sábado 23 de febrero de 2013, 12:32h
En la madrugada del 23 de febrero de 1981 toda España estaba pendiente
de la aparición del Rey como tabla de salvación ante los golpistas que
habían ocupado el Congreso, con todo el Gobierno de Adolfo Suarez
dentro. Y como vía de futuro ante los golpistas que desde las
instituciones civiles querían parar o torcer el proceso democrático
emprendido desde las inusitadas y rápidas elecciones generales de 1977,
que ya se habían cobrado los puestos de varios generales y almirantes.
Hoy, en la madrugada del 23 de febrero de 2013, toda España esta
pendiente de la necesaria aparición del Rey para que, al igual que
entonces, aborte con decisión, claridad y liderazgo el " golpe de
estado" blando contra el actual sistema constitucional al que estamos
asistiendo, con otros métodos, otros protagonistas, pero con el mismo
objetivo.
La sucesión de acontecimientos, noticias, rumores, comentarios y
declaraciones que se vienen sucediendo desde hace muchos meses y con la
base de la pésima situación económica en la que se encuentra España
puede que sea la suma de casualidades, de hechos que se superponen de
manera aleatoria y sin puntos en común, productos finales de un
deterioro general de la estructura del estado y de los órganos que lo
administran y rigen. Puede que sea así, pero también y muy posiblemente
que no todo sea casual y si causal, que sin que se pueda asegurar que
todo esta planificado en tiempo, circunstancias y protagonistas, parece
evidente que la suma diaria de informaciones y titulares de los medios
de comunicación conducen a que se asuma por parte de la sociedad la
necesidad "imperiosa" de un cambio en la jefatura del estado, de un
cambio en las normativas que rigen el funcionamiento de todas las
instituciones, de un cambio en los protagonistas desde el Rey abajo,
todos, y de una nueva formulación de las reglas sobre las que debe
articularse la futura convivencia de los españoles.
Hace unos días, en un importante bufete de abogados de la capital, me
encontré con varios ex- ministros y otros tanto expertos en derecho
constitucional. Su preocupación era más que notable, su diagnóstico muy
parecido, su escepticismo acerca de las medidas que se están tomando
generalizado, su preocupación sobre el futuro de España como nación,
como país, como territorio común de convivencia más que notable, y todos
ellos dispuestos a aceptar que estábamos ante las condiciones ideales
para que se diera un "golpe de estado" blando, nada de militares, ni de
carros de combate en las calles, nada que dejara recordar a los Tejero,
Milan del Bosch o Armada. Nada de eso. Se trataría tan sólo de
desmantelar la esencia de la democracia parlamentaria, en la que los
ciudadanos concurren a las urnas para elegir a los que representan para
legislar y para elegir a los que deben gobernar en cualquier
circunstancia por dura que esta sea.
El ejemplo italiano estaba y está presente. Allí, los propios elegidos
en las urnas aceptaron que alguien ajeno a esa estructura, pero no al
sistema dada su presencia en los órganos financieros europeos, como
Mario Monti se pusiera al frente de la gobernación del país dada la
incapacidad de los políticos para salir de la brutal crisis a la que se
enfrentaban. Allí no había Rey, había un presidente de la República que
provenía ni más, ni menos que de las antiguas filas del Partido
Comunista.
Italia va a elegir un nuevo Parlamento con casi los mismos mimbres que
tenía hace unos meses. Sólo Beppe Grillo cambia ese aspecto. Y puede que
todo termine de la misma forma: Monti no se presenta pero se ofrece
para seguir gobernando cuando en el hemiciclo las disputas entre
Berlusconi y el resto de la Cámara demuestre que hay que volver a dejar
los votos en casa y recurrir al Salvador de la patria. Eso o el adiós
del "César" antes de que los Bruto de turno le asesinen justo cuando se
abran los Idus de marzo.
En España, el Rey no tiene el papel de gobernar, pero si el de moderar y
buscar que ese diálogo se extienda no sólo entre las fuerzas políticas,
también entre el resto de la sociedad. Las peticiones de abdicación no
buscan la salvación de la Corona, buscan su desaparición y sustitución
por una Tercera República que en estos momento le haría un flaco favor a
los españoles en su conjunto y a los republicanos en particular.
Cuando salgan de la escena los Urdangarines, Torres y compañía, al igual
que salieron los autores de la intentona de 1981, don Juan Carlos
tendrá que encarnar el futuro y pelear por el. Si sucede lo contrario
tendrán razón mis compañeros de tertulia ocasional de hace unos días
cuando apostaban por la desaparición de la España que conocemos, sin
saber adonde nos llevará el camino por el que unos pocos quieren
llevarnos a todos.
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23-F 2: Esperando al Rey
Últimos comentarios de los lectores (1)
18371 | antonia - 23/02/2013 @ 17:58:37 (GMT+1)
Atinado análisis de la situación el que hace Raúl Heras, pero no olvidemos que el Rey siempre hará lo que convenga a la Corona. Hasta ahora los intereses de la Corona y la Democracia en España han coincidido y aún puede ser así, pero la verdad es que como ciudadana, confío y deseo que sea el pueblo español con sus propios mecanismos democráticos, el que resuelva esta lamentable situación. Cuidado con las intervenciones Reales que a veces se pueden convertir en auténticos golpes, blandos o no tanto. Los urdangarines y compañía ponen en peligro la Corona. La alianza entre determinados políticos y la oligarquía financiera, ponen en peligro el país. Bien, que sean los españoles los que lo resuelvan.
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