miércoles 27 de marzo de 2013, 09:37h
ETA ha hecho público un comunicado fechado el 17 de marzo a través del
diario 'Gara'. Por supuesto se amenaza
con una pataleta, pero un análisis del mismo nos revela el patético
desconcierto de quien no sabe como poner fin a más de medio siglo de terror,
mientras su presencia se diluye en los medios de comunicación. La irrelevancia
de la banda se ha ido haciendo patente a lo largo de los más de dos años que
han pasado desde el anuncio del alto el fuego permanente.
Los principales periódicos vascos en estos meses han relegado la
noticias sobre ETA, detenciones o manifestaciones sobre los presos en su mayor
parte, a espacios cada vez más lejanos de la cabecera, dedicándole menos
espacio y suscitando cada vez menos comentarios entre los lectores. Según el
último CIS, el terrorismo como preocupación sólo fue citado por el 0'2 % de los
españoles.
En el último año y medio ETA ha intentado mantener su mermada
presencia en los medios de comunicación con siete comunicados, En ellos suplica
desesperadamente una negociación como condición para el desarme y su
disolución, y acusa a Francia y España de cerrarse al dialogo. No entienden que
sin su violencia terrorista no hay conflicto; son como secuestradores sin
rehenes, y el desgaste del tiempo y la clandestinidad juegan en su contra.
El contexto del último comunicado es la expulsión en febrero de
Noruega de los representantes de ETA Ternera, Plá y Sorzabal, poniendo fin a
los intentos de negociación auspiciados por la Comisión de Verificación
Internacional. Era la última esperanza etarra de internacionalizar su problema,
algo que siempre han intentado, y ese fracaso ha propiciado el texto remitido a
Gara con fecha del 17 de marzo. Son
poco más de ochocientas palabras excluyendo los vítores, arribas y arengas de
rigor. Pero los mantras etarras, esos leídos en las pancartas de las
manifestaciones abertzales, revelan lo siguiente:
"Dialogo" es la palabra más manida; hasta ocho veces, siempre
afirmando la disposición de la banda al mismo y acusando a los gobiernos
franceses y españoles de negarse a parlamentar. Todavía no han entendido que ellos
no representan a nadie.
La palabra "conflicto" es la segunda más repetida; seis veces. Siempre
asociada de manera obsesiva con los términos consecuencias y resolución. Es lógico.
Deben creer en ese principio de la propaganda; a base de repetir la mentira
engañarán a todo el mundo todo el tiempo sobre la existencia de un conflicto,
una guerra con dos partes especulares.
Luego la cosa decae; "negociación" aparece sólo tres veces. Deben tener
muy poca fe ya en sus precarias bazas. Una de ellas es la del "desarme", citado
dos veces; la primera vez para negarlo, pero repetido unas líneas después para
dejar esa puerta abierta. Sería un triunfo para cualquier gobierno, pero ¿a
cambio de qué?. El ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, repite lo de
siempre: solo admitirá la "disolución incondicional" de la banda.
Pero tan interesante como lo anterior es lo que no se dice; a los
"presos políticos vascos" sólo se les menciona una vez, y en ningún sitio se
menciona ni el acercamiento a cárceles vascas ni una amnistía. Qué se pudran,
no haberse dejado coger, deben pensar los que todavía se esconden en las
cloacas. Tampoco se menciona la independencia como condición, ni la autodeterminación.
Las renuncias se van haciendo cada vez más evidentes, pero aún hay más de 300
crímenes de la banda sin resolver. Y exculpaciones como las de Laura Mintegui,
la portavoz de EH Bildu, cuando ha calificado de "asesinatos políticos" los de
ETA. Ante el revuelo levantado ha pretendido justificarse diciendo que se
refirió al asesinato del socialista Fernando Buesa como "una muerte por
causas políticas" y añadió que "todas las víctimas son evitables,
porque todas tienen un origen político". Como las purgas de Stalin, las
masacres de Pol Pot en Camboya, las matanzas de bosnios o el genocidio armenio.
El coordinador general de Aralar, Patxi Zabaleta, va más lejos. Condenado él y
su movimiento a ser fagocitados por Bildu y Sortu trata de hacerse valer en ese
mundo; ha afirmado que son mucho peores "los mercenarios de los GAL que
los que han luchado por sus convicciones", y ha pedido la puesta en
libertad de "todos los presos de conciencia", juzgados, según él,
"en jurisdicción de excepción". Cuantos más ideólogos haya
justificando el asesinato por motivos de conciencia política y una situación
"de excepción" más difícil será convencer a los etarras residuales de que
ellos, y sólo ellos, eran el conflicto.