Lejos de presentar datos
sorprendentes, los resultados de las elecciones vascas y gallegas me parecen
que presentan las características típicas de una sociedad que sufre una
profunda crisis; es decir, una situación en que aparecen dos elementos
complementarios: resulta difícil que emerjan alternativas de liderazgo dentro
del sistema y, al mismo tiempo, aumenta la fuerza de la alternativa simple: el
rechazo al sistema mismo.
Antes de mostrar este cuadro, es
necesario hacer un par de aclaraciones. La primera, es que cuando hablo de
actuar hoy dentro del sistema, no sólo me refiero a la aceptación de las reglas
básicas de la democracia, comenzando por la Constitución, sino también a
aceptar su condicionante externo, esto es, las decisiones adoptadas por
Bruselas. En pocas palabras, aceptar hoy el sistema es aceptar que nuestra
democracia funciona dentro del contexto económico de la zona euro. La segunda
aclaración es que, aunque en ambas comunidades aparezcan los dos elementos de
un resultado electoral de crisis, sus expresiones son claramente distintas, por
lo que conviene examinarlas por separado.
En el caso de Galicia, la dificultad
de surgimiento de una alternativa dentro del sistema tiene una explicación muy
simple: el liderazgo antiguo lo ha hecho bien y la alternativa (el PSOE) lo
hizo bastante mal. Con el agravante de que optar por identificar a
Núñez Feijoó
con
Rajoy, como se hizo desde Ferraz, ha sido un exquisito regalo para el
Presidente de Gobierno y un verdadero tiro en el pié para
Rubalcaba. Pero el
resto del escenario en Galicia no es otra cosa que el crecimiento del rechazo
al sistema, incluso superando la división interna del nacionalismo.
En el caso de Euzkadi la expresión
del resultado electoral de crisis es más compleja, pero también muestra sus dos
elementos fundamentales. El que resulta más evidente, desde luego, es el
crecimiento de la alternativa simple del rechazo al sistema. Bilbu representa eso:
nada de análisis muy complicados de la situación, los problemas de Euzkadi se
resuelven como por arte de magia con la palabra independencia. Viendo gritar
ese término de manera fanática a los militantes de Bildu y a su candidata
Laura
Mintegui hablando sobre las órdenes de Madrid, no pude evitar el recuerdo de
aquel chiste que oí por primera vez a
Joaquín Leguina; decía un nacionalista:
"los vascos somos los más listos, los más valientes, los más inteligentes y no
volamos porque Madrid no nos deja". Ahora bien, hay que aceptar que es la
fuerza del nacionalismo en la sociedad vasca actual lo que también hace más
compleja la situación de los que aceptan el sistema: en las presentes
condiciones, el liderazgo tradicional vuelve a ser el PNV y la alternativa
vuelve a ser el PSOE. Por eso la buena gestión de
Patxi López ha sido poco
valorada: hoy la buena onda en Euzkadi no es haber hecho un gobierno eficaz,
sino alejarse todo lo posible de una España en crisis.
Claro, alguien podía preguntar ¿pero
se está dando por sentado que el PNV es el liderazgo tradicional que acepta el
sistema? Y desde luego parece necesario detenerse un momento en la actual
encrucijada del PNV. Ya se ha dicho: si mañana el PNV se desgasta en el
gobierno, tendrá la tentación de jugarse completamente por el independentismo
(al estilo de Artur Mas). Y es cierto que esa posibilidad existe, pero el PNV
sabe que en esa perspectiva resulta más creíble Bildu, así que no es extraño
que, de momento, quiera jugar a lo que ya dijo en su discurso tras conocerse
los resultados: hay que gobernar un
Euzkadi diverso, donde nadie tiene la hegemonía completa. En otras palabras,
como ha sucedido en Cataluña, el PNV tiene ante sí una encrucijada: tomar por
el camino difícil de aceptar las complejidades del sistema o bien adoptar la
vía simple e inmediata del rechazo al sistema. Mientras tanto, los partidos que
quieren jugar dentro del sistema no lo tienen nada fácil y tendrán que recorrer
su camino de Damasco.
Por supuesto, también hay una
respuesta fácil desde el lado opuesto de la cancha.
Esperanza Aguirre ha sido
la primera en decirlo: estos resultados demuestran el error del Constitucional
al legalizar Bildu. El problema consiste en que mantener esa situación era
apostar por el desgaste de Bildu en la ilegalidad; lo que se parece demasiado a
la tentación de barrer los problemas bajo la alfombra. Desde luego, la
legalización del nacionalismo radical hubiera sido mucho mejor en un momento de
bonanza económica de España y no en medio de esta hijomialma crisis. Pero es
difícil exigirle al Constitucional que también incorporara en su juicio las
condiciones económicas del país. Algunas veces las sociedades no eligen el
momento ideal para resolver sus viejos problemas. Lo que deja de nuevo al PNV
como la clave del futuro en Euzkadi, porque en este contexto de crisis las
alternativas al liderazgo tradicional dentro del sistema no lo tienen fácil. Pero también podría suceder que la solución
fácil del rechazo al sistema pronto toque techo. Veremos.
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