Casi siempre lleva pendientes grandes y no debe de ser casualidad.
Quizá sea porque para ella la parte más importante de su cuerpo es, junto con
los ojos -que siempre lleva maquillados-, las orejas. Porque quiere ver y oír
para contar. Porque quiere ser testigo invisible y con la lengua suelta de la
realidad que la rodea. Y también de la que nunca la rodeó pero la envuelve en
las historias que leyó a otros.
Carmen Posadas es la voz de "El testigo invisible" (Ed. Planeta)
del final agónico de la Rusia zarista. También de la "Invitación a un
asesinato" de una mujer despechada por el abandono de su marido. Y de "La cinta
roja" que una española llevó colgada al cuello mientras plantaba su nombre en
la Revolución Francesa. O de los últimos días de "La bella Otero". O de esas
"Pequeñas infamias" que, causalidades de la vida, nos hacen pensar que "Nada es
lo que parece" mientras apartamos "Cinco moscas azules" que nos han caído en la
sopa de letras. Porque, confiesa, "siempre
me ha gustado el testigo invisible. Toda la vida he sido más observadora que
participante. Me recuerdo de niña, en una casa muy grande, con una escalera...
Desde allí arriba miraba las fiestas, veía a todo el mundo bailando... Para mí
observar ha sido una vocación. De hecho, no se puede ser escritor si no tienes
interés ni curiosidad por lo que pasa a tu alrededor".
"Dime qué lees y te diré quién eres", ha venido a contar alguna
vez. Pero Carmen, que recuerda haber leído "Ivanhoe" como "primer libro de mayores", se guarda las
espaldas cuando hay que hacer su retrato robot a base de las páginas que guarda
en su casa. "Si alguien intenta saber cómo soy en función de mi biblioteca lo
va a tener fatal, porque en ella hay las cosas más variadas que puedas
imaginar. Tengo desde novelas de todo tipo hasta muchísimos libros de economía
que eran de mi marido y me gusta tenerlos porque me recuerdan a él; tengo una
biblioteca infantil importantísima porque me encanta la literatura infantil;
tengo libros de ensayo...".
-Hablando de su marido,
Mariano Rubio, exgobernador del Banco de
España, ¿cómo cree que, si viviera hoy, calificaría el sinfín de despropósitos
del sector bancario?
-Creo que ahora lo que está pasando con los bancos de alguna
manera le ha dado la razón a Mariano. Siempre le tacharon de que era muy
estricto, decían que no permitía que se hiciesen muchas cosas... Pero me ha sido
muy gratificante ver la cantidad de gente que ahora asegura que si Mariano
Rubio hubiera estado al frente del Banco de España esto no habría pasado.
-Daría para una novela de terror, pero confiesa usted que necesita
al menos dos años para dar forma a un nuevo libro. ¿En cuál de estos partos
literarios ha habido que sacar al niño con fórceps?
-En "Juego de niños", el libro que ha tenido menos éxito de los
que he escrito quizá por eso, porque no encontraba el tono ni la voz. Lo
recuerdo como una pesadilla. El resto me ha hecho sufrir el dolor del parto
pero disfrutar de la felicidad de tener después al nene guapo.
-Como ha confesado alguna vez, vive usted del cuento porque
escribe y enseña a otros a escribir. Dígame, ¿cuál es el error más habitual
entre los aspirantes a escritor?
-Sobre todo no conocer el oficio. El talento lo tienes o no, pero
el oficio se puede aprender y es lo que nosotros intentamos hacer en los
talleres que imparto con mi hermano
Gervasio. Puedes aprender a ser escritor
leyendo muchísimo, cosa que es fundamental para quien quiera dedicarse a esto,
pero es como intentar descubrir el Mediterráneo: está todo inventado, la
escritura tiene muchos trucos. Gervasio y yo en estos talleres somos un poco
como los cocineros, con nuestros ingredientes para dar el toque al plato... solo
que no nos guardamos ninguno: hemos querido hacer una especie de traición al
gremio de los escritores y contar todos los trucos que conocemos.
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