Parece ser que desde alguno de los
rincones de la España profunda, se pretende desahogar la irritación causada por
el vendaval independentista de Cataluña, provocado un boicot a los productos
catalanes. Sería un tremendo error.
No es ese el camino, ni mucho menos. El
boicot haría un daño irreversible a unas empresas donde trabajan ciudadanos de
todas las ideologías, y que siguen formando parte de la riqueza industrial y comercial
de España.
Dejar de comprar productos de Cataluña,
equivale a dejar de creer en una Cataluña que se siente española, es fomentar
la división, azuzar la tensión, y agigantar los agravios. En definitiva, es la
forma más insensata de propagar el independentismo con mayor virulencia aún.
Aunque los separatistas digan lo
contrario, Cataluña sigue siendo parte de España, y los productos catalanes son
también productos españoles. Nada de boicot, todo lo contrario. Se acercan las
navidades, y hay que brindar, como todos lo años, con un buen cava, porque
además de catalán, es también español.
El boicot es una fábrica de
separatismo. El fanatismo separatista no se combate con un fanatismo separador.
Contra el separatismo, la integración.
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