jueves 15 de noviembre de 2012, 17:12h
Hace tiempo escribí un artículo que también
titule "Ana y los lobos". Me refería a Ana Botella y los muchos enemigos
ocultos que tiene dentro y fuera de sus filas.
Los que hace unos años la hacían la "pelota" descaradamente por
aquello de que estaba casada con el entonces presidente del Gobierno,
son los mismos que ahora arremeten sibilinamente contra ella. En cuanto a
los ataques que recibe desde fuera del PP, yo diría que los hay de dos
tipos, los que honradamente juzgan su quehacer político y los que se
dejan llevar por los prejuicios.
Hasta ahora, Ana Botella ha pasado por la política con cuidado,
conteniéndose, procurando mantener un difícil equilibrio, ponderando
cada palabra sabiendo que hay legión para tirarse a su cuello al menor
patinazo.
La desgracia acaecida en Madrid Arena la ha colocado en el punto
de mira de quienes desde su propio partido aspiran a desplazarla de la
alcaldía de Madrid, y naturalmente de quienes desde la oposición ven una
oportunidad para desgastarla.
Si Ana Botella no se hubiera marchado a Portugal a pasar el fin de
semana en un spa, se podría decir que no estaba manejando mal la crisis
política consecuencia de la tragedia de Madrid Arena. Pero se equivocó.
En política hay una línea muy tenue entre el error y el acierto, y ella
debería de saberlo. La opinión pública hay cosas que no perdona o que
le cuesta perdonar, y a Ana Botella le acompañará siempre el fiasco del
fin de semana en el spa.
Por lo demás, yo creo que si a Ana Botella se la mira sin
prejuicios, sin tener presente quién es su marido, entonces se
encontrará a una mujer con una fuerte vocación política, con
sensibilidad social, con ideas firmes pero que prefiere hacer las cosas
con cierta mano izquierda y huir de las polémicas, trabajadora, y
seguramente, si la dejan, puede ser una buena alcaldesa de Madrid porque
tiene sentido común.
Pero a partir de ahora va a tener que ir con cuidado sin perder de
vista sobre todo a sus compañeros de partido. Ya se sabe que en las
batallas a veces se muere por "fuego amigo", y la alcaldía de Madrid es
un sueño para cualquiera que tenga vocación y ambiciones políticas. Por
eso, dentro del PP hay unos cuantos candidatos, y candidatas, para
sustituirla. Que los haya en la oposición va de suyo, es lo lógico, pero
el problema ya digo, son sus compañeros de filas.
Tengo para mí que más allá del apoyo de Alberto Ruíz Gallardón y
de algún otro amigo que le quede en el PP, Ana Botella está sola. Su
marido, como todos los expresidentes, sean del partido que sean, ya ha
pasado a la categoría de "jarrón chino", es decir tiene pasado pero es
irrelevante en el presente y nadie le espera en el futuro.
Seguramente, estos días habrá comprendido como una carrera hecha a
base de trabajo y discreción se puede ir al garete por un traspiés, y
como la opinión pública y la publicada le recordarán ese traspiés donde
quiera que vaya y haga lo que haga.
Escucho a algún diputado del PP decir con cierta cautela: "Ana, ya
no puede ser candidata", a otro asegurar que: "Esperanza no va a soltar
el mando en plaza del PP en Madrid porque se reserva para ella la
candidatura a la alcaldía", otros comentarios: "A Ana solo la defiende
Ruíz Gallardón, Rajoy no hará nada en su contra pero tampoco a favor".
Desconozco las ambiciones de Ana Botella, si las tiene o no, pero
si las tiene no se lo van a poner fácil. Su única posibilidad es hacer
una buena gestión, y eso si la dejan.