martes 05 de marzo de 2013, 19:45h
Resulta curioso como nuestros gobernantes tienen distinta vara de medir
según les vaya la película. Si la puñetera crisis económica ha servido
para algo ha sido para poner algo de freno a la excesiva dilapidación de
bienes públicos a la que nos tenían acostumbrados. Andalucía, siendo
una de las comunidades con el nivel de renta más bajo, no paraba a la
hora de tirar alegremente el dinero público en los asuntos más dispares,
desde las fiestas locales a las empresas públicas, desde los EREs
fraudulentos a la RTVA, desde las subvenciones a organizaciones amigas a
la inflación de altos cargos, y desde los coches oficiales a las
"embajadas" autonómicas. Es cierto que el gran montante del presupuesto
andaluz está dedicado a sanidad y educacíon, pero no lo es menos que el
despilfarro en ambas consejerías, sobre todo en gasto sanitario, solo es
equiparable al descontrol sobre los bienes y servicios que la Junta
pone a disposición del ciudadano.
Si como muestra vale un botón,
díganme si no conocen a alguien que trabaje en un hospital o un centro
de salud y que no se apropie de gasas, vendas, pañales o cualquier otro
material almacenado. Son pequeñas apropiaciones sin importancia pero
que, a lo largo del año, suponen millones de euros de gasto sanitario.
El despilfarro no es solo de los funcionarios, sino de la ciudadanía en
general ¿Quién de ustedes no tiene en casa docenas de cajas de
medicamentos gratuitamente recetadas que posiblemente no utilizarán en
su vida y tenga, al final, que tirarlas a la basura? Por ello afirmo sin
temor a equivocarme que los numerosos casos de corrupción política que
nos asaltan cada día en los informativos no son sino un fiel reflejo de
la sociedad. Un síntoma de la piratería en la que nos movemos todos,
desde Urdangarín hasta Bárcenas, pasando por os Roca o los Pujol.
Aquí hasta el más tonto hace relojes y, si puede, trata de engañar a
Hacienda en su declaración de la renta o evadiendo el IVA. Buena parte
de los españoles no se ha visto implicada en algún escándalo de
corrupción simplemente porque no ha tenido la oportunidad de aceptar
ningún sobre.
Pero a lo que iba, que el tema de la crisis
económica y el control de la deuda pública parece haber puesto coto al
despilfarro desmedido al que estábamos acostumbrados. Ya no se puede
gastar el dinero tan alegremente como hace un lustro. Los gobiernos
autonómicos tienen su techo de gasto y no pueden sobrepasarlo si no
quieren que el Estado les cierre el grifo de sus ingresos. La cuestión
no es baladí porque, sin ir más lejos, Andalucía es una de las
comunidades que ha sobrepasado el límite impuesto. Y decir a estas
alturas, como afirman Valderas o Griñán, que los recortes impuestos por el Gobierno de Rajoy irán
en detrimento del estado de bienestar no es sino una demagogia bastante
barata. Si la comunidad andaluza tiene que recortar gastos, puede
hacerlo de muchas otras partidas que no afecten a los ciudadanos. Con
una administración mastodóntica, con numerosos servicios duplicados, con
subvenciones a manos llenas a patronal, sindicatos y organizaciones
"amigas", con asesores que cobran a precio de oro, con gastos de
representación que no sirven para nada, la nómina de recortes podría ser
ilimitada sin tener que tocar ni la educación ni la sanidad pública.
El
problema en estos momentos es que han cambiado los protagonistas de
esta historia. Hasta hace un lustro, los gobiernos regionales, todos los
gobiernos regionales, del PSOE, del PP, de CiU, del PNV o de cualquier
otro partido, contaban con un sistema de financiación idóneo: las cajas
de ahorro. Antes de que el Banco de España, forzado por el Banco Central
Europeo, se pusiese las pilas y decidiera que aquí sobraban el noventa
por ciento de las cajas, esto era un verdadero chollo. Manejadas de los
partidos políticos, el dinero fluía como un río de oro entre la Plaza de
San Francisco y el Palacio de San Telmo. No había límite. Se prestaba a
los partidos y, si ganaban las elecciones, se le condonaban los
créditos. Aquí paz y después gloria. No es de extrañar que Pepe Griñán, entonces consejero de Economía de Manuel Chaves, estuviese obsesionado con la llamada Caja Única que pretendía aglutinar en torno a Unicaja y bajo el mando de Braulio Medel,
a la media docena de cajas que subsistían en Andalucía (Unicaja, Caja
San Fernando, El Monte, Caja Sur, Caja de Jaén) Con esa Caja Única el
PSOE y la Junta de Andalucía tenían resueltos todos sus problemas de
financiación. Pero vino el tío Paco con las rebajas y todo se fue al
carajo. Ahora Cajasol es de los catalanes, Caja Sur de los vascos y
Unicaja trata de sobrevivir en una selva en la que cualquier descuido te
puede llevar a la intervención. Y Griñán se las ve y se las desea para
que algún Banco, que ahora no gastan ni bromas y no dan ni los buenos
días, le preste el dinero suficiente para pagar cada mes las nóminas de
sus finconarios.
Hablar ahora de "castigo a Andalucía" sacando a
relucir de nuevo los sempiternos agravios comparativos, ya no funciona.
Hasta Europa nos ha llamado la atención. Si el Gobierno andaluz ha
sobrepasado el límite de endeudamiento, no tendrá más remedio que
recortar de donde sea. Pero me temo que, por más que se lamenten y echen
la culpa al Gobierno central, volverán a recortar de donde más daño nos
hacen a los ciudadanos. Salud y educación. Y ellos seguirán viviendo
como Dios que es lo que le gusta a Valderas pese a pedir que Canal Sur
elimine cualquier programa religioso, incluidos lo que retransmiten las
procesiones de la Semana Santa andaluza, ¿Serán glipollas?