Si
Artur Mas pacta con Esquerra Republicana de
Cataluña (ERC) habrá firmado la sentencia de muerte de Convergencia y Unió. No
se trata de ninguna exageración, ni de hacer leña del árbol caído; la realidad
del pueblo catalán es la crisis económica y el paro, no la deriva soberanista
de un dirigente político que intentó tapar su nefasta gestión con unos
sentimientos manipulados y arrogándose falazmente la representatividad de todos,
sin el menor escrúpulo. Los ciudadanos catalanes han sido muy claros en las
urnas, nada de aventuras con un político aficionado que no da la talla, ni es
capaz de enfrentarse a los problemas; hay que terminar con el cliché victimista
de algunos políticos catalanes y negociar una nueva participación de Cataluña
en España, dentro del marco imprescindible de reforma de todas las estructuras
del Estado. Y si se trata de independencia, una parte del electorado prefiere
la oferta original de ERC.
Artur Mas no aprende y, una vez más, diez años
después, le ha hecho el trabajo a ERC. El resultado fue el Tripartito y la
ambición de
Pascual Maragall de pactar con los independentistas con tal de ser
presidente de la Generalitat. Ahí empezaron los problemas graves de Cataluña y
de España. En los comicios de 2010, Ciu recuperó su centralidad y con el
descalabro del PSC consiguió un buen resultado pero debía gobernar la crisis y
el paro. Recortes, ajustes, rescate de Madrid, todo malo o muy malo pero mucho
mejor que una huida hacia ninguna parte independentista, sin respeto a la
legalidad constitucional, que ha sido duramente castigada por los electores. La
apuesta independentista de Mas, coreado por los Pujol, Durán, Homs y demás, ha
sido tan irresponsable, tan cínica, tan falsa al plantear a los catalanes un
sitio imposible dentro de Europa separados de España y el pulso al Estado de convocar
un referéndum sobre el derecho a decidir que la única vía digna para evitar el
descalabro total de Ciu es que se vayan a casa y den cuenta de las acusaciones
de presunta corrupción. No lo van a hacer, según anunciaron después de analizar
los resultados. De una forma patética, Artur Mas insistió en la consulta y en
pedir responsabilidad a los demás para compartir la gobernabilidad de Cataluña
que él ha dilapidado con su fallida anticipación electoral.
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