Ignacio Fernández Toxo
acaba de ser reelegido al frente de Comisiones Obreras con el 85 por ciento de los votos y escaso debate interno. Cándido Méndez
lleva al frente de UGT desde el siglo pasado -no es una forma de
hablar, son más de 20 años- y la renovación parece que asoma en "los
cocos", `pero no lo hace en la UGT. Al menos no se ven señales claras.
Dicho eso, los sindicatos españoles deberían emprender la reforma que
les lleve a ser realmente importantes en un país moderno y democrático.
Toxo heredó el poder de manos de José María Fidalgo
que dio un aire diferente al sindicato y que posibilitó acuerdos y
diálogo social. Este último ha muerto por falta de voluntad de las
partes, sobre todo de un Gobierno que quiere debilitar a los sindicatos.
La retirada de subvenciones y la eliminación de miles de liberados,
junto a la caída del número de afiliados -muy importante como reconoce
Toxo- y, posiblemente, el impago de cuotas por otros muchos, ha dejado
las finanzas sindicales al borde de la quiebra. Toxo ha empezado a
moverse. Ha reducido el número de miembros de la Ejecutiva de 43 -eso
parecía un politburó- a 13, y ha hablado de transparencia de sus cuentas
-ojalá den ejemplo a todos-, pero sigue manteniendo que los sindicatos
deberían ser mantenidos con dinero público. Partidos y sindicatos y
patronal deben vivir de las cuotas de sus afiliados y en la declaración
de la renta, al igual que sucede con la Iglesia católica, los ciudadanos
poder determinar si quieren que sus impuestos los financien
parcialmente.
Pero,
además, los sindicatos deberían cambiar sus objetivos y abrir sus
horizontes. Se ocupan de los que tienen trabajo, pero no de los que no
lo tienen, seis millones de parados. Siguen pensando que quien tiene que
crear empleo es el Estado y no los empresarios, a los que siguen
culpando de todo. Han rechazado la reforma laboral, pero la aplican en
sus casas para despedir a sus trabajadores. Deberían pedir perdón a los
ciudadanos porque su apoyo en el pasado a políticas educativas y
sociales equivocadas nos han llevado a esta situación. Deberían abrir
frentes de diálogo con el Gobierno para llegar a acuerdos que permitan
crear empleo. Deberían apoyar a los emprendedores y no decir sólo que la
solución en España es el trabajo asalariado, porque quienes crean
empleo son los emprendedores y hay que apoyarles a muerte.
Necesitamos
unos sindicatos que defiendan os derechos de los trabajadores y de los
ciudadanos, que denuncien irregularidades, que ayuden a ganar
competitividad, que sean ejemplo de esa transparencia que exigen a
otros, que sirvan para articular la sociedad, que se unan con otras
instituciones sociales para defender causas justas, que acudan a la
huelga como última solución y no como un medio para su
autojustificación. Que apoyen la formación profesional, que sigue siendo
la cenicienta del sistema educativo. Tienen que reconocer errores y
corregirlos.