Mayoría disoluta en transición
martes 08 de enero de 2013, 11:07h
La mayoría
formada en la comunidad catalana por un acuerdo bipartito entre Convergència i
Unió e Izquierda Republicana es, antes que una mayoría secesionista, una
mayoría disoluta en los dos sentidos del adjetivo. Disoluta porque puede
disolverse y disoluta porque las sospechas de corrupción no aclaradas por los
sospechosos la hacen viciada, relajada e impúdica. Es comprensible que sus
componentes coincidan, quizá únicamente, en formar un Consejo Catalán de
Transición, porque transición va a haber. Pero no para romper o separarse de
España, sino para preparar el porvenir a medio plazo de esta configuración de
mayoría disoluta e inestable que se disfraza de una hipotética mayoría
secesionista inexistente como cuerpo homogéneo. El acuerdo CiU-ERC es solo un
pacto circunstancial cosido con alfileres. Su clave única de coincidencia es el
propósito de realizar un referéndum ilegal o una consulta popular inoperante
sobre un derecho a decidir presentado engañosamente, de plazo impreciso que,
sea cual fuere su formulación, infringiría competencias de las instituciones
soberanas del Estado, que no puede asumir por si solo ningún órgano dependiente
de entidades subestatales.
Dada la imposibilidad
legal de realizar de forma efectiva un gesto arbitrario y partidista sin
originar disensiones y conflictos, es de prever que el acuerdo CiU-ERC provoque
tensiones entre las partes en cuanto el grado de prudencia o realismo, por bajo
que sea, afectará mas a quien pretende moverse desde una responsabilidad
institucional que a quien vive en un fanatismo callejero. Excepto dar prioridad
a este proyecto de política-ficción antes que a la problemática socio económica
de Cataluña, no hay nada común a las dos partes, ni hasta en los modales de
comportamiento. Por ello, el propio contenido y oportunidad del momento de la
consulta serán, por si mismos, materia disolvente.
Quizá el
conocimiento directo de esta incongruencia es la única explicación para
intentar comprender la actitud desleal y contradictoria de los actuales
dirigentes del socialismo catalán que, quizá, esperan reaparecer como elemento
imprescindible para formar otra mayoría sustitutoria más ambigua, con
ingredientes federalistas que puedan integrarse en el paquete de opciones "a
decidir". En cualquier caso, es digno de señalarse que estas derivas del
socialismo solo se producen cuando no son ellos los que están en el gobierno
central, como si calculasen que solo con ayudas nacionalistas pudieran
recuperar el poder perdido, aunque sea a costa de la unidad de España.
Olvidan,
unos y otros -en este caso CiU y PSC- que
su endeblez no es consecuencia de un adversario "españolista" sino del interior
de su propio electorado tradicional, que no se encuentra a gusto, en el caso de
CiU, con pagar el precio de un acuerdo sobre fantasmagorías con el abandono de
su base ideológica, de la misma manera que disgusta al electorado típico del
socialismo catalán el folklore separatista. Los resultados decrecientes en
ambas formaciones han sido elocuentes en las pasadas elecciones autonómicas.
Sobre la
frágil tarima del acuerdo CiU-ERC oscila un inestable Artur Mas como un
tentetieso que intenta mantenerse en pie, sea cual fuera la inclinación del
tablado por el creado, adelantando unas elecciones que nadie le pedía cuando lo
que más necesitaba Cataluña era estabilidad. Por si fuera poco, esto sucede en
un ambiente nebuloso de corrupción condensada a través de los años y de las
sagas que enturbia, de manera incontenible, la escena a pesar de las
invocaciones exaltadas pidiendo complicidad ciega al inocente y perjudicado
vecindario.
La
equivocada percepción de una debilidad del Estado, afectado por la situación de
crisis, la ambigüedad comprometida por el anterior gobierno socialista en
materia estatutaria y la inseguridad de sus supervivientes en el partido, son
los únicos datos que explican que alguien haya creído estar en condiciones
favorables para romper y separar. Doble error, porque ni el Estado común es tan
débil como parece, ni la crisis va a ser eterna, ni el actual gobierno es
idéntico que el anterior. Desconocen algunos políticos de "chichinabo" que
ningún gobierno merecedor de tal nombre puede condescender a la desintegración
del Estado-Nación a quien sirve sin ejercer toda la fuerza legítima que le
corresponde, con el respaldo de una mayoría absoluta nacional, frente a las
piruetas de un inestable consejo de transición hacia la nada.
Ex diputado y ex senador
Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
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