Si hubiera que buscar el sentimiento más
generalizado, el más dominante entre lo que se ve y se siente en las calles
españolas, seguramente encontraríamos el miedo. Estamos aterrados! Más que lo
que recuerdan los clásicos. Y esto se nota en los libros.
Sí, porque a cada disgusto que se nos da,
se le añade la profecía de uno mayor, más oscuro, más....peor! Yo creo que sería
divertido hacer un seguimiento del miedo en las últimas décadas, desde que el
rearme moral y el SIDA acabaron con los alegres días de vino y rosas, que
arrancando en los setenta, tuvieron un ciclo corto, hasta mediados los ochenta.
Después los miedos vinieron a lomo de uno de los caballos apocalípticos: la
peste. Lea usted la enfermedad, sea la locura de las vacas, la peste aviar, la
gripe A, el propio SIDA....o los riesgos del tabaco. El de la guerra también
trajo lo suyo, con sus torres gemelas y con las guerras de Irak y lo que les ha
ido colgando, y toda la paranoia de la seguridad. Ahora nos toca el hambre. El
miedo al hambre. No es que los demás jinetes se retiren, ahí están las guerras
enquistadas y las nuevas, y ahí están las prohibiciones saludables, y no es que el hambre haya dejado de
enseñorearse de un porcentaje enorme de humanos. Pero ahora, la pobreza se nos
está empezando a sentar en nuestra casa, y, de momento, es lo que más miedo da.
La crisis.
Lo curioso es que, detrás de cada miedo,
siempre hay un negocio.... O varios. Y siempre hay dineros públicos, de los de
los contribuyentes, que hacen el viaje a los particulares, que pasan a
colección particular, como los cuadros robados de los museos. Y muchas veces, como esas compras, son
secretos, indisfrutables como seguros postmortem, condenados a la falta de luz
y miradas de una caja fuerte.... Y a que nadie lo sepa. ¿Tengo un Van Gogh y no
se lo puedo enseñar a nadie? Pues claro que no, hijo, que te llevan a la
cárcel.
Desde el punto de vista del miedo, y
también del de las ganas de saber -"la curiosidad pudo más que el miedo", cito
a Borges- los libros hablan, eso, como libros abiertos. Una vez que se desata, el miedo es libre.
(Véase el florecer de los videntes en las teles). Así que a lo mejor se puede
explicar el boom de las fuerzas sobrenaturales en una sociedad básicamente -y
mayoritariamente!-laica. El martes
pasado hablaba de la estupenda novela de Dolores
Redondo, El guardián invisible
(Destino), que es una historia de miedos ancestrales. Del miedo de la infancia,
el primordial, el huevo del miedo. Ahora
viene, de la mano de Planeta, El
pensionado de Neuwelke, del zamorano
José C. Vales, que es una historia
gótica, situada a mediados del siglo XIX, y que, al parecer, se basa en uno de
los casos más conocidos y documentados de doppelgänger. Es decir, del doble malísimo de una señorita
viva, no su fantasma propiamente dicho, sino ese otro yo, oscuro y
maléfico....que funciona por su cuenta....¿A que da canguelo tanto siglo XIX, tanto
romanticismo, tanto...ectoplasma? Un éxito seguro. Canalizamos los miedos,
ordenamos, de aquella manera, a los jinetes.
Que siguen estando ahí, como el dinosaurio
de Tito Monterrosso. Que jóvenes y medianos siguen refiriéndose a
ellos, en la cebolla de nuestro pavor. Lo dice Metallica!!!!
Que se pueden conjurar de muchas maneras,
como investigando las causas y métodos por los que nos llevan hasta ahí, lo
prueba el éxito de algunos libros, que no precisamente tienen lanzamientos
publicitarios millonarios (bueno, ahora casi ninguno lo tiene): han sido
reeditados -y en editorial pequeña esto es un éxito rotundo, El hundimiento de la banca, de Íñigo de Barrón, que se dedica a
analizar esa cosa tan imposible y que nos trae de cabeza: el caos financiero
que, alimentado por la burbuja inmobiliaria y por complicidades múltiples, ha
conducido a este país al grado de extrema postración en que hoy se encuentra. Y
donde se dedica a repartir discretos mandobles a los constructores, a los
bancos y cajas, a los que tenían que supervisarles, a los políticos de los que
dependieron tantas veces. El otro es Las cloacas de la economía , del
catedrático de Economía Aplicada Roberto
Velasco. Los dos, publicados por la Editorial Catarata.
Pero si
estos libros que conocen una rara segunda edición tratan sobre el lado oscuro
de la economía, se puede dar una vuelta de tuerca y lo da Germán Gullon, con
su novela -y digo bien novela- La codicia
de Guillermo de Orange, que aparecerá estos días en la edición de Destino:
una conspiración. Una alta conspiración financiera, que busca hundir la
economía española y que encuentra sus
raíces en el pasado remoto, en aquel
Guillermo de Orange que escribió, contra Felipe II, el panfleto que fundaría la leyenda negra, y cuyos ecos pudimos ver en algunas declaraciones
del verano negro de Angela Merkel....
Si, el verano de los pepinos, la vagancia española, en fin, esos mitos que se
pueden contrastar con la realidad de los españolitos que todavía tienen
trabajo.... Da miedo, no? Pues eso.
Habrán
notado que mis jinetes apocalípticos no son exactamente los del Evangelista, pero nunca lo son. Mucho
sello, mucho cine, mucha música. Porque el cuarto sello que abre Jesús, el último día, según Juan, es la Victoria. Y antes, la
Muerte, que yo no la cuento porque va con todos, con todo. Además, como diría Shakespeare: Muerte, dónde está tu
victoria?
P.S: Prometí el martes la crítica de El
testigo invisible, de Carmen Posadas.
Si quieren leerla, clicken aquí. Y
algo más: el libro de Gimferrer, a
punto de aparecer en Seix Barral, no es una novela, como dije erróneamente
confundida por la avalancha de novedades. Es un libro de poemas. Estos, que
escriben de todo. Ya hablaremos.