Los mayas se equivocaron. Sí, y no sólo
por la fecha, que se pasaron de largo ya que el fin del mundo llegó hace tiempo
para muchos. Pero también en la forma en la que se presentaría. Todos hemos visto
ilustraciones de volcanes escupiendo lava, meteoritos cayendo sobre la Tierra o
planetas chocando unos con otros, pero lo que no supieron prever los mayas es
que el fin del mundo sería tan largo, lento y agónico. Para ellos terminaba el
calendario, no supieron cómo actualizarlo y decidieron que ahí terminaba todo.
Total, como un 21 de diciembre de 2012 no iban a estar para verlo, pues lo
pusieron por escrito -en piedra- y que se asusten los que vengan detrás.
Es la misma filosofía que han seguido
muchos otros en este país, y no precisamente pensando en el fin del mundo. Para
éstos, los de ahora, la motivación era enriquecerse y poco más, sin pensar
mucho en el futuro, bueno sí, en el de su jubilación. Para aquellos, los de la
profecía, ya tenían bastante con sobrevivir. Los primeros dijeron: "Que lo
arregle el que venga detrás, que yo me llevo lo mío". ¿Les suena? Bancos, cajas
de ahorros, políticos, extorsión, evasión de impuestos, blanqueo de capitales,
malversación, tráfico de influencias, alzamiento de bienes, fondos buitres...
Perdón, leía algunos titulares en voz alta. ¿Y cuál es la consecuencia? Pues
eso, que se asusten los que vengan detrás que a mí el fin del mundo no me
pilla. En todo caso me pilla en una isla del pacífico y línea directa con
Suiza.
En este país se viven sentimientos
encontrados, una parte espera la llegada de la Navidad para evadirse del
trabajo, y otra buena parte esperaba que el mundo se acabara de verdad para
terminar con el dolor de una situación agónica. Lo siento, los presupuestos ya
se han aprobado.
Y es que para ellos el fin del mundo ya
se presentó. ¿Cómo? Las imágenes no hace falta evocarlas, las hemos visto ya.
El fin del mundo se ha manifestado en gente buscando comida en contenedores de
basura, en interminables colas a las puertas de las oficinas del paro -perdón
otra vez, oficinas de empleo-, en gente pidiendo limosna a las puertas de
grandes supermercados. Y el fin del mundo se ha ilustrado también, como ha
dicho recientemente el escritor Juan Cruz, con el lamentable honor de haber declinado
con precisión todos los tiempos del verbo desahuciar. Si los mayas levantaran
la cabeza, creo que no se alegrarían de ver un final del mundo que parece no
terminar nunca.
Javier D. Bazaga
Periodista
@jdbazaga