Al contrario que mi presidente,
Pepe Griñán, que desde que
gobierna en coalición con Izquierda Unida no quiere saber nada de las
tradicionales fiestas navideñas y recurre al tópico de la solidaridad,
voy a felicitar a mis lectores en las Pascuas como se ha hecho siempre y
desearles un próspero año nuevo aunque sé que es sólo un deseo de
difícil y casi milagroso cumplimiento. De momento, me imagino que a la
gran mayoría de ustedes le ha ocurrido igual que a mí, el sorteo de la
Lotería Nacional (que es lo poco Nacional que nos va quedando) ha pasado
con más pena que gloria dejando mis bolsillos incluso algo más vacíos
de lo que ya estaban el día 22 y eso que este año me he negado en
redondo a adquirir las docenas de participaciones de cinco o diez euros
que me ofrecían amigos, ex compañeros, colegas, hermandades y cofradías y
conocidos. La suerte me ha vuelto a ser esquiva (este año excesivamente
esquiva) aunque seguiré fiel a mi primitiva y a mi euromillón en espera
de que cambie la racha. La esperanza, dicen, es lo último que se
pierde.
Pero centrémonos en el tema de este artículo, que no es
otro que compartir con todos ustedes estos días que si hay un
calificativo que los defina, sin duda es el de "entrañables". Lo de la
felicidad, la paz, la solidaridad, la alegría son tópicos, meras
palabras vacías de contenido real. Porque no hay nada más triste que una
cena de Nochebuena en familia en la que siempre se echa de menos a los
que faltan que, por ley de vida o por circunstancias especiales, cada
año son mas. Así que de alegría y felicidad, nada de nada. En cuanto a
la paz y a la solidaridad, qué les voy a contar que ustedes no sepan.
Cenar acompañado de ese cuñado a quien no tragas, de esa suegra de la
que echas pestes o de esos sobrinitos que no te dejan tranquilo ni a la
hora de pelar una gamba, tiene poco de solidario y menos aún de
pacífico. Sobre todo porque en tu fuero más interno está deseando darles
un par de sopapos a los niños a ver si te dejan en paz de una puñetera
vez y decirle cuatro verdades a tu cuñado, a tu suegra e incluso a la
parienta para dejar las cosas medianamente claras de una vez por todas.
¿Y
qué me dicen de la cena de Nochebuena? ¿no quedábamos en que estábamos
en crisis, que nos habían recortado el sueldo y nos habían quietado la
paga de Navidad? ¡Anda que...! Observando el menú, así sobre la marcha,
parece que nos ha tocado el gordo de la Lotería. A saber, entradas con
gambas de Huelva, quisquillas de Motril, jamón y caña de lomo de Jabugo,
foie francés, patés de perdiz y ciervo de Jaén, mojama y huevas de
maruca de Barbate, empanadillas de la abuela, reservas de tinto de
Ribera del Duero, Rioja y Somontano, de plato principal cordero lechal y
pularda rellena, para acabar esa "cena solidaria" con mazapán,
turrones, frutas escarchadas y marrón glacé para acompañar una buen cava
catalán y el posterior gin-tonic. Que no nos falte de na. Y hay que
reservarse porque doce o trece horas después, a las tres de la tarde del
día 25, toca la comida de Navidad que tampoco se queda atrás.
Quiérase
o no, este exceso de gula típico de los patricios romanos y la pasada
de alcohol típica de los novelistas de la Generación Perdida, te pasan
factura, y no sólo en los bolsillos, que también, sino en la báscula y
en el colesterol malo, ese que el médico te dice que vigiles con
atención aunque tú no le hagas ni puñetero caso. Hay que andarse con
mucho cuidado porque aún estan por llegar la también copiosa cena del
Fin de Año, la comida del Año Nuevo y la de los Reyes Magos con su
roscón que no es sino la puerta que abre de nuevo tu casa al deprimente
panorama exterior de la crisis y la prima de riesgo.
Si pese a
todo usted es de los que piensan que un día es un día y que las
Navidades están para celebrarlas por todo lo alto, no me queda más
remedio que aplaudirle, darle la enhorabhena, gritarle un ¡ole sus
cataplines! y, como no, volverle a desear unas muy, pero que muy felices
Pascuas y un próspero año nuevo 2013. Que lo disfrute mientras se
pueda. Y que ojalá los Reyes Magos, esos que el Papa dice que venian de
Tartessos, le colmen de regalos.
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