La semana que entra asistiremos a la
impotencia negociadora de Artur Mas para formar gobierno o, ¿quién sabe?, quizá
le llega un soplo de lucidez política y hace lo que debe hacer: primero de todo
dimitir e irse a su casa después del caos ingobernable que ha ocasionado en
Cataluña y permitir que otro, sin el lastre que él lleva por sus promesas
falsas y sus planteamientos mesiánicos, pueda solucionar el enorme desaguisado.
Y si persiste en aferrarse al sillón, al estilo Berlusconi por lo que pueda
pasar y evitar, la única salida es el reconocimiento del error, inmenso error,
y buscar un gran acuerdo con socialistas y populares.
La situación es de total
emergencia. La Generalitat no tiene para pagar las nóminas de estos meses. Vive
de la ayuda del resto de España, como otros como la comunidad valenciana, por
ejemplo... Pero la realidad catalana tiene ante sí la mayor deuda de toda España
y la necesidad de realizar un durísimo recorte en los presupuestos del año que
viene, unos 4.000 millones de euros, más o menos, ya veremos.
Si Mas pacta con
Esquerra Republicana y mantiene la deriva soberanista habrá firmado la
sentencia de muerte de Ciu, que a la larga será arrasada por Esquerra, que por
cierto no quiere asumir recortes o responsabilidad alguna en una deuda muy
engordada durante su gobierno de 8 años en el Tripartito. A los catalanes lo
que realmente les preocupa es el paro y la crisis, y eso es lo que tiene que solucionar
el nuevo presidente de la Generalitat con la ayuda de todos, a pesar de todos
los pesares de haber sido el propio Mas quien lo ha enfangado todo.
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