Carta abierta a un político honrado
lunes 21 de enero de 2013, 12:06h
Estimado político honrado:
Sé que al recibir la presente no
estarás bien; yo sobrevivo y no debo quejarme, gracias. No es para darte ánimos
para lo que te escribo. Entiéndeme, no es que te los niegue, pero creo que
antes hay que animar a los millones y millones de españoles que lo están
pasando mucho peor que tú y que yo y que se temen que aún les queda mucho más por
sufrir. Me dirijo a ti para compartir algunas reflexiones y proponer alguna
salida ante esta horrible y pestilente actualidad política que soportamos.
Te escribo como ciudadano, de esa
mayoría que paga ¡qué remedio! sus impuestos. También pertenezco al grupo, cada vez más minoritario,
que aún cree en la política. Para que te hagas una idea te diré que como
periodista llevo más de 30 años siendo un friki de tu profesión y de tu
actividad, que considero nobles y necesarias. O sea, que aún estoy de tu lado.
De momento.
También quiero que te quede claro
que me da igual si eres de un partido que gobierna en donde sea - Estado,
autonomía, provincia, ayuntamiento- o si estás en la oposición. En uno u otro
sitio lo debes estar pasando mal, muy
mal, porque he empezado por decir que sé que eres honrado. Aunque cada vez hay
menos gente que se lo crea quedáis aún políticos honrados. Me consta que se te
revuelve el estómago como a mí al abrir el periódico o al ver en los
telediarios una noticia tras otra de
corrupción. Y me gustaría que fueras lo suficientemente honesto como para
superar la alegría inicial si el latrocinio afecta al partido rival. Y que no
te dejaras llevar de esa especie de espíritu legionario que os entra a todos en
los partidos de apoyar al compañero de carnet, "con razón o sin ella", que se
encuentra envuelto en un sumario judicial. Porque sabes muy bien que cada
corruptela es un golpe bajo a la democracia y una paletada más de arena sobre
vuestra reputación como representantes de los ciudadanos. Creo que estás indignado
con la corrupción sea de quien sea. Y entiendo que te rebeles ante la idea de
que te confundan con tanto chorizo, como si ser político fuera lo mismo que
delincuente. Seguramente aún lloras a tantos compañeros que perdieron su vida
por hacer política, por representar dignamente a vuestros votantes. El recuerdo
de su generosa entrega choca brutalmente con la constatación del
aprovechamiento delictivo que otros compañeros de partido están haciendo de sus
puestos hasta llegar al delito. Y lamentablemente llevan el mismo carnet que
defendieron asumiendo tanto riesgo los ausentes. Pero es que los partidos y las
instituciones se han convertido en una especie de charcuterías en las que se
cuelgan ristras de chorizos. Y de eso, tienes que aceptarlo, tenéis todos algo
de culpa. Aunque aceptemos que es
inevitable que en cualquier familia puede haber una oveja negra. Estoy
convencido de que se te encoge el alma por cada marea de indignados que rodea
los parlamentos al grito de "no nos representan" y que sientes más rabia que
miedo cuando la policía te tiene que proteger del cerco que te increpa y rodea
la sede del partido, el ayuntamiento o el centro oficial en el que trabajas.
Los más pacíficos se contentan
con decir en las encuestas que sois el tercer problema del país. Los otros, que
tú y yo sabemos que son pocos aunque crecen cada vez más, simplemente os
quieren linchar. Este sistema democrático que tanto trabajo nos ha costado
montar a vosotros políticos y a nosotros ciudadanos hace aguas por todas partes
y está generando multitud de antisistemas.
Nos hemos querido engañar pensando que son cuatro violentos, unos
marginales, y que solo quieren bronca, que les da igual dónde la provoquen.
Pero los dos sabemos que ya hay multitud de antisistemas que no queman
contenedores ni piensan que sea guay pegarse con la policía y que son tan
honrados y respetables como los que seguimos creyendo que esta democracia aún
tiene posibilidades. Ellos ganan cada día mas audiencia con su cántico de "!lo
llaman democracia y no lo es!".
Como ves no me va para nada el
morbo que da esta situación. Y además confío en que estés tan indignado como yo
por las cuentas suizas de Bárcenas y los sobresueldos en el PP, la escandalera
delictiva de los ERE en Andalucía, el caso de todos los gurtelianos, los
escándalos financieros de Urdangarin, las supuestas idas y venidas de los Pujol
a Andorra y los negocietes de los vástagos del insigne president, las sospechas
sobre Mas, los choriceos de los casos Palau o Pallerols, las imputaciones del
ex ministro Blanco, lo de Fabra, lo de Baltar, o las imputaciones de los alcaldes
de Santiago, Sabadell, Boqueixon, As Burgas, Sant Josep, Ourense, Alicante,
Lugo, As Burgas, Mocada i Reixac, Plasencia, Murcia, Las Palmas... Y así hasta
300. Por no hablar de lo legal pero democráticamente impresentable: el despacho
y el IBI superreducido de Bono, el nuevo carguete del imputado Rodrigo Rato,
fichado por el presidente de una empresa que él privatizó y a quien puso en el
puesto, la displicencia con la que trata Durán i Lleida a quienes le piden que
haga efectiva la dimisión que había comprometido, los tres salarios públicos y
abultados que cobraba la señora Cospedal, lo de Güemes, el chalet de superlujo
del presidente Ignacio González comprado a una empresa de un paraíso fiscal... Y
mañana seguro que nos enteramos de otro. Esto no para. Y si te escribo es para
animarte y mentalizarte para intentar frenar este desastre democrático. Porque
solo tú y los honrados como tú podréis parar esta gangrena. Y os tenéis que
rebelar.
Se me ocurre que debéis de
empezar por hacer una autocrítica pública y feroz. Tenéis que pedir perdón a
los ciudadanos. Tienes que entonar el mea culpa por haberte olvidado de la
gente que os vota y que paga vuestros sueldos y aporta la mayoría de
presupuesto del que vive tu partido. Porque apañado ibas si para llegar a final
de mes dependieras de las cuotas de vuestros militantes. Pide perdón porque
vives en otro mundo, rodeado de políticos como tú, enfrascados en la pelea con
el partido contrario, elaborando argumentarios para defenderos del argumento
del rival. A garrotazos hundidos en el fango, que os llega muy encima de los
tobillos, como en el cuadro de Goya. O construís leyes, decretos, edictos,
bandos, proposiciones, interpelaciones o planes y proyectos en los que poco
pinta la gente. De nuevo el despotismo ilustrado. Los ciudadanos os conocen
solo de veros por la tele o en actos inaugurales de algo. Desde luego nunca os
ha encontrado por el barrio intentando
enteraros de cómo viven y que piensan, mucho menos en el metro, en la cola del
autobus o en el supermercado. Tú sigues en tu torre de marfil, en tu mundo
aparte. Del partido a las instituciones y de ahí a los actos del partido,
siempre aplaudiendo a los tuyos o dejándote aplaudir o adular si eres líder o
líder a medias. Solo te tomas un café con la gente cuando vas a pedirles el
voto o haces campaña. O acompañas al señorito cuando pide el voto o hace
campaña.
Porque esa es otra, el culto al
liderazgo cuasidivino, infalible como el oráculo (mientras manda, claro),
generoso si se le presta devoción pero justiciero si se osa discutirle. Si eres
líder bien conoces esa cultura viciosa de la que te beneficias y contra la que
jamás osaste levantar la mano. Te rodea de un enorme confort y de una total
impunidad. Y si alguno discrepa, ya se sabe, será muy jaleado por la prensa
pero está todo organizado para que casi nadie se atreva a seguirle. Al final el
sistema funciona, los debates están controlados y los congresos se resuelven
con clamorosas mayorías a la búlgara. ¿Cómo te van a votar en contra si la
mayoría te debe alguna canonjía? Tienes total libertad de movimientos y nadie
te va a controlar si decides pasarte al lado oscuro y engrosar tu cuenta
corriente.
No sales mejor parado si no estás
en la cúpula. Admites todo o casi lo que te digan, haces los estudios y los escritos
que te encargan y como te los encarguen. Porque si quieres puesto seguro en las
listas o en aparato, o contrato indefinido en el cuartel general o en la sede,
solo cabe el seguidismo y la adulación, jamás la crítica o la alternativa. Tus
aportaciones personales siempre van en la línea de lo que crees que se espera
de ti. A veces has llegado a estasiarte
escuchando al jefe declamar el discurso que tú les has preparado y hasta
te sientes como Mari Carmen y sus muñecos: sueñas con los ojos abiertos que tu
líder abre la boca y mueve las manos pero que eres tú quien habla por él como
la ventrílocua y que, como ella, le mueves las manos para que las accione como
si del muñeco doña Rogelia o del de Rokefeller se tratase. Debéis de pedir
perdón por convertir o permitir que las organizaciones democráticas que
deberían servir para dar cauce a la participación de los ciudadanos, que eso es
lo que dice la Constitución, se hayan convertido en la casa de "don Angel, ¡sí
señor!".
También tienes que pedir
disculpas por haber impuesto o aceptado ese patriotismo de partido que protege,
con razón o sin ella, a los componentes del partido solamente porque son "de
los nuestros". Y antes cargáis contra el juez que los imputa que os esforzáis
lo más mínimo por aclarar las posibles responsabilidades del imputado y pedirle
cuentas. Justo lo contrario de lo que practicáis cuando el presunto corrupto
milita en el partido rival, porque la sacrosanta presunción de inocencia solo
funciona para los de casa, que así te lo aprendiste tú. Es una mezcla de seguidismo
y de soberbia. Si no estás entre los máximos dirigentes de tu partido aceptas
acríticamente que los tuyos son los buenos, los más valiosos y, por lo tanto,
siempre los más honrados, ¡faltaría más! O al menos actúas como si así lo
creyeses. Y así nadie te dará explicaciones sobre las cuentas de la casa ni
sobre lo que se hace o deshace en las instituciones. Y si eres de los que más
mandas has establecido la doctrina según la cual tus diputados, senadores,
concejales o cargos públicos varios son de seguro infalibles e intachables, no
en balde los has puesto tú en las listas y les han honrado con tu confianza.
!¿Cómo te van a fallar?! Tienen vía libre para actuar a su antojo siempre que
te sigan guardando pleitesía.
Hace mucho tiempo que deberías
haber dicho basta. Tu dejadez ha conducido a esta lamentable situación: los
corruptos se han aprovechado de tu silencio y de tu inacción, de tu confianza y
de la que les dieron los ciudadanos y se lo han llevado crudo ante tus mismas
narices sin que hayas hecho nada por enterarte o por cortarles el paso. Y ahora
están consiguiendo diluir su latrocinio personal e intransferible en esa lamentable,
inevitable e injusta generalización que llevas tan mal: ¡todos los políticos
son iguales y están para poner el cazo!
Me encantaría que me hicieras
caso en la autocrítica que te pido porque creo que es la única manera de que
empieces a recobrar algo de la mucha credibilidad perdida. Me parece
imprescindible si quieres arreglar tu situación y la de todos. Lo necesitas
personalmente pero también el país entero. Mala será la democracia que
conservemos si la gente sigue dejando de creer en la política. Y ahora voy a
pedirte que te rebeles. Si eres dirigente es tuya la responsabilidad de poner
el partido patas arriba, de salir a la calle para enterarte de lo que piensan y
piden los ciudadanos, para acabar con ese culto castrante al líder, para abrir
los debates a los militantes en todas las sedes y agrupaciones. Fin del
adoctrinamiento desde arriba en beneficio exclusivo del number one y sus
colaboradores. Abre las ventanas y utiliza las nuevas tecnologías para que tu
formación política sea transparente. Cuelga en la web y en Facebook tus
cuentas, los presupuestos, los sueldos que pagas y cobras. Tienes
que ponerte a controlar lo que hacen tus compañeros de aparato y tus
cargos públicos con sus influencias y los dineros de todos. Es el momento de
una nueva ética, de que enseñes los dientes y les dejes muy clarito que vas a
perseguir hasta el último escondrijo a cualquiera de los que tengan tu carnet y
e intente lucrarse con el dinero o con
el cargo público que le cedieron los ciudadanos. Que no tengan la mínima duda
de que te vas a adelantar al fiscal y al juez para cesarlo, echarlo del partido
y llevarlo a los tribunales. Pon en marcha controles, investigaciones,
auditorias, comisiones de asuntos internos y todo lo que haga falta para que
los tuyos sepan que les van a resultar casi imposibles las corruptelas pero que
si las hacen te vas a ensañar con ellos aún más que si fueran del partido
rival. Porque han manchado y traicionado el tesoro del voto que os confiaron
los ciudadanos a tu formación y no a los demás. Además de ser honrados los
partidos tenéis el deber parecerlo. Y hoy en día, en muchos casos, ni lo uno ni
lo otro.
Si no eres de la cúpula debes
rebelarte también exigiendo cambiar de arriba abajo el partido en la que
militas, dejando se ser cómodo y sumiso al líder, pidiendo debate y democracia
interna, contacto con los ciudadanos y normas claras y contundentes para que
nadie se pueda aprovechar del cargo o de su situación de poder para corromper y
corromperse hasta el delito. Exige transparencia, cuentas claras y conocidas
por los militantes que pagan sus cuotas y por los ciudadanos. Tienes que regenerar
tu partido y tu profesión para que sirva para transmitir las opiniones de los
ciudadanos, mejorar su vida y preservar y mejorar sus derechos. Que para esos
os pagamos. No para que viváis en vuestro mundo virtual ni para que vuestros
compañeros disfruten de paraísos, incluso fiscales, cuando tanta gente malvive
hundida en el agujero de la pobreza, la marginación y hasta el abandono. Y
cuando las clases medias y bajas soportan los muchos impuestos y recortes y es
cada vez menor la protección social de la que disfrutamos.
Perdona tantos consejos. Pero sé
que sabrás admitirlos de buen grado porque son bienintencionados. Y cuando
quieras hablamos de las responsabilidades de los periodistas en esta degradación
democrática. Las tenemos y muchas. Te prometo un montón de disculpas y unas cuantas rebeliones. Puedes dar por sentado que mi
saludo final es cordial. Todavía tuyo afectísimo...