lunes 10 de diciembre de 2012, 21:15h
Acabamos de celebrar en Andalucía el XXXV aniversario de aquel 4 de
diciembre de 1977 en el que más de un millón de andaluces se echó a la
calle en las ocho capitales para pedir una autonomía que nos negaba el
Gobierno de la UCD. De ellos, una inmensa mayoría eran jóvenes menores
de treinta años que acababan de salir de un régimen dictatorial en el
que habían nacido y que estrenaban anhelos democráticos reivindicando en
la calle lo que no habían podido ejercer en las urnas pidiendo,
exigiendo un poder para el pueblo con el fin de conformar una sociedad
nueva, libre, justa y democrática. Han pasado 35 años y aquellos jóvenes
esperanzados superan ahora los sesenta, la mayoría están en paro y
abominan de una clase política que les ha defraudado en casi todas sus
expectativas. Aquel aliento de libertad que inundó todo el país a
finales de los años setenta ha quedado reducido a un hastío cuando no a
un desencanto social que cada día es más evidente.
Ahora ni los
partidos ni los sindicatos ni las ideología de uno u otro signo mueven a
las masas que han optado por recuperar el "panen et circus" romano en
forma de Selección Española de Fútbol, de Baloncesto, a Rafa Nadal, a Pau Gasol o a Fernando Alonso como única salida a la total pérdida de valores y de ilusión. Por más vueltas que Mariano Rajoy o Alfredo Pérez Rubalcaba le
quieran dar al asunto en busca de líderes carismáticos, la desafección
ciudadana por la política cada día es mayor y afecta, sobre todo, a la
población más jovén que es la que más está sufriendo las consecuencias
de la crisis. La cuestión no es ya retroceder a pasado y buscar unos
nuevos José María Aznar o Felipe González que
lideren a las dos formaciones más importantes del panorama político
español. El problema es mucho más profundo y afecta a un sentimiento
cada vez más arraigado de que los políticos, todos los políticos sean
del partido que sean, han abusado, abusan y seguirán abusando, con sus
privilegios y dádivas. de la buena voluntad del electorado.
La
Junta de Andalucía acaba de hacer pública una encuesta preocupante. El
Informe Social de la Juventud en Andalucía, realizado por el Instituto
Andaluz de la Juventud y el Centro de Estudios Andaluces pone de
manifiesto que el 76,6 por ciento de los jóvenes se
declaran "desinteresados" por la política y, lo que es peor, que a un 13
por ciento les de
igual un régimen que otro, aunque la inmensa mayoría suscribe que la
democracia es un preferible a cualquier otra forma de gobierno. El
estudio ha sido realizado a través de 3.200 entrevistas a una población
de entre 14 y 30 años, de las ocho provincias andaluzas. Ante los
alamante resultados, algunos políticos han puesto el grito en el cielo
porque, entre otras cosas, ven peligrar su propio futuro.
La todopoderosa consejera de Presidencia de la Junta y posible sucesora de Pepe Griñán al frente del PSOE-A, Susana Díaz,
ha mostrado su "preocupación" por el
hecho de que los más jóvenes no se interesen por la política porque,
afirma sin que se le caiga la cara de vergüenza, que "la
política es el poder de los que no tienen otro poder", y los jóvenes
"como así lo demuestran los datos de desempleo, de dificultad de acceso
al mundo laboral, son los que más han sufridos los recortes del Gobierno
de la Nación", lo que "debería hacerles participar con más interés en
la política y no es así". Por tanto "tenemos un grave problema de
confianza en general y en el caso de los jóvenes, que son el futuro de
un país, tiene que ser para nosotros prioritario". Resulta curioso que
Díaz hable de los recortes del Gobierno de la Nación y se olvide que,
aquí, en su Andalucía, donde el paro supera el 32 por ciento y el
desempleo juvenil alcanza el sesenta por ciento, los mayores recortes
los está haciendo el Ejecutivo del bipartito PSOE-IULV-CA, al que ella
pertenece. Y, hombre, la frase "la política es el poder de los que no
tienen otro poder", queda como muy bonita, pero dicha en boca de una
señora a la que no se le conoce otro oficio ni beneficio durante sus
espléndidos 28 años, que haber vivido toda su vida de la política, suena
como a cachondeo.
La cuestión es qué hacer para que la juventud
andaluza y por ende la española vuelva a interesarse por la política. A
lo mejor, en todos esos congresos que periodicamente realizan los
partidos para repartirse el poder, tendrían que dedicarle aunque fuese
una comisión a estudiar la fórmula mágica que vuelva a ilusionar a los
ciudadanos. Claro que si lo analizan en serio y son consecuentes, la
gran mayoría de los que asisten a esos cónclaves tendrían que devolver
el carné, renunciar a sus sueldos y a sus coches oficiales y ponerse a
trabajar en algo lucrativo. Y no creo yo que sean muchos los que estén
dispuestos a hacerlo. Por ello imagino que conforme avancen las
convocatorias electorales, el índice de abstención va a ir subiendo como
la espuma y, al final, serán ellos mismos, sus familias y sus amigos,
los que acudan a las urnas mientras el resto del personal contempla
impasible el teatro y las funciones semanales de la Carrera de San
Jerónimo o del antiguo Hospital de las Cinco Llagas donde, por cierto,
están en huelga de hambre los funcionarios que Griñán acaba de despedir,
viva la paradoja, del Servico Andaluz de Empleo. Y es que, como no crea
ningún puesto de trabajo en Andalucía, a estas alturas les sobran todos
los que se dedicaban a atender a los demandantes. Como dice el refrán,
"en casa del herrero, cuchillo de palo".