Fue,
más o menos, entre ocho y media y nueve y media de la mañana del viernes 18 de
enero. Una hora terrible que hizo temblar la sede del partido que sustenta al
Gobierno, en la madrileña calle Génova. Todas las emisoras de radio, todas las
tertulias periodísticas de la televisión, machacaban sin piedad en el yunque
del Partido Popular. Esa misma mañana, el diario 'El Mundo' publicaba a toda
página en su portada algo que ya estaba en el ambiente desde hacía tiempo:
"
Bárcenas pagó sobresueldos en negro durante años a parte de la cúpula del PP".
Es decir, que el ex gerente y ex tesorero durante muchos años del PP habría
estado 'beneficiando' a altos cargos del partido hoy gobernante -y gobernante
desde 1996 hasta 2004-con entre cinco mil y quince mil euros mensuales.
Los
comentaristas de todas las radios, de todas las televisiones, se mostraban
implacables con los desdichados responsables del PP, como la secretaria
general,
María Dolores de Cospedal, a los que no les había quedado otro remedio
que comparecer en esa hora ante los micrófonos para echar balones fuera, para
subrayar que 'en mi época no ha pasado nada de eso' y para reiterar que ellos,
de lo publicado, no sabían nada. Puede que no. Puede que tampoco
Mariano Rajoy,
a quien hay que reconocer que, a su llegada a la cúpula 'popular', empezó a
'recortar' las aún presuntas corruptelas, se hubiese enterado de nada en sus
primeros años al frente del PP. Tengo a Rajoy por persona honorable e incapaz
de quedarse con un euro que no le corresponda; también creo, ya digo, que fue
él quien empezó a acabar con las irregularidades que, como todo el mundo sabía
y algunos habían denunciado, se producían en la financiación del partido y en
los bolsillos particulares de los 'financiadores'.
Pero
Rajoy, y el PP, como antes el PSOE -no podemos olvidar que el reinado de
Felipe
González concluyó en medio de enormes escándalos de corrupción y tras haber
dimitido una parte de su Gobierno--, no acaban de explicar las cosas con la
suficiente claridad como para que la ciudadanía recobre la confianza en sus
representantes, a los que considera el segundo problema de la nación. Que en
pocos días hayan coincidido el resurgir del 'caso Bárcenas' y los presuntos
escándalos en torno a la familia de Jordi Pujol, sin hablar ya del 'caso
Urdangarín' -perdonen que personalice--, es muy poco tranquilizador. Máxime
cuando aún perviven los ecos de un 'caso Gürtel' que aún no se encuentra en su
apogeo en los tribunales y la indignación por el 'apaño fiscal' -tras veinte
años de demoras en los tribunales-- en el 'caso Pallerols', que afecta a uno de
los partidos gobernantes en Cataluña, Unió Democrática .
Y,
así, tras esta hora terrible en los medios audiovisuales, en las redes
sociales, en los medios de Internet, se piden explicaciones. No vale ya con
decir que nada se sabía de esos presuntos pagos en dinero 'negro' que, en el
fondo, procede de los ciudadanos. No basta con asegurar -y yo lo creo-que la
realidad actual es muy otra y que los controles son efectivos. Nada de eso
basta ya. Esa hora terrible en la mañana del viernes, que será seguida de otras
muchas si no se frena la riada, exige comparecencias al máximo nivel. Es lo que
se verían forzados a hacer -en todas partes cuecen habas-los gobernantes de
cualquier país democrático del mundo.
Solamente
la verdad, toda la verdad, y la demostración de un firme propósito de la
enmienda plasmado en medidas de control y participación de los electores en la
marcha de los partidos, podrán acabar con esta avalancha que puede provocar, va
a provocar, daños irreversibles que a nadie convienen: ni a la llamada clase
política, ni a la gobernación del Estado. Ha sido, lo confieso, también una
hora terrible para quien suscribe, consciente de que muchas cosas se están
derrumbando sin que nadie acierte a consolidar el edificio. Seguro que usted,
amable lector, también habrá experimentado, como yo, una hora de vergüenza
ajena y que casi deseaba que llegase el momento radiofónico de las
informaciones más frívolas; qué se yo, recetas de cocina, comentarios sobre los
premios Goya...Lo que ocurre es que olvidar, distraerse con otras cosas, es ya
imposible. Ha llegado el momento de las explicaciones.
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El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>>