In memoriam. Eric Hobsbawm
martes 02 de octubre de 2012, 17:12h
Ha muerto, el 1 de octubre de
2012, el más afamado historiador británico a la edad de 95 años. De formación
marxista, de la que nunca renegó, fue capaz de superar cualquier etiqueta y
ganarse el respeto de cualquier pensador, fuera cual fuera su adscripción
ideológica. Aún el año pasado publicaba, al rebufo de la crisis actual, "How to
change the world", una defensa acérrima del marxismo como herramienta
intelectual válida para entender e interpretar muchos de los sucesos vividos en
estos convulsos tiempos.
Hobsbawm se centró, fundamentalmente,
en el siglo XIX, el cual, a partir de sus teorizaciones terminaba en 1914, con
el estallido de la Primera Guerra Mundial, pero su enciclopédico saber abarcaba
casi cualquier cosa que uno pudiera preguntarle, sin importar siglo, lugar o
personaje. En gran parte eso se debía a un "background" personal tan
cosmopolita como fascinante. Su familia era una de esas judías muy viajadas y
más leídas, y por ello ajenas a cualquier tentación nacionalista. Hobsbawm,
nacido en Alejandría en 1917, cuando esta ciudad todavía formaba parte del
Imperio Británico, creció y se educó en la Viena de los años veinte, cuando la
antigua capital del Imperio Austrohúngaro todavía conservaba el poso cultural
anterior a la Gran Guerra, en ese canto del cisne, antes del nazismo cuya
efervescencia en cafés como el Landtmann o el Bräunerhof era mantenida por la
presencia de lumbreras del nivel intelectual de Rainer Maria Rilke, Friedrich
Hayek, Robert Musil, Erwin Schrödinger y los filósofos del Círculo de Viena.
Algunos de esos portentos, como Stefan Zweig o Sigmund Freud, eran, como el
mismo Hobsbawm, de olvidados orígenes judíos. Los primeros recuerdos políticos
de Eric Hobsbawm se centraban en las discusiones planteadas por las protestas
obreras de 1927, cuando él tenía diez años y los trabajadores vieneses
prendieron fuego al Tribunal Supremo. O una discusión política entre dos
matronas judías sobre León Trotsky, zanjada con un "di lo que quieras, pero no
deja de ser un chico judío que se llama Bronstein". A los 14 años la muerte de
su padre le llevó a vivir con un tío suyo en el tumultuoso Berlín de la
República de Weimar. Allí leyó a Marx por primera vez y se apuntó a las
Juventudes Socialistas, con la fortuna de reubicarse, él y su familia, en
Londres el mismo año nefasto, 1933, en que Hitler llegó al poder en Alemania.
Dejó su beca en Cambridge para presentarse voluntario en el Servicio de
Inteligencia británico al estallar la Segunda Guerra Mundial, pero fue
rechazado por su comprobada militancia comunista, por lo que pasó la guerra
como zapador, cavando fortificaciones codo con codo, hermanado, como decía el,
con la clase trabajadora británica, a través de esa experiencia con el pico y
la pala.
Excelente crítico de jazz desde
que descubrió a Duke Ellington, la Guerra Fría le perjudicó en sus expectativas
profesionales en Cambridge, como a otros historiadores del mismo grupo
británico comunista; Samuel, Saville, Thompson, Morton, Hilton, o Hill.
Desde el punto de vista historiográfico,
sus aportaciones fueron criticadas por su incapacidad para despegarse
totalmente de los clichés marxistas, y sin embargo, paradójicamente, dentro de
la línea oficial del partido comunista siempre fue considerado un librepensador
capaz de criticar de forma abierta la invasión soviética de Hungría en 1956. De
hecho ninguno de los libros de Hobsbawm fue nunca publicado en la Unión
Soviética. Obras como Rebeldes Primitivos,
Industria e Imperio, Capitán Swing, Bandidos, La invención de la
tradición, Naciones y nacionalismos
desde 1780, La era de la revolución,
La era del capital, La era del Imperio y La era de los extremos se han convertido
en imprescindibles lecturas para cualquiera que quiera entender los sucesos
actuales, aunque para el mismo Hobsbawm, estos últimos cuatro volúmenes fueran
obras de simple divulgación.
Mi interés por Hobsbawm comenzó hace
ya muchos, demasiados años, por un término acuñado por él, el de "social
bandits" aparecido por primera vez en la obra Rebeldes primitivos. La idealización y persistencia en el
imaginario colectivo de esos bandoleros dedicados, según cuentan las coplas, a
robar a los ricos para repartir el botín a los pobres, había captado mi
atención, y eso me llevó hasta Hobsbawm. En otros artículos, hace tiempo, he
glosado estas figuras legendarias como Pancho Villa, Robin Hood, Dick Turpin o
tantos otros a propósito de Sánchez Gordillo y sus asaltos y expolios. No
comparto con Hobsbawm su visión romántica de estos "fuera de la ley", pero sus
estudios sobre las sociedades rurales secretas en el sur de Europa siguen
siendo de lo mejor que se ha escrito sobre el tema, e imprescindibles para
comprender las corrientes de simpatía generadas por estos individuos en
determinados grupos sociales.
En sus últimos años Eric Hobsbawm
se había convertido en un personaje de referencia entre la "gauche divine"
británica de hoy día. Siempre activo, aún escribía todo tipo de ensayos, ya
fueran sobre Dizzy Gillespie o sobre Globalización, democracia y terrorismo,
publicado hace sólo cinco años, compatibilizándolo todo con la presidencia del
Festival Literario de Hay, a la cual accedió con solo 93 años.
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Comentarios
Últimos comentarios de los lectores (1)
14065 | Angel - 03/10/2012 @ 09:12:43 (GMT+1)
Buenos días, me han recomendado muchas veces su lectura pero aún no he leído nada de él, quizá sea este un buen momento. Leo un artículo en El País de Santos Julia (Gran historiador, pésimo profeta) en el que dice: "Hobsbawm vivió convencido de que la revolución rusa era el futuro de la humanidad prácticamente hasta la mismísima caída del muro del Berlín, cuando de aquel Grupo de historiadores marxistas británicos solo quedaba el recuerdo." ¿Es cierta esa aseveración? Curiosa coincidencia, ayer terminé de leer "La vuelta a Europa en avión: Un pequeño burgués en la Rusia roja", obra en la que Nogales hace uno de los mejores retratos del comunismo y de la Rusia de los años veinte que he leído, también describe la Viena en la que se crió Hobsbawn.
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