domingo 03 de febrero de 2013, 12:14h
Demasiado rotundo, seguramente. Rajoy puede
responder por sus hechos, pero es muy difícil que pueda hacerlo por los de su
entorno. Hay un consenso bastante generalizado sobre la honestidad personal del
actual presidente del gobierno. Las dudas se extienden en relación a algunos
personajes que le rodean, y sobretodo que le rodeaban y ahora se vengan.
La gravedad de las acusaciones requerían un
desmentido claro. Más claro que rotundo. La rotundidad no siempre favorece la
claridad. Respecto a su defensa personal, de su figura pública y privada, Rajoy
ha estado bastante convincente. Y la opinión popular así parece percibirlo. Ya
es importante, pero no suficiente.
La honestidad de una persona, de un jefe, no
comporta ni ampara la de otras de su equipo actual o anterior. Pretenderlo,
sería un error. De aquí la reacción del líder de la oposición, Rubalcaba, al
acusar a Rajoy de "enrocarse", de colocarse a la defensiva con todos los suyos,
sin admitir posibles casos reprobables. Esto, además de peligroso, contribuye a
respuestas también contundentes.
Y no son precisamente actitudes de rotundidad
y contundencia verbales las que requieren las actuales circunstancias de
comprensible irritación por la corrupción muy generalizada, de mutuas
acusaciones muy subidas de tono en el terreno político, y de gravísima crisis
económica y social. Añadir más leña al fuego no conducirá a ninguna solución.
Debe limpiarse, con celeridad y firmeza, el terreno ensuciado por tanto
comportamiento personal e institucional irregular y delictivo. Pero, sin
demorar esto, lo prioritario de toda prioridad, es salvar la nave, en lugar de
hundirla.
Parece, sin embargo, que se hace todo lo
contrario, consciente o inconscientemente, en nombre de un "patriotismo" que
cada cual interpreta a su manera. Es patriótica, ciertamente, la denuncia de la
corrupción rampante y que lo enmierda todo; es patriótico exigir todas las
responsabilidades, caiga quien caiga; es patriótico, incluso, indignarse e
irritarse y mostrarlo públicamente, como terapia social y para que se enteren
quienes deban enterarse sin discriminación. El límite sensato es no quemar la
nave y que no nos hundamos todos.
En estas reacciones airadas comprensibles,
hay que distinguir bien lo razonable de los intereses más o menos ocultos.
Intereses del partido gobernante en mantenerse; intereses de los partidos de la
oposición en ganarle terreno en este rió revuelto; intereses de los
protagonismos personales bastardos; los intereses localistas sobre los
generales; intereses de algunos medios en aumentar audiencia y ventas a costa
de lo que sea. Denunciar todo esto también es patriótico.
Pero la máxima urgencia, la primera prioridad,
es el bien común de un país y unos ciudadanos que flotan en salvavidas o ya sin
salvavidas en medio de una tormenta económica y social, y a la que se está
haciendo frente como se puede a costa de muchos sacrificios. No es hora de
echar más leña al fuego ni de echar más agua dentro del barco para que acabe
hndiendose con todos dentro. Es la hora de la supervivencia para salir a flote
lo antes y mejor posible.
Para ello hay unas instituciones -políticas,
legislativas, jurídicas y gubernamentales- que, pese a todos sus inadmisibles
defectos, es necesario que sigan funcionando. Ni el "enroque" del Gobierno, en
su defensa a ultranza; ni la demagogia de cierta oposición irresponsable; ni la
voracidad de unos medios frívolos o poco sensatos; ni la algarada callejera más
o menos dirigida u orquestada, contribuyen a aclarar nada ni a aderezar el
rumbo de las cosas.
O somos capaces, entre todos (aún tragando
sapos), de alzar el estandarte del "seny", la sensatez, por encima de todas las
olas embravecidas de la mar revuelta, o, al final, por todos "doblarán las
campanas".
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Comentarios
Últimos comentarios de los lectores (1)
17657 | Rosa Paredes - 03/02/2013 @ 15:22:32 (GMT+1)
Sr. Espina, interesante artículo. Gracias por el mismo. Al margen de proclamar inocencias con discursos y palabrería por parte de miembros del Partido Popular sobre este penoso y grave asunto, lo que prima en este ocasión, y como Vd. bien dice, es que esas instituciones políticas, legislativas, jurídicas y gubernamentales, ejerzan, con acierto, y sean ellos los que digan la última y verdadera palabra.
Posiblemente es lo que nos salvaría a los ciudadanos de este pais, para que esa nave que navega en aguas revueltas, no se vaya a pique y zozobremos todos...
http://rosaparedes-rosa.blogspot.com
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