Aún calientes los comentarios en torno al mensaje navideño
del
Rey, tuve la ocasión de preguntarle a
Mariano Rajoy, en su rueda de prensa
del viernes, qué opinión le merecían las palabras del Monarca pidiendo que se
haga "Política con mayúscula", de altos vuelos. Pedí a un colega,
que asistió al encuentro con la prensa de
Alfredo Pérez Rubalcaba, que
trasladase al secretario general del PSOE idéntica pregunta. Ni Rajoy ni
Rubalcaba respondieron de manera medianamente satisfactoria. ¿Qué es para ellos
esa 'Política con mayúscula' que, de manera tan sonora, pedía el
Jefe del Estado? Nos hemos quedado sin saberlo: ambos ofrecieron evasivas que
ni merecen reproducirse aquí.
Para mí, la duda
hamletiana en estos momentos consiste en
saber si en España, en este 2013 que tan apocalíptico se nos anuncia, se va a
hacer Política o, simplemente, política. De lo escuchado en sus 'ruedas
de prensa de fin de año' a los dos políticos más importantes de este país
podría deducirse, en principio, que vamos a caminar por un sendero minúsculo:
otra oportunidad perdida de hacer grandes declaraciones reformistas, de ofrecer
pactos de largo alcance, de anunciar una voluntad de Cambio, con mayúscula, y
no meros cambios, que con minúscula significan parches.
Desde luego, no seré yo quien acuse a Rajoy de haberse
quedado con los brazos cruzados en su primer año en el poder; han cambiado
muchas cosas, se han reformado a fondo algunas -como él mismo repitió
hasta la saciedad en su comparecencia del viernes--, otras se han estropeado
sin que puedan achacársele más culpas al Gobierno que el no haber podido
preverlas o no haber sabido negociarlas con la suficiente flexibilidad. Por
ejemplo, Cataluña. A mí, las cosas que está haciendo
Artur Mas -cuánto me
equivoqué cuando dije que, tras las elecciones, volvería a la sensatez-me
parecen políticamente impresentables; pero está claro que algo, pongamos un
cierto pacto fiscal, habrá que dar a cambio de que se olvide de soberanismos
que nada bueno pueden traer ni a Cataluña ni al resto de España, ni, ya que
estamos, a Europa. Bien podría haber anticipado Rajoy, la última vez que se vio
con el
president de la
Generalitat en La
Moncloa, que un 'no' rotundo a las pretensiones
de Mas no iba a bastar: había que haber comenzado a negociar ya entonces,
ganando tiempo y evitando disgustos y 'choques de barcos' (Mas
dixit).
Pienso que la primera ocasión de poner mayúsculas a la
palabra política la van a tener Rajoy y Rubalcaba en su diseño de respuestas pactadas
para el 'tema catalán'. Que, desde luego, no pasan por amenazar con
aplicar sin más el artículo 155 de la Constitución suprimiendo la autonomía de
Cataluña. ¿Por qué no una negociación conjunta de ambos con Mas, ahora que se
ha abierto un portillo, para demostrarle que las principales fuerzas políticas
están unidas en torno a los mismos planteamientos?
Claro que difícilmente se podrán arbitrar soluciones de gran
calado mientras la posición de Rajoy sea una negativa cerrada a cualquier
reforma de una Constitución, la de 1978, que va pidiendo a gritos algunos
cambios y que, desde luego, no podrá quedar incólume en los próximos diez años,
contra lo que el presidente del Gobierno nos dijo a los periodistas, y a la
nación, el viernes. Sí, Política con mayúscula también pasa, me parece, por
afrontar esa reforma de algunos puntos claramente obsoletos de la Constitución, en
lugar de bloquearse en el 'no' a modificación alguna proclamando
que aún tenemos texto constitucional para diez años.
Claro, no me dejaron, ni como periodista ni como ciudadano,
satisfecho las contestaciones de Rajoy y Rubalcaba a las grandes cuestiones que
tiene planteadas el país. Y, lo más importante de todo, aún no han dado una
respuesta convincente al gran reto que el Rey doliente dejó planteado en la Nochebuena. Porque,
¿cómo hacer Política con mayúscula cuando ni siquiera se define qué diablos pueda
ser eso?
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El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>