PSOE: más vale tarde que nunca
lunes 28 de enero de 2013, 08:09h
¡Por fin! ¡Finalmente la dirección
del PSOE tuvo el coraje de platear algo parecido a un pacto de Estado para
enfrentar la crisis económica! Claro, no sabemos si esta propuesta,
políticamente balbuceante, se orientará efectivamente a conseguir ese acuerdo
que se plantea. Pero tampoco hay que minusvalorarla. Por supuesto que, visto desde
fuera del PSOE, es todavía un paso tímido y que se da muy tarde. Pero desde el
interior del partido representa un cambio cualitativo: significa que la
política socialdemócrata ha aprovechado la coyuntura para obligar al ala
radical a aceptar la realidad que vivimos.
Por eso no tengo dudas en romper una
lanza por el paso dado por Alfredo Pérez Rubalcaba. Es cierto que cuando ahora
afirma que "España vive una situación de emergencia social", está simplemente
descubriendo el agua dulce. Eso lo llevamos repitiendo muchos desde hace cinco
años, mientras el PSOE desde el Gobierno negaba la dimensión de la crisis, y
luego desde la oposición se comportaba con una soltura de cuerpo que daba pena
(o pánico; incluso ambas cosas). ¿Por qué razón cree Rubalcaba que muchos
reclamábamos un pacto de Estado, sino porque la situación era de emergencia y
además podía empeorar perfectamente?
Conste que estoy seguro que Rubalcaba
percibía la gravedad de la situación, pero la cuestión consistía en tener el
coraje de decirlo públicamente y plantear consecuentemente un acuerdo político
y social para enfrentar la grave crisis. Bueno, pues parece que ya lo ha hecho
y, como dice el refrán, más vale tarde que nunca.
Ahora la tarea de los convencidos de
esa estrategia consiste en empujarlos para que realmente su propuesta adquiera
relevancia y no sea desaprovechada. Porque puede serlo tanto desde el Gobierno
como desde el propio PSOE. Por supuesto que la propuesta en sí misma tiene
problemas. Alguien podría decir que cuando se plantea un pacto debe hacerse de
forma abierta y sin precondiciones. Y en la propuesta del PSOE eso no está tan
claro, porque contiene una hoja de ruta demasiado cerrada. Uno tiene la
sensación de que el contenido económico de la propuesta sirve lo mismo para una
política de total beligerancia, que para proponer un pacto de Estado. Pero
tampoco hay que pedirle peras al olmo. Tal como está el PSOE por dentro, pensar
en que podía proponer un acuerdo sin dejar clara su posición socioeconómica es
simplemente una quimera.
Por eso estoy convencido de que ese
no es el mayor obstáculo para alcanzar efectivamente el pacto de Estado. La clave
está en saber cuánto de ese planteamiento están dispuestos a negociar. Como, de
igual manera, saber hasta qué punto está dispuesto el Gobierno en salirse de su
ortodoxia de austeridad.
En realidad, la cuestión decisiva
puede formularse así: ¿existe un posible punto de encuentro entre ambas
perspectivas? Yo estoy convencido de ello. Por eso puedo apuntar brevemente en
qué consistiría el acercamiento desde ambas partes.
Veamos, el Gobierno tiene razón en
que para remontar la crisis en una economía privada se necesita que el capital
se recupere; es decir, se requiere eso que está vendiendo Rajoy en Chile, que
España vuelva a ser un buen lugar para hacer negocios rentables. Algo que el
análisis del PSOE rehuye ostentosamente. Cuando uno lee como describe su texto
la actual coyuntura económica, tiene la sensación de que todo está peor:
¿empeoró la tasa de inversión privada o la prima de riesgo? Silencio sepulcral
sobre la mejora de tales indicadores. A ese respecto es mucho más sincero Rajoy
cuando reconoce en Chile que su política económica está causando mucho destrozo
social, sobre todo en cuanto al empleo.
La propuesta del PSOE sigue
ostentosamente inclinada hacia la intervención pública y, claro, las cuentas no
pueden salirle. Cuando se suma lo que costaría todas las políticas sociales que
pretende mantener, resulta imposible suprimir el déficit o se acude a la magia
contable. Al leer la propuesta del PSOE para el pacto resulta difícil
identificar con claridad donde es que la sociedad española tiene que apretarse
el cinturón. Eso puede ser música para los oídos de los seis millones de
parados, pero es una mentira como una catedral. En suma, el PSOE debe aceptar
que si quiere realmente un pacto tiene que ser cómplice de la política de
estabilización. Y en relación con ello, tiene que aceptar que las peticiones de
ajuste desde Bruselas no son un capricho de Rajoy. ¿Está el PSOE realmente
dispuesto a aceptar que no podemos unilateralmente rechazar las cifras de
Bruselas?
De igual forma, el Gobierno necesita
aceptar que el costo social de una política económica tiene un límite, más allá
del cual se abre el abismo de la ingobernabilidad del país. Ya hemos visto
algunos ejemplos de ello, donde el Gobierno ha tenido que flexibilizar su
posición (desahucios, límite de los 400 euros, etc.). Y lo que preguntamos es
¿por qué no se extiende esa flexibilización a toda la política socioeconómica?
Si de verdad se quiere que todos rememos en la misma dirección, ha llegado la
hora de abandonar las ganancias partidarias y realmente negociar todo lo
negociable, que es mucho, como la dura realidad se está encargando de
mostrarnos.
Bienvenida pues la tardía propuesta
del PSOE para lograr un pacto de Estado; sólo hay que pedirle a ese partido que
sea consecuente en la dirección de negociar en serio hasta alcanzarlo. En todo
caso, ahora sí que ha puesto al Gobierno contra la pared: ¿dará muestras Rajoy
de su capacidad de negociación, o se mantendrá autista (y responsable de la
confrontación que nos conducirá a la catástrofe)?