Mire usted que han pasado cosas a lo largo y ancho de esta semana que
concluye. Pues yo, en el ámbito nacional -es decir, dejando aparte el 'boom'
mediático de la elección del Papa
Francisco--, me quedaría con la decisión del
ministro de Hacienda de investigar a esas fallas valencianas, una de las cuales
representa al señor
Montoro como el cobrador del frac con facciones algo
vampirescas. "Este Gobierno no va a por todas", comentaba un amigo
en Valencia; "va a por todos".
Me da la impresión de que la política recaudatoria de Don Cristóbal
Montoro, ministro quemado donde los haya en un Gobierno en general bastante
chamuscado, no le está sirviendo para hacer amigos, lo cual, en un ministro de
Hacienda, es más bien meritorio. Pero convertirse, da la impresión de que
porque sí, sin más, en el antipático de la fiesta (la fallera en este caso;
antes pasaron por la lupa y el descrédito público artistas, deportistas,
tertulianos radiofónicos...), podría no estar tan justificado. Sobre todo,
en el país de las, ejem, irregularidades fiscales a gran escala perdonadas y
amnistiadas en el mayor de los silencios y en la opacidad de los pasteleos bajo
cuerda.
Una política hacendística como Dios -y el Papa Francisco-mandaN,
la hagan desde la derecha o desde la izquierda, supone, y más en tiempos de
crisis, un intento de acercamiento entre los extremos de la sociedad, procurar
una mayor justicia social. No estoy seguro de que la ciudadanía perciba que las
cosas se están haciendo en esta dirección. Y la denuncia de posibles o
probables infracciones fiscales de algunos -algunos, señor Montoro: los
menos, sin duda-famosos o del famoseo no vale para paliar la inquietud
que muchos puedan tener. En el sentido de que acaso las cosas, en la
microeconomía que afecta a su bolsillo de usted y al mío, no se están haciendo
como es debido, digan lo que digan los 'cabezas de huevo' de la UE, que tampoco es que merezcan
diplomas, precisamente.
Ya sé que no es este un Gobierno muy confesional -ni falta que le
hace, por supuesto--, pero estoy seguro de que podría aprender algo de las técnicas
del nuevo Pontífice para caer bien a la mayoría. Que es justo lo contrario de
lo que está haciendo este Ejecutivo, fiado quizá en que no hay elecciones hasta
dentro de muchos meses y en que el principal partido de la oposición está aún
bajo mínimos más mínimos, valga la horrible redundancia. Siento decirlo, pero
la primera obligación de un Gobierno, de cualquier Gobierno, es resultar simpático
a la ciudadanía que le elige y le paga. Sí, señor Montoro, y le paga.
>>
El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>>