Los ciudadanos nos estamos acostumbrando a ver 'mareas' de diferentes
colores manifestándose por las calles: la blanca, de los sanitarios; la
verde, de los enseñantes, y dicen que ahora viene la negra, de un mundo
judicial que no saldrá a la calle, pero que hará oír su protesta contra
una subida de tasas que está provocando no poca movida entre los
justiciables. Sanidad, Educación y Justicia gratuitas, que deberían ser
los tres pilares del mantenimiento de un Estado de bienestar que tanto
nos han prometido respetar, provocan conmociones sociales en un país ya
bastante conmocionado por el vaciamiento de los bolsillos de los
contribuyentes, por los casos de corrupción generalizados y por el mal
funcionamiento de no pocas instituciones, que siguen sin dar el ejemplo
de austeridad y dedicación que la sociedad demanda. ¿Cómo extrañarse
entonces de que surjan brotes de indignación y rebeldía ante la
trasgresión de unas 'líneas rojas' que siempre se dijo que eran
"infranqueables"?
Me parece que, a medio plazo, estas 'mareas', y
otras por venir derivadas de conflictos laborales puntuales
-señaladamente el de Iberia-, deberían ser tan tenidas en cuenta como,
al menos, el combate contra los casos de corrupción política o las
reacciones oficiales ante los resultados de las elecciones catalanas,
que ha sido, por ahora, la última barrera que ha podido saltar
Mariano
Rajoy en la larga carrera de obstáculos que tiene ante sí. Tengo la
impresión de que el presidente del Gobierno puede sentirse
crecientemente libre de las presiones europeas que tanto han constreñido
la economía española. No puede ser que ahora algunas ocurrencias de
ciertos ministros, presidentes autonómicos o alcaldes, aunque luego
alguno de ellos dé una cierta marcha atrás, enrarezcan aún más el
ambiente que vive una opinión pública cuyas tesis sobre 'su' clase
política son ya bastante negativas.
El estado de bienestar, tan
trabajosamente logrado a lo largo de los años, no puede, bajo ningún
pretexto ni razonamiento, convertirse en 'estado de malestar'. Y pocas
veces, incluso cuando estábamos objetivamente peor que ahora, he
asistido a unos albores de las fiestas navideñas con una ciudadanía tan
angustiada, entre unas cosas y otras, como parece estarlo ahora. ¿De
verdad es necesario ahondar ahora en todas las heridas a la vez, y
encima sin consultar para nada a los sectores afectados?
>>
Lea el blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>>