El hombre que ama la libertad
lunes 18 de febrero de 2013, 08:47h
Este
domingo, la plaza de San Pedro en Roma recibía a una multitud de fieles
que querían testimoniar a Benedicto XVI su reconocimiento, su afecto,
su sacrificio. Y él, que no ha renunciado a ejercer su responsabilidad
-acaba de designar al presidente del Banco Vaticano- y no lo hará hasta
el mismo día 28 en que se retire para siempre del poder vaticano, pidió
que todos rezaran por él y por el futuro Papa. No habrá nunca un
servidor del futuro pontífice más leal, más silencioso, más disciplinado
que el hombre que fue Papa y abandonó libremente la silla de Pedro.
Quienes
estén pensando en intrigas, conspiraciones, corrupción, pequeñas o
grandes traiciones, espionaje.. no deben mirar fijamente a Roma. Basta
que se den una vuelta por la España de 2013, Nada comparable. Sin duda
alguna, esas cosas han influido en la renuncia valiente, inesperada e
insólita de Benedicto XVI. Pero también su cansancio, su convicción de
que no era lo bastante fuerte para llevar un peso tan grande como es la
dirección espiritual y material de la Iglesia Católica y del Estado del
Vaticano. Excesiva carga para un anciano de 86 años. Pero también una
lección de libertad, de dignidad de quien sabe que la Iglesia necesita a
alguien más joven, más fuerte, más capaz de hacer todos los cambios que
necesita esta Iglesia para modernizarse pero, sobre todo, para volver
cada vez más a los orígenes, a la desnudez interpelante del mensaje
evangélico. .
La
renuncia del Papa -que algunos miran con esos ojos pequeños del rencor,
la ira o el resentimiento- es una interpelación a los que han puesto
zancadillas a su papado; a los que han impedido la búsqueda de la
verdad; a los que han apostado por el poder frente a la fe; a los que se
han opuesto a una Iglesia más transparente, menos cerrada y opaca; a
los que han jugado a las pequeñas traiciones y a los que han traicionado
el mensaje de Jesús. Pero no sólo a ellos. También a los fieles, a
cada uno de los creen que, pese a todo, esta Iglesia es luz en el mundo y
debe seguir llamando a la conciencia de todos para que el amor prime
sobre el odio, la caridad venza al egoísmo y la solidaridad acabe con la
pobreza de tantos.
El
desafío intelectual de Benedicto XVI -razón y fe, ciencia y cultura,
ética frente a corrupción, perdón por los errores- sigue vivo y él lo
va a mantener. La responsabilidad de los líderes del mundo, la de cada
uno de nosotros parece dormida en esta hora. No sólo él va a responder
de sus decisiones. Nosotros también. A mí me atrae el hombre que esconde
el Papa. El que ha sufrido para tomar esa decisión, el que sabe lo
doloroso que ha sido dar ese paso. Ese hombre que ama como pocos el
mensaje de Cristo: el amor os hará libres. Un hombre, en el mejor
sentido de la palabra, libre y responsable, lleno de dignidad.