El mal estado de la nación
lunes 25 de febrero de 2013, 11:40h
No hace
muchos días se celebró el llamado Debate del Estado de la Nación y ya parece
lejano. Rajoy estuvo mejor que Rubalcaba y poco más. Los grandes sectores
populares que forman las mayorías que votaron a estos protagonistas se sienten
indiferentes y desvinculados del juego. La estabilidad lograda por la
Transición y su arquitectura constitucional se mantiene, sin embargo, con el
dilema de dos alternativas de gobierno y no es aún un barullo ingobernable,
como cuando las dos efímeras y fracasadas Republicas. Pero da la impresión de
que el juego se desarrolla rutinariamente en un campo frio y sin público.
El PSOE no
es capaz de beneficiarse del desgaste de un PP soso y cansino y no logra ni
retener a sus simpatizantes habituales. "Creo -declaraba el cineasta
izquierdista Pedro Almodóvar en reciente entrevista- que la situación
deplorable del PSOE, su oposición nefasta, la falta de ideas, es uno de los
grandes problemas de este país". La cortedad de su líder ha llegado al extremo
de que se haya atrevido a sugerir que su partido pase a llamarse Partido de los
Socialistas Europeos, postergando los dos adjetivos que han servido, hasta
ahora, para mantener la fidelidad de sus seguidores: Obrero y Español.
Pero tampoco
están muy contentos los votantes del PP con las explicaciones casi
exclusivamente económicas pero gélidas. No era el tono del depositario de una
espectacular mayoría absoluta sino los razonamientos de un tecnócrata, a la
manera del italiano Monti que, tras su dimisión está dando la medida que solo
le permite ir detrás de un payaso demagogo llamado Grillo. Una reacción tibia y
confusa ante el impacto de la corrupción y un silencio inquietante sobre
nombres sospechosos y promesas incumplidas o aplazadas que no se compensan con
algunos pronósticos menos malos o moderadamente mejores. No solo de economía
vive el hombre y las grandes clases medias, base de la mayoría popular, no son
un público propicio a contentarse con fórmulas de ingeniería financiera mientras padecen un proceso de degradación
social y cultural.
Sucede que,
manteniéndose los andamios de una bipolarización estable de la sociedad
española, el vaciado sicológico de los grandes partidos burocráticamente
sobredimensionados está debilitando la confianza en sus aparatos y, como
consecuencia, poniendo en cuestión un sistema que, durante décadas, ha
permitido a los españoles disfrutar de una libertad sin riesgos. Los mascarones
de proa de los grandes partidos aparecen corroídos y no por razones de edad
sino de estilo. Rajoy parece sentado bajo lo que Luis María Ansón llamó espada
de Damocles por no decir espada de Bárcenas. Dijo que España no es la nación
más corrupta, dando la impresión de que se resigna con gobernar una nación solo
"corruptita". Rubalcaba, ante uno de los más graves problemas del momento, se
encontró con que un tal Pedro Navarro, al parecer dirigente de la parroquia
socialista en Cataluña -único territorio, junto con Andalucía, donde aún podría
ejercer alguna influencia si sus compañeros lo dejasen- este Pedro Navarro
aprovechó la tribuna para pedir la abdicación del Rey y una nueva Constitución
federal. Pero en ningún lado se vieron síntomas de conciencia del mal estado
general de la política y de la exigencia de acuerdo para depurarla, renovarla y
librarse de las penumbras que alejan a los actuales iconos del aprecio popular
y de los sentimientos nacionales.
Al Partido
Popular, como actual gobernante, le corresponde mayor carga de responsabilidad
en esta coyuntura, ya que tiene unas facultades ejecutivas potenciadas por el
respaldo de una mayoría absoluta, por ahora irreversible, durante un periodo de
tiempo políticamente largo si no se producen circunstancias anómalas. Una de
las confesiones latentes en el tono de ambos líderes es que a Rajoy no le
"interesa" la dimisión de Rubalcaba ni a Rubalcaba le "interesa" la dimisión de
Rajoy, aunque la pida con una boca cada vez más pequeñita. Para Rajoy,
Rubalcaba es una oposición sin capacidad de alternativa ni expectativa de
futuro. Para Rubalcaba, Rajoy es un presidente con flancos fácilmente
criticables y un contrincante de reflejos lentos. El problema es si son ellos
los que están dejando de "interesar" a los votantes de uno y otro lado y si es
sostenible la continuidad indefinida de una rutina anquilosada durante tres
años, sin actualización ni regeneración. Rajoy y Rubalcaba se presentan como
discutibles supervivientes del debate de una nación en mal estado pero no como
esperanzas de futuro. Esto es lo que se llama un bloqueo político. El mal
estado de la nación necesita un desbloqueo de ideas y personal, dentro de la
legalidad constitucional y con el respeto a las bases mayoritarias.
Ex diputado y ex senador
Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
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