En 2003 pagaremos 38 mil millonres solo en intereses de la deuda
Hay conseso, no cumpliremos el déficit exigido por la UE
Análisis
lunes 19 de noviembre de 2012, 12:13h
El deficit es la diferencia negativa entre lo que
ingresas y lo que gastas. Y esa diferencia, acumulada durante los
últimos años, nos ha obligado a endeudarnos hasta dejarnos al borde la
asfixia financiera y del rescate. Uno de cada tres euros del presupuesto
de 2013 está secuestrado por el pago de los intereses de la deuda. Y el
consenso de analistas, Fondo Monetario y la Comisión Europea opina que
no seremos capaces de cumplir los objetivos fijados para los próximos
años.
Llevamos cinco años de crisis. Cinco años donde hemos
visto como se ha triplicado el paro, hemos sufrido dos recesiones y una
batería de medidas que han empobrecido a la mayoría de la sociedad.
Medidas como la congelación de las pensiones, rebaja de salarios, cierre
de empresas públicas, aumentos del IVA y del IRPF, copagos sanitarios,
subida de tasas universitarias y, en definitiva, un recorte de los
pilares de nuestro estado del bienestar y de la inversión pública. Unas
medidas que se han tomado para acabar con un demonio que nos asfixia y
nos debilita ante nuestros socios europeos, el deficit público.
En 2007 la salud de nuestras arcas públicas era boyante. Ese año
registramos el mayor superavit de la democracia, el 2,23 por ciento del
PIB. La construcción iba como un tiro (a un ritmo de 800 mil pisos al
año) y el paro registraba un mínimo del 8 por ciento. Pero estalló la
crisis financiera mundial y se pinchó la burburja inmobiliaria española.
La consecuencia fue un aumento brutal del desempleo que todavía hoy no
sabemos cuándo va a tocar techo, una caída en picado de la recaudación y
un incremento del gasto público que tardamos demasiado tiempo en
frenar.
Los números no dejan lugar a las dudas. De ese lustroso superavit de
2007 pasamos a una escalada frenética del deficit público. 2008 se
cerró con un 3,8 y en 2009 se disparó hasta el 11,2 por ciento. La
inicial política expansiva, para hacer frente a lo que el gobierno
socialista calificaba como una simple desaceleración económica, se cortó
en seco en mayo de 2010. Entonces el presidente Zapatero comparecía en
el Congreso para anunciar el primero de muchos planes de ajuste que
luego vendrían.
Pero la guerra contra ese demonio está costando más de lo previsto.
En 2010 se redujo dos puntos hasta el 9,2 por ciento y en 2011 los
esfuerzos fueron a la postre inútiles. El año pasado el desajuste apenas
se reducía tres décimas hasta el 8,9 por ciento del PIB. La velocidad a
la que hemos recortado los gastos ha sido insuficiente para afrontar la
intensidad de la caída de la recaudación. Las políticas de austeridad
han sido como la manta que nos ha cubierto los pies pero que nos ha
destapado la cabeza.
Crisis de deuda soberana
Ese deficit público ha tenido que financiarse con deuda. Como
cualquier familia o empresa, si gastas más de lo que ganas tienes que
pedir prestado. Volviendo al comienzo de la crisis, España también
estaba en una posición muy cómoda. En 2007 el endeudamiento público
sobre PIB era del 36 por ciento, uno de los más bajos de la UE. En
apenas cinco años esa cifra se ha duplicado y cerraremos este 2012
rozando el 80 por ciento. La previsión para 2013 ronda el 90 por ciento.
Endeudarse, en sí mismo, es malo. Pero hacerlo en un contexto como
el actual es muy peligroso. Al mismo tiempo que nos hundíamos en la
crisis y que nos endeudábamos para costear nuestro deficit, nuestra
prima de riesgo subía como la espuma. Esa prima de riesgo, que refleja
la credibilidad que como país te otorgan los mercados, era de 100 puntos
básicos a comienzos de 2010. Este verano alcanzó los 650 puntos
básicos, el máximo desde que España entró en el euro.
Esta prima de riesgo tiene una traducción en los presupuestos del
Estado. En 2013 destinaremos 38.500 millones de euros solo para pagar
intereses, un 33 por ciento más que el año anterior. Esto significa que,
de entrada, tenemos confiscado uno de cada tres euros del presupuesto.
Son, en cualquier caso, intereses insostenibles que nos han puesto al
borde del rescate. En este contexto, el Tesoro debe captar en 2013 más
de 200 mil millones de euros para refinanciar vencimientos y para tapar
los agujeros que sigue provocando el deficit.
La Unión Europea nos vigila de cerca y nos ha marcado un calendario
de estabildad presupuestaria muy exigente. Los objetivos, que incluso se
han relajado a mitad de año a la vista del deterioro de nuestra
economía, nos obligan a alcanzar un deficit del 6,3 en 2012, un 4,5 en
2013 y un 2,8 en 2014. De no cumplirse, habrá sanciones.
Consenso de los analistas
A pesar de todo, el consenso entre organismos y economistas es
unánime. El Fondo Monetario Internacional, la CEOE, Funcas y el servicio
de estudios del BBVA coinciden en que este año estaremos en una cifra
muy próxima o superior al 7 por ciento y que en 2013 no bajaremos del 5
por ciento. Y el mayor palo ha sido el de la Comisión Europea, que en
sus previsiones de otoño habla de un 8 y un 6 por ciento
respectivamente. La mayoría señala como causantes del desajuste a la
caída de ingresos, los intereses de la deuda, el rescate bancario y las
transferencias sociales.
Además de ello, el Gobierno se enfrenta a varios peligros en 2012.
La Seguridad Social, que tiene objetivo de deficit cero, podría
registrar un desfase de 10 mil millones. Las partidas presupuestadas
para pagar el desempleo de todo el año prácticamente se han agotado en
octubre. El desajuste del Estado se está corrigiendo con la subida del
IVA pero en agosto ya superaba el objetivo para todo el año. Y en
Hacienda intentan apretar las tuercas a unas comunidades que se han
quejado de unos planes excesivamente duros.
En 2013 el problema añadido puede venir de la raíz, las previsiones
de crecimiento en las que se basan las expectativas de ingresos. El
Gobierno sigue manteniendo que la economía va a caer un 0,5 por ciento
mientras que la mayoría de organismos y analistas pronostican una
recesión del 1,5 por ciento. Ese desfase de un punto supone miles de
millones menos en impuestos y más gastos en prestaciones sociales.