Aunque la
mayoría de los problemas alérgicos en Castilla la Mancha por pólenes de plantas
se producen durante los meses de primavera, debido a las gramíneas y el olivo,
hay otros periodos del año en que se producen problemas alérgicos importantes.
Esto ocurre en verano con las Quenopodiáceas (salsola y cenizo) y en invierno
con las cupresáceas (arizónica y ciprés).
Las lluvias que se han producido en los
últimos días, la subida de las temperaturas
diurnas y el aumento de las horas de luz van a favorecer la aparición en la
atmósfera de Castilla la Mancha de pólenes de arizónicas y cipreses en el mes
de febrero. Estos árboles pertenecen a la familia de las cupresáceas y no
pierden sus hojas durante el invierno. Sus pólenes suelen dar molestias en
forma de picor de ojos, lagrimeo, estornudos, picor de nariz, y mucosidad nasal
transparente, e incluso tos y dificultad para respirar en los meses de invierno
(noviembre a marzo). Por la época de aparición, es fácil confundir los síntomas
de la alergia a las cupresáceas con infecciones respiratorias o episodios
gripales.
Las arizónicas y los cipreses han
soltado sus pólenes en escasa cantidad durante los meses de noviembre hasta
finales de enero, dando lugar a pocas molestias en los alérgicos a estos
árboles, hasta ahora. La polinización de las arizónicas y cipreses suele
coincidir con la floración de los almendros. Otros pólenes que también producen
problemas alérgicos en los meses de invierno son los del olmo, avellano, fresno
y aliso, aunque su importancia es
escasa.
Hasta hace 10 años en Toledo, entre los
pacientes alérgicos a pólenes, solo un 5% lo era a las arizónicas, mientras que
en la actualidad lo son cerca del 25%. Este aumento podría ser explicado por la
profusa utilización de las arizónicas, en las urbanizaciones cercanas a Toledo
para setos. Sin olvidar que el cementerio de Toledo, situado en la zona norte
de la ciudad, posee una cantidad muy
elevada de cipreses.
Se ha
demostrado que otra causa que puede explicar el aumento de alergias a las
arizónicas son las partículas eliminadas en la combustión de los motores diésel
de los coches, que en la actualidad han superado a los coches con gasolina. En
las ciudades a pesar de existir menos cantidad de pólenes que en las zonas
rurales, las enfermedades alérgicas son más frecuentes, porque las partículas
de emisión diésel producidas por los vehículos (coches, camiones, autobuses) y
calefacciones, crean un ambiente hostil a las arizónicas y estas producen
pólenes que presentan proteínas diferentes a los pólenes de zonas no
contaminadas. Estas nuevas proteínas se denominan de estrés y se producen como
un mecanismo de defensa de las plantas ante agresiones, como la contaminación,
enfermedades de las plantas o la sequía.
Las proteínas de estrés que se encuentran en los
pólenes de zonas contaminadas por la utilización de los combustibles diésel,
originan pólenes más agresivos en las ciudades y en poblaciones que viven cerca
de autopistas, en comparación con los pólenes de zonas rurales sin
contaminación.
Esto explicaría porque los casos de
alergia por pólenes en zonas urbanas o con autopistas son mayores que los que
se producen en zonas rurales, donde habría incluso más pólenes por existir más
vegetación. Se ha demostrado que el aumento de las enfermedades ocasionadas por
pólenes va paralelo al aumento de coches que utilizan el diésel como
combustible.
El Hospital Virgen del Valle cuenta con
un dispositivo para medir los pólenes en el ambiente de Toledo desde 1994, que
ha permitido conocer las épocas de polinización de las arizónicas y cipreses,
así como los niveles de estos pólenes en la atmósfera de Toledo. Se consideran
cifras elevadas cuando superan los 135 granos/m3 de aire. El 19 de
diciembre de 1998, se produjo la mayor concentración de pólenes de arizónicas
en Toledo, 2006 granos/m3 coincidiendo con un día de fuerte viento.
La polinización de las arizónicas y cipreses se produce desde noviembre a
finales de marzo, siendo el mes de febrero el más complicado para los
alérgicos.
Los alérgicos a pólenes de arizónicas y
cipreses deben tener cuidado si acuden a cementerios o a visitar familiares en
urbanizaciones durante los meses de febrero y marzo. Tampoco deben cortar
arizónicas, ni realizar actividades de jardinería ni deportes al aire libre
(futbol, tenis) durante estos meses.
Pero como ocurre en
todas las enfermedades alérgicas, además de la prevención, es posible tener que
recurrir a medicamentos que van a aliviar los síntomas, pero no van a curar la
enfermedad, como si ocurre con las vacunas antialérgicas. Así, si tienen
problemas en los ojos utilizarán un colirio. Si lo que se afecta es la nariz
utilizará unos comprimidos o un spray nasal. Si tiene asma utilizará aerosoles,
que pueden ser: antiinflamatorios o broncodilatadores. Los antiinflamatorios se
deben utilizar varios días seguidos y van a reducir la inflamación. Los broncodilatadores
van a abrir los bronquios, y se utilizan cuando hay tos, sensación de falta de
aire o silbidos.
Las
vacunas antialérgicas o inmunoterapia son el único tratamiento que puede curar
las alergias y pueden controlar el incremento del gasto farmacéutico. Consisten
en la administración de dosis progresivamente crecientes de pólenes hasta
llegar a inmunizar; con lo que disminuyen las molestias y la utilización de
medicación. Se pueden administrar inyectadas en el brazo o con gotas debajo de
la lengua.
La duración del tratamiento con las vacunas suele ser entre tres y
cinco años. Recientemente se ha comprobado que el diagnóstico molecular
(proteínas capaces de producir alergia) va a contribuir a mejorar la eficacia
de la inmunoterapia, porque va a permitir seleccionar adecuadamente, cuales son
las proteínas más importantes en las enfermedades alérgicas.
Doctor Angel Moral
Responsable de la Unidad de Aerobiología
Servicio de Alergia del hospital Virgen del Valle (Toledo)