La huida hacia delante del catalanismo
miércoles 26 de septiembre de 2012, 17:11h
Llevamos practicándolo tanto tiempo
que ya se ha convertido en un verdadero deporte nacional: jugar al órdago por
sistema. Los más veniales dicen que se trata de jugar al órdago para poder conseguir
algo, pero muchos empezamos a sospechar que se trata de algo más peligroso: una
respuesta a ciegas, una huida hacia delante, porque no se vislumbra ninguna
solución posible. Es decir, una forma extrema de jugar con fuego, caiga quien
caiga.
Por ese camino endiablado ha acabado
metiéndose el catalanismo mayoritario, precisamente por jugar al aprendiz de
brujo. Comparto plenamente el análisis de Xavier Vidal-Folch cuando dice en el
diario El País de este martes: "Los catalanismos -de
izquierda y de derecha- de vocación mayoritaria nunca fueron independentistas
(más de cinco minutos). Siempre persiguieron dos objetivos, arduos de
conciliar: la autonomía de Cataluña y la participación en la dirección de
España".
Pero sucede que ante la crisis económica y el
desgaste radical que tienen el hacer recortes, como los ha hecho ya el actual
gobierno catalán, sólo le ha quedado la salida de jugar la carta soberanista
para recuperar apoyo social. Por eso aplaudieron la manifestación de la Diada y
ahora hablan del "pueblo catalán" a partir de aquella. Es evidente que un señor
talludito como el President Mas no se cree eso de que una manifestación de
decenas de miles de personas representan la opinión de millones. Las
manifestaciones son solamente una forma de expresión colectiva, pero eso de que
expresan el sentir general ya no se lo cree nadie. Es decir, el señor Mas tenía
en sus manos la posibilidad de orientarse en un sentido o en otro. Ha elegido
el camino de la huida hacia delante sólo por razones de conveniencia partidaria.
El problema es que este camino no sólo es
inviable sino que lleva directamente al conflicto. En su análisis Xavier
Vidal-Folch lo apunta claramente, pero a mi juicio teme decirlo con claridad.
Por eso hay que decirlo explícitamente: el camino hacia la independencia de
Cataluña no estará lleno de obstáculos; ese camino tropezará más tarde o más
temprano con la ruptura de la convivencia pacífica en Cataluña y en España. Esa
idea de que se puede avanzar hacia la secesión "de forma pacífica" es un engaño
brutal al pueblo de Cataluña.
No es necesario repasar el listado de razones,
constitucionales y democráticas, para entender la dinámica social que está
detrás. Los catalanistas (que nunca fueron separatistas) juegan ahora a
sostener que existe una vía pacífica hacia la independencia. Por supuesto que
desde el Gobierno y otras instituciones también hablaran de que existe una vía
pacífica para evitar la ruptura de España. Y así, rodando, rodando ¿es tan
difícil imaginar adonde nos conduce ese camino? Luego todo el mundo se llevará
las manos a la cabeza cuando empiece a parecer las primeras expresiones de violencia
"espontanea".
Estoy convencido de que en este caso, la
responsabilidad mayor le corresponde a ese catalanismo que se metió a aprendiz
de brujo, porque sabe de sobra que el camino a la independencia presenta un
alto riesgo de romper la convivencia pacífica. La pregunta es ¿será cierto que
el negocio compensa?
Pero la respuesta tampoco está en parapetarse
con todo tras la Constitución. (Insisto: ¡qué manera de cargar de razón
histórica a la derecha!). Porque la disyuntiva no puede ser: saltarse la
Constitución a la torera o atrincherarse en la Constitución. En eso me parece
que tiene razón Rubalcaba: es necesario un dialogo abierto en que no esté
excluida a priori la reforma de la Constitución. Desde luego, reformándola por
la vía legal y legítima. Algo que implica, indefectiblemente, un pacto de
Estado; porque no se puede alcanzar la votación cualificada sin el acuerdo de
los dos partidos mayoritarios. La ciudadanía no debe aceptar que se desprecie
la regla básica de convivencia que nos hemos dado todos, incluyendo al
catalanismo. Pero puede aceptar que se reforme la Constitución si ello es
necesario para buscar una fórmula de entendimiento con el catalanismo. Ahora
bien, como lo que está de moda es jugar con fuego, veremos si existe la mínima
sensatez para que no nos quememos.