"No hay motivos para el optimismo". Esta
frase la escuché esta misma semana en una prestigiosa escuela de negocios
española. Allí se dijo que se había exagerado el optimismo para aquellas
previsiones que estaban dando muestras de recuperación de la economía española
en el segundo semestre de 2013. ¿Acaso Castilla-La Mancha es un oasis en medio
de este desierto económico?
Ya me gustaría. Qué duda cabe que fue la
primera comunidad, recién llegado el PP al gobierno, en aplicar las más duras
medidas de ajuste y los recortes más agresivos. Medidas que se siguen aplicando
y lo seguirán haciendo, ya que han conseguido la justificación perfecta: la
reducción del déficit en 6 puntos, del 7,3 que terminó en 2011 al 1,4 por
ciento en 2012. Eso son 1.800 millones de euros, y la verdad es que nadie
hubiera dicho que eso se iba a conseguir. Desconozco si no se han contabilizado
algunas obligaciones o se han retrasado pagos como denuncia el PSOE, pero la
variación no oculta este logro. Ahora bien, de ahí a ponernos a celebrarlo va
un mundo.
La única consecuencia de las medidas de
recorte no son esos 6 puntos de reducción del déficit. El precio social por
hacer eso ha sido altísimo, y es que es también la comunidad en la que más
creció porcentualmente el paro en el año 2012, un 14,7 por ciento, con cerca de
35.000 personas más sólo en ese año. Y con 271.610 parados el consumo en
Castilla-La Mancha no va a crecer.
Ahí tenemos otro problema, que las
medidas no han terminado. Apenas queda margen para aumentar los ingresos,
alguna medida fiscal, pero leve ya. Y ojo a la subida de impuestos. Ya sabemos
que subir más el IVA o hacer una mala reforma del sistema tributario nos lleva
directos a la economía sumergida.
¿Qué queda? Pues nos queda una mayor reestructuración
de los servicios públicos, adelgazar la Administración o tocar el sistema de
pensiones. ¿Preparados?
Javier D. Bazaga
Periodista
@jdbazaga