Cuando
dejó de exhibirse en porretas, hace pocos años,
Nacho Vidal estuvo a punto de que le dedicasen una calle en el
pueblo de su infancia.
Ignoro por qué no cuajó la idea ni qué méritos encontraron
en él sus promotores, aparte de los atributos viriles del profesional de la
pornografía.
Que conste que no critico la actividad laboral del susodicho.
Menos, incluso, en estos tiempos en los que uno se agarra a un trabajo como
puede. Además, todos tenemos episodios oscuros en nuestras biografías. En la
mía, el haber escrito pies de foto en la revista Private, fundada por el sueco
Berth
Milton, máximo exponente del sexo duro y explícito. Ya ven.
Aun así, sigo sin entender que un actor pornográfico se
haya convertido en paradigma social como para que le dediquen una calle. ¡Con
lo que les cuesta conseguirlo a científicos, investigadores, médicos y demás
benefactores de la sociedad!
Claro que, según una encuesta, los españoles somos los
ciudadanos que menos nombres conocen de gente dedicada a la ciencia y a otros menesteres
igual de nobles. En cambio, sabemos todo de los participantes en Gran Hermano y demás bazofia televisiva.
Aun así, creía que tras su detención por la operación Emperador, de blanqueo de dinero,
Nacho Vidal perdería su aureola de personaje mítico. "Quiá -me ha disuadido un
amigo-. Para ser famoso y admirado en este país, cuanto más golfo, mejor. Desde
chorizos como El Dioni o Luis Roldán
en su día, hasta los actuales saqueadores de las cajas de ahorro, todos viven
tan ricamente y con el riñón forrado".
Pues qué bien.-
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