El antiguo empresario se ha
transformado en el moderno emprendedor. Es la salida que tiene el joven que busca
trabajo, o el parado que lo ha perdido. Los
políticos manifiestan su apoyo, pero la
realidad es bien distinta.
No es
fácil ser emprendedor en España. No
estamos bien situados en los índices que calculan la competitividad de las
economías. Por ejemplo, en el que mide la facilidad para comenzar un negocio,
España se sitúa en el puesto 136, muy por debajo de la media europea.
Parece
ser que el verbo emprender está expresamente penalizado. Antes de emprender, el
emprendedor se tiene que desprender del poco dinero que tiene. Los gastos previos del papeleo son excesivos.
El nuevo negocio comienza a descapitalizarse, antes de que se emita la primera
factura. Las administraciones, en sus diversos niveles, están ansiosas en recaudar
sus tasas y no dan ni margen ni respiro.
Mas le
vale al emprendedor que el negocio le vaya bien desde el principio, porque si
no da beneficios, necesitará financiación, y por culpa de la crisis, es muy difícil conseguir un crédito. Más de la
mitad de los autónomos deben recurrir a la autofinanciación y la ayuda
familiar. Y mientras tanto, el Gobierno y sus políticos continúan con su
cantinela. Mucho decir, y poco
hacer, mucho prometer y poco ayudar.
Aun así, a pesar de los pesares, el emprendedor
emprende, el autónomo se autonomiza y la pequeña y mediana empresa se mantiene
contra viento y marea. El futuro está ahí. Serán los emprendedores los que al
final, con su esfuerzo, su entusiasmo y su tenacidad, nos sacarán del agujero
donde los especuladores nos han metido.
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