Ya hemos volado los picos
jueves 14 de marzo de 2013, 18:43h
Una vez más los políticos enredan con la Educación sin dejarla en manos de profesionales. Acabaré dando la razón a un psicopedagogo a quien escuché hace muchos, muchísimos años en una conferencia. Lo único que puedo recordar, porque entonces me pareció una más de tantas estupideces , es que la Psicopedagogía necesitaba una jerga propia, hermética para los no iniciados. Argumentaba que ningún profano discute la etiología de un diagnóstico al médico o un fundamento jurídico a un letrado, pues usan crípticos argots plagados de tecnicismos. Pero cualquier español, incluso los políticos, ha pasado por alguna etapa del sistema educativo, y así todos se consideran una autoridad para diagnosticar sus males y prescribir las curas correspondientes, sesgando sus conclusiones con buenas dosis de extracción social, ideologías o creencias religiosas.
Criticar a un opositor de magisterio que no ha cumplido la treintena por no saber las provincias por las que discurre el Guadalquivir es tan divertido como esas antologías del disparate que elevan a categoría el despropósito de un examen entre miles de respuestas correctas. Cualquier aspirante a una plaza de maestro menor de los treinta, es decir, la mayoría, ha estudiado bajo las premisas de la LOGSE de 1990. Y ahora nos reímos porque carece de unos conocimientos memorísticos que nadie se ha preocupado en enseñarle.
La famosa reforma educativa se elaboró bajo una serie de premisas; unas mejores que otras. Una era la enseñanza comprensiva, según la cual los alumnos, antes de los 16, no podían optar por itinerarios diferentes, profesionales o académicos. Tampoco se podía separar a los alumnos por su rendimiento, esperando que los mejores sirvieran de ejemplo a los peores y que las clases fueran siempre del más alto nivel, corrigiendo los desfases con la atención individualizada del profesor. Como siempre, a los políticos les cegó el buenismo ilusionante de la propuesta, negándose a presupuestar la ley de financiación correspondiente. El desastre consiguiente se maquilló manipulando el control de calidad al final del proceso. Por eso tampoco olvido las palabras de un inspector de educación de la época, con quien viajé un día. Me dijo, refiriéndose a la educación. que ningún sistema podía permitirse un tanto por ciento tan alto de productos fallidos al final de la cadena de montaje. La solución, muy soviética, no fue mejorar ningún paso del proceso, sino rebajar las exigencias del control para minimizar las cifras del fracaso escolar posibilitando la titulación general de la población. Me lo recordó hace unos días el Roto en una de sus maravillosas viñetas, en la que decía "Volaremos los picos para que todo el mundo pueda pisar las cumbres". Además se culpaba a los profesores de un porcentaje demasiado alto de suspensos; era el triunfo de la reforma y el sistema, a pesar de no obligarse a presupuestar ni un duro más para extender la obligatoriedad educativa hasta los 16 años. Cualquiera de esos niños pudo llegar al bachillerato sin saber nada de los ríos o provincias españolas. Tal vez supiera algo de los de su propia comunidad autónoma, tal vez, pero nada de las vecinas. Si en posteriores etapas optó por ciencias nadie le enseñó nada de Humanidades, y si escogió un itinerario de letras pudo llegar a la Universidad sin haber oído en clase nada sobre los gatos como mamíferos. Y nadie se atrevió a suspenderle un examen por confundir la "b" con la "v". La ortografía había pasado a ser considerada un arma fascista; era vista como un instrumento de clase para discriminar a los alumnos en cuyas casas no había libros ni se leía. Pocos alumnos terminan hoy cualquier carrera superior, aunque sea de letras, dominando la ortografía.
Los errores socialistas de la LOGSE no se arreglan utilizando el lenguaje de la educación decimonónica que usa Esperanza Aguirre o algunos sectores enciclopedistas del Partido Popular. Debemos tener claro que modelo educativo queremos, incorporando las nuevas tecnologías. Ahora mismo un alumno titulado en Magisterio podrá citarnos a Freinet, Decroly o Fröebel en relación al currículo, a Herbart, Watson o Skinner si hablamos de modelos conductuales, a Bruner, Piaget o Ausubel para los cognitivos, o a Vigotsky, Shulman y Medina para los ecológicos, pero si le preguntamos por las provincias de una comunidad que no sea la suya vamos de cráneo. El modelo en el que ese opositor ha crecido es otro. No es el memorístico de recitar todos los afluentes del Ebro, sino el de pensar que no es más sabio quien más sabe, sino quien sabe donde encontrar aquello que desconoce, es decir, aprender a aprender, competencia básica objeto de otra de las múltiples modificaciones legislativas, en este caso la LOE. Cuando todo el conocimiento de la humanidad se encuentra al alcance de un clic de ratón puede haber otras habilidades más útiles que saber de memoria cuál es la capital de Tayikistán. Ese es el verdadero debate. Volados los picos hay que señalar las nuevas cumbres.
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Comentarios
Últimos comentarios de los lectores (2)
19255 | Ignacio - 21/03/2013 @ 10:31:25 (GMT+1)
Pregunta: ¿Entre qué dos países están las cataratas del Niágara?
Respuesta de Germán, 13 años, multitud de notables en Conocimiento del Medio en un colegio que me cuesta 400 ? al mes:
-¿Entre Indonesia y Japón?
19017 | Angel - 15/03/2013 @ 10:20:18 (GMT+1)
Siempre que se menta el tema educativo recuerdo algunos artículos y libros (véase La hija de la guerra y la madre de la patria, por ejemplo) de Sánchez Ferlosio al respecto. Incide en la misma idea que usted sobre el actual provincianismo de la educación, viene a decir que lo que hay que enseñar a un alumno no es el nombre del río que pasa por debajo de casa, sino lo que es un río; el conocimiento tiene que ser impersonal frente al "tratamiento personalizado", tan de moda ahora, en sus propias palabras: "no es, evidentemente, el Teorema de Pitágoras el que debe adaptarse a las condiciones personales del alumno, sino éste el que debe adaptarse a la esencial impersonalidad de ese teorema." También le arrea bien a la jerga pedagógica, pido disculpas anticipadas por la extensión de la cita: "La execrable jerga pedagógica moderna ha introducido recientemente la horrísona palabra «motivar». Al chico ?ya pasaba en mis tiempos, aunque tal vez no hasta el extremo de hoy? no se consigue que le interese el contenido de las asignaturas por sí mismas, o sea el objeto que se le quiere dar a conocer (digamos la formación geológica de la corteza terrestre, con esas mismas costas o montañas a donde está deseando irse a veranear, para retozar por ellas como un borriquito con chándal). Entonces, no para crear en él un interés auténtico por el objeto en sí ?interés que en el objeto mismo tendría su único motivo y hallaría su propia recompensa?, sino para remediar esa falta de interés con un sustitutivo que lo estimule a aplicarse, a despecho de su fobia, en el estudio de la asignatura, para obtener a la postre un resultado de conocimiento que solamente una pedagogía ignara o francamente falaz y deshonesta podría pretender equivalente al resultado de conocimiento obtenido a partir de un verdadero interés por el objeto, entonces, digo, se lo somete a la terapia sintomático-behaviourista de crearle o aplicarle, como de costado, alicientes exteriores capaces de «motivarlo» o, con aún más horrísona palabra, «incentivarlo» para que abra algún libro de una vez.". Gracias por sus palabras don Bruno, es placer tenerle aquí.
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