Es
lógico que esta semana casi todo se mueva al compás de las
elecciones
presidenciales norteamericanas.
Al fin y al cabo, es la primera economía del mundo, de cuyo PIB
total representa alrededor de 20%, seguido muy de lejos por China con
una producción tres veces menor.
La
situación es muy diferente a hace cuatro años,
tanto en relación a las posibilidades de cada candidato como a la
situación económica, aunque también la política. Hoy puede
decirse que EE.UU. se ha alejado ya a una prudente distancia de
la amenaza de una nueva edición de la Gran Depresión, y ha
conseguido estabilizar sectores que
como el financiero, el inmobiliario o el del automóvil, pusieron
a la
economía mundial al borde del colapso total
hace apenas cinco años. En política internacional es difícil saber
si el mundo es hoy más seguro, pero al menos la percepción de
amenaza ha bajado lo suficiente como para que este tipo de
preocupaciones hayan pasado a ocupar un lugar secundario en los
análisis de proyecciones y expectativas a medio y largo plazo.
Eso
podría cambiar
si hacemos caso a los críticos con el candidato republicano, de
quien advierten que en el terreno militar es partidario de una
política de mano dura con Irán, amenazando en el frente económico
con abrir una guerra
comercial con China,
país al que acusa de competencia ilícita y al que pretende
incorporar a la lista de "
manipuladores
de divisa".
Según
las encuestas, los resultados son inciertos, si bien los generadores
de opinión que apoyan a los demócratas, critican como falso y
manipulado este aparente equilibrio y se refieren a una situación
claramente favorable a la reelección del actual Presidente. En
todo caso, en lo que hay bastante coincidencia es en que de las
elecciones, en las que se renuevan también la Cámara de
Representantes y una parte del Senado, saldrá
una Administración que habrá de lidiar con un legislativo poco
amigable,
pero con el que tendrá que resolver la amenaza más inmediata que
tiene la economía norteamericana en el conjunto de recortes de gasto
y subida de impuestos que entrarían en vigor de forma automática en
lo que se conoce como "
abismo
fiscal",
y cuyo impacto sobre el crecimiento del PIB tendría potencial
suficiente para arrastrar a la economía a un periodo de recesión.
En lo económico, además de salvar esta situación, la nueva
Administración tendrá que afrontar las consecuencias menos deseadas
de las políticas de estímulo fiscal y monetario que han permitido
eludir la depresión, y tendrá
que elegir donde pone el énfasis
en cuanto al reequilibrio de las cuentas públicas, si en políticas
de incremento de ingresos, o por el contrario en el recorte de
gastos. Será también un mandato en el que es probable un
relevo al
frente de la Reserva Federal. Su
actual titular, que no es del agrado republicano, parece haber
manifestado su deseo de dejar el cargo cuando finalice su segundo
mandato en enero de 2014.
Para
España, en
lo económico, las elecciones norteamericanas
no
son un factor particularmente crítico.
España aborda ahora la parte del ajuste que afecta al sector
público, y por lo tanto en clave interna. La mejora de la
competitividad exterior habrá de venir vía ajuste interno, porque
ni de republicanos ni de demócratas cabe esperar una
política de
dólar
fuerte,
aunque es este escenario el que con mayor probabilidad hayan de
afrontar.
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