Noventa periodistas y 48
internautas asesinados, casi 300 encarcelados, cientos de detenciones y
exilios, docenas de ataques y asaltos a informadores y medios de comunicación y
nuevas amenazas y censuras para la libertad de información en el mundo son los
datos recogidos en el Informe de la Libertad de prensa 2012, de Reporteros Sin
Fronteras, en más de un centenar de países. Un balance siniestro en el que ha
resultado ser el peor de los últimos 17 años, desde que, en 1995, se inició la
recogida de esta información.
Siria y Somalia, con 19 y
18 periodistas asesinados, encabezan un macabro record para el ejercicio de la
profesión. Turquía, por su parte, se convirtió en la mayor cárcel del mundo
para periodistas, con 72 encarcelados y decenas de juicios en curso. Vietnam
vivió una fuerte escalada de represión a
blogueros e internautas, con largas y
durísimas penas de cárcel, en algunos casos tan sólo por comentarios publicados
en redes sociales. Y por último, la decena de informadores asesinados en Brasil,
de los que al menos la mitad tienen probada relación con el ejercicio de la
profesión periodística, pusieron a este país emergente a la cabeza de
violaciones de la libertad de prensa en el continente americano.
Un año más, la ONG
Reporteros sin Fronteras (RSF) ha constatado que los mayores enemigos de la
libertad de información son también los mayores enemigos de la democracia: los
dictadores y depredadores que siguen ejerciendo el poder en determinados
países; el terrorismo de todo signo, político y religioso; el narcotráfico o el
crimen organizado y la corrupción política, que no dudan en llegar a la
violencia física contra los periodistas o contra los medios donde publican su
información.
Pero se perfilan también
nuevas amenazas, aunque menos cruentas, en países democráticos, incluidos los
de la Unión Europea, a través de leyes y normativas que impiden y dificultan la
información, o de sentencias y multas desorbitadas a periodistas y medios. Sin
olvidar la censura y obstáculos, en aumento, para la información en Internet.
Turquía y el mundo musulmánTurquía, que aspira a
entrar en la Unión Europa y es espejo para numerosos países de la región, se ha
convertido en la mayor cárcel del mundo para periodistas, con 72 encarcelados y
decenas de juicios dirigidos a impedir la libertad de información, además de
ejercer una notable censura en Internet.
En Oriente Medio, Siria
protagonizó la actualidad con 19 periodistas asesinados, blanco, tanto del
Ejército regular como de los grupos que lo combaten. Tras la "primavera árabe"
se perfila la desilusión informativa en la mayoría de países de la región, que
incrementaron su intento de control a Internet. Irán añadió al gran número de
periodistas encarcelados, el acoso a familiares y profesionales que trabajan
para medios en el extranjero.
África, Brasil y China: violencia ascendente
En África, los 18
periodistas asesinados en Somalia pusieron al país en el punto de mira de la
comunidad internacional, que solicitó -en el 19º Consejo de Derechos Humanos de
la ONU- medidas de seguridad urgentes para los profesionales de la información.
Eritrea es, un año más, la mayor cárcel de periodistas del continente y ocupa
la última posición de la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa de RSF.
Una decena de
informadores asesinados, de la que al menos la mitad tiene probada relación con
el ejercicio de la profesión periodística, han puesto a Brasil a la cabeza de
violaciones de la libertad de prensa en el continente americano. El país
gobernado por Dilma Roussef ha superado este año a México y Honduras en número
de periodistas asesinados, aunque, un año más, los niveles de peligrosidad se mantienen
en estos dos últimos.
En Asia, China siguió
destacando por su censura e incansable intento de control a toda la disidencia,
que, no obstante, cada vez es mayor y más difícil de controlar. La situación en
Birmania, sin embargo, resulta alentadora y parece el único punto de color de
un continente donde no debe olvidarse a Vietnam y su escalada de represión a
blogueros e internautas, con largas y durísimas penas de cárcel, en algunos
casos, tan sólo por comentarios publicados en redes sociales.