jueves 04 de octubre de 2012, 09:12h
Cuando se anunció la conferencia de
presidentes autonómicos, la opinión pública pidió que los asistentes obviaran
las diferencias y encontraran los consensos. Esta vez no se hicieron los
sordos, los políticos supieron escuchar, y lo que podría haber sido un guirigay
de discusiones se convirtió en una voz unánime, que calmado la incertidumbre de
los mercados.
Saber
escuchar. Es la asignatura pendiente de todo
político. Si Cataluña está experimentando una deriva soberanista, ha sido
porque la casta política está asentada en la cumbre de la prepotencia, y desde
allí no escucha las voces del pueblo.
El
Congreso tendría también que afinar sus oídos. Porque resulta muy extraño que de
las 66 iniciativas legislativas populares que los ciudadanos han trasladado al
congreso, avaladas cada una de ellas por más de 500.000 firmas, ni una sola
haya sido aprobada. Y muchísimas ni siquiera han sido admitidas a trámite. ¿Tan
equivocado estaba el pueblo, que los diputados prefirieron ir a lo suyo y no escuchar sus reclamaciones?
La casta política está llena de oídos
sordos. Y de ahí vienen los problemas. Antes de hablar, antes de decidir, antes
de gobernar, un buen político ha de saber escuchar.