaginaria: el
paralelo 38. El norte, protegido hasta ayer por China, sostuvo un régimen cuya
excentricidad es defender un sistema filosófico, el juche, que viene a ser algo
así como una desviación del leninismo, una especie de excusa para alimentar de
explotación a toda una nación.
Cada vez que los esclavos zarandean sus cadenas el monarca
absoluto saca pecho ante los vecinos del sur, ahora con una amenaza nuclear,
luego porque los bombarderos furtivos B-2 norteamericanos se han atrevido a
surcar su espacio.
A veces son capaces de bombardear una isla de Corea del Sur,
como aquel suceso de 2010 que tuvo en vilo a casi todo el mundo. O llenan las
nubes de radiactividad tras poner a
prueba la paciencia de todos con una prueba nuclear.
No se trata de comparar el imperio chino con el
norteamericano, de sembrar de comparaciones imposibles uno y otro bando. Se
trata de que Corea del Norte es una cárcel con veinticuatro millones de
habitantes y unos cuantos carceleros que mantienen a niños y ancianos, hombres
y mujeres, en la esclavitud más horrorosa sin que nadie se atreva a resolver.
Entre 1995 y 1998 murieron de hambruna casi un millón de
personas sin que los dirigentes de Pyongyang parpadearan. Imagino que cuando el
tiempo y la historia libere el país se verán escenas de miseria y pánico, décadas
de sufrimiento y silencio, páginas de la historia que llenarán de vergüenza las
lecturas de nuestros nietos quienes se preguntarán qué hicimos para liberar a
tanta gente.
Entonces será tiempo para espetar a tanto mudo que no abrió
la boca cuando una buena parte de la humanidad era esclavizada. A tanto ciego
que no quiso ver. A tanto sordo que no escuchó. Entonces, sí, entonces ya será
tarde.
Por eso, ¿se imaginan una cárcel con veinticuatro millones
de esclavos sin esperanza ni futuro? ¿Qué tipo de barrotes y celdas han de
construirse para sepultar en la oscuridad a tanta gente? ¿Cómo es posible mirar
para otro lado en un momento en el que tanta gente agoniza?
@AntonioMiguelC