Confieso que salí del mitin de cierre de campaña de CiU, en
el Palau Sant Jordi de Barcelona, con el ánimo algo encogido, al revés
probablemente de lo que les ocurría a las decenas de miles de asistentes que
llevaban banderas cuatribarradas, algunas esteladas y bastantes europeas. El
Artur Mas que pedía el voto lo hacía en un tono de abierta confrontación con el
'Estado español', al que lanzó algunas duras advertencias, con
vagas promesas de que, a partir de este domingo, las cosas van a ser diferentes,
porque "vamos a proseguir hacia adelante".
Estuve en el mitin de cierre de campaña del PNV en el
pabellón de La Casilla,
en Bilbao, y aquello poco tenía que ver con el tono bronco y de bronca empleado
por Mas y, lo que me resulta más sorprendente, también por su socio de Unió,
Josep Antoni Duran i Lleida. Ellos no pronunciaron la palabra 'independencia',
pero sí lo hicieron los tres oradores "no militantes" a los que el
president de la
Generalitat invitó a hablar tras él para cerrar un mitin en
el que los gritos independentistas fueron muy coreados. Qué duda cabe de que
las acusaciones de corrupción lanzadas por algunos medios 'de Madrid'
han espoleado los ánimos, han radicalizado aún más las posiciones.
No fueron palabras constructivas hacia el resto de España -esto
lo digo yo, no Mas, claro-las del mitin con el que se cerraba la campaña
más dura, irregular y conflictiva que recuerdo haber vivido en más de treinta
años de asistencia, como periodista, a este tipo de actos. Duran y Mas hasta
hablaron en inglés, a los periodistas "extranjeros" que cubrieron
la campaña, asegurándoles que Cataluña es "la nación más antigua de
Europa y una de las más antiguas del mundo". En español no se habló ni
una sola palabra.
Ignoro qué ocurrirá este domingo en las urnas y menos aún,
por supuesto, se puede saber lo que sucederá a partir del lunes, cuando los
partidos, todos los partidos, y los gobiernos, Generalitat incluida, empiecen a
reaccionar tras los resultados. Solo sé que se ha iniciado una nueva era,
imparable, y que las heridas que han dejado las últimas semanas van a ser difíciles
de curar. Es la sensación, algo triste y apesadumbrada, con la que salí este
viernes por la noche del Palau Sant Jordi.
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