El Gobierno español parte
de la base de que la actual crisis económica ha dejado al descubierto los
fallos estructurales e institucionales con los que la Unión Económica y
Monetaria europea se constituyó en 1999. Y que el principal fallo estructural
se debe a la inconsistencia entre el establecimiento de una política monetaria única
para los 17 Estados Miembros de la Unión Europea que participan en el euro, y
los mantenimientos de las otras políticas económicas -fiscales y estructurales-
casi exclusivamente en el ámbito nacional. De ahí parte la propuesta española
de mayor unidad, que desgranamos a continuación.
España parte de que el problema antes
enunciado genera graves disfunciones en la ejecución de la política económica
en la Unión Europea. En primer lugar, porque la Unión Económica y Monetaria no cuenta con
mecanismos de ajuste interno que permitan hacer frente de manera efectiva a
desequilibrios que tengan una dimensión nacional, así como a shocks que afecten
de manera heterogénea a los distintos Estados Miembros del euro. Fuera de una Unión
Monetaria un instrumento de ajuste era la posibilidad de devaluar la moneda. En
ausencia de estos mecanismos, el ajuste se lleva a cabo mediante depresiones con
un importante coste para la actividad económica y el empleo.
En segundo lugar, porque no existe
un mecanismo comunitario que permita romper el círculo vicioso entre las
entidades financieras y los soberanos. A pesar de que los bancos operan en un mercado
común de servicios financieros con dimensión europea, cada banco es respaldado
únicamente por el Estado Miembro del que es originario.
Así, al tener los Estados
Miembros que apoyar a las entidades con problemas, el riesgo de dichas
entidades se contagia a los presupuestos públicos, los cuales son la garantía
última de funcionamiento del sistema financiero. La propia sostenibilidad
financiera de los Estados se pone así en entredicho, sin que la actual Unión Económica
y Monetaria tenga medios para romper este vínculo.
Acabar con las dudas sobre la
irreversibilidad del euro
El Gobierno de
Rajoy sostiene
que esta situación está produciendo dudas sobre la irreversibilidad de la
moneda única, y que estas dudas se manifiestan en los crecientes diferenciales
entre los tipos de interés de los países miembros de la zona euro, los cuales dificultan
la recuperación de una senda de crecimiento y la superación de la crisis
actual.
Así las cosas, el
Gobierno español plantea que es necesario superar estos fallos en la
arquitectura institucional de la Zona Euro, avanzando en la construcción de una
auténtica Unión Económica y Monetaria. Este relanzamiento del proceso de integración
europeo permitiría recuperar la confianza en el proyecto común y en la
estabilidad de la moneda única.
Para lograrlo, España
propone elaborar una hoja de ruta pormenorizada y acotada en el tiempo para la
consecución de una Unión Bancaria, que debería lograrse a corto plazo, y una
Unión Fiscal, que se alcanzaría en el medio plazo.
La propuesta española
señala que la Unión Bancaria estaría compuesta por tres elementos principales: una
Autoridad de Supervisión Común, un Fondo de Garantía de Depósitos y una
Autoridad con capacidad para reestructurar y liquidar los bancos con problemas.
La Autoridad de supervisión estaría formada por el Banco Central Europeo (BCE)
y por los bancos centrales nacionales en un esquema similar al que se utiliza
hoy en día para llevar a cabo la política monetaria.
Las etapas para la Unión
FiscalPor su parte, según los
planes españoles, la consecución de la Unión Fiscal se realizaría gradualmente
por etapas, siguiendo un proceso similar al que permitió la adopción de la
moneda única que comenzó con el Tratado de Maastricht en 1992. Este proceso,
que daría credibilidad a la integración europea, podría llevarse a cabo en tres
etapas.
En la primera etapa, los
Estados Miembros deberían adoptar medidas para cumplir con ciertos criterios de
convergencia fiscal y económica, incluyendo una sólida trayectoria de consolidación
fiscal y reformas estructurales. En esta primera fase se podrían emitir euroletras
a dos años, con garantía limitada a un porcentaje.
En la segunda etapa, se
incluiría a los Estados miembros que hubieran mostrado progresos durante el periodo
anterior. En esta etapa se establecería una Autoridad Presupuestaria Europea que
tendría más capacidad de supervisar la ejecución del presupuesto, estaría a
cargo de recomendar objetivos y orientación de la política fiscal y de
coordinar la emisión de deuda.
Se propone que en esta
fase se pueda comenzar a emitir deuda europea a medio y largo plazo para cubrir
parcialmente las necesidades de los Estados Miembros de forma mancomunada. La
mayor parte de la deuda seguiría emitiéndose por los Tesoros nacionales.
A la tercera etapa accederían
los Estados Miembros que hubieran cumplido con sus obligaciones de política económica
y fiscal, y que mostraran una convergencia significativa de sus diferenciales
de deuda soberana en relación a los países con mejores resultados.
Esta tercera fase
implicaría que los objetivos de política fiscal se decidirían de forma conjunta
por la zona euro, la ejecución de la política fiscal y las emisiones de deuda
se encomendarían a la Autoridad Presupuestaria Europea, se establecería un
mecanismo para afrontar riesgos asimétricos y la deuda emitida por la Autoridad
Presupuestaria Europea estaría garantizada de forma solidaria (los Estados
Miembros agruparían recursos para garantizar el pago).
Y, así, al finalizar la
tercera fase arriba enunciada se lograría la Unión Fiscal plena.
Ahora bien, España
mantiene que en la actualidad lo más importante es definir lo más pronto
posible un calendario ambicioso para poner en marcha de forma paralela todos los
puntos señalados que permitan alcanzar tanto la Unión Bancaria, que debería
aprobarse antes de final de año, como la Unión Fiscal que sería un proceso más
largo que debería ser iniciado lo antes posible.
Se piensa que estos procesos
a su vez deberían avanzar junto a una mayor integración económica y política,
de manera que todos ellos permitieran recuperar la confianza en el proceso de integración
europea, generando el clima adecuado para iniciar una senda positiva de crecimiento
económico y creación de empleo.
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